miércoles, 16 de noviembre de 2011

Derecha e izquierda

¿Cuál es la diferencia entre izquierda y derecha hoy en día? ¿Tiene sentido hablar de modelos alternativos a la dictadura del mercado? ¿Qué perspectivas de futuro tiene la izquierda en la situación en que nos encontramos?

Mientras escribo estas líneas, las bolsas europeas caen por tercer día consecutivo y los gobiernos se arrodillan ante furibundos ataques especulativos. Irlanda, Portugal, Grecia, Italia... pero no sólo ellos: España, Francia, Bélgica, Austria... nadie está a salvo. Cuando los tiburones huelen la sangre atacan e intentan destazar al más débil.

A veinte años de la caída del Muro de Berlín que nos permitió ver qué era lo que había realmente en los países del llamado "socialismo real" -un desastre mayúsculo, tanto es así que después de años de hambre real, mafias de todos los colores, crecimiento negativo de la población y todo un escenario apocalíptico, NADIE en el este, exceptuando cuatro nonagenarios nostálgicos que desfilan el Día de la Victoria en la Plaza Roja, quiere regresar a los días del Imperio Soviético- cabe preguntarse sobre el papel de la izquierda. Porque nuestra izquierda, la izquierda europea, no plantea alternativa revolucionaria alguna, sino que intenta jugar aceptando las reglas del juego democrático.

El "juego democrático" quiere decir aceptar las normas que imponen los mercados que, como queda suficientemente demostrado en estos días, ponen gobiernos de rodillas, los destituyen, condenan al hambre a miles de ciudadanos, los privan de sus medios de subsistencia, de sus casas, etc.

Primera contradicción: si la izquierda de verdad pretende cambiar el orden establecido, aunque sea de forma light, es difícil hacerlo desde el "sí señor" que imponen los poderosos. La libertad no se obtiene con buenas palabras: se conquista a sangre y fuego. Así ha sido y así será por los siglos de los siglos. Ningún esclavo ha logrado la libertad por la bonhomía de su amo, sino que la ha arrancado poniéndole un cuchillo en el cuello a medianoche. Espartacos de la tierra...!

Pero el "mundo civilizado" sabe perfectamente cómo actuar en estos casos. Si los esclavos se emancipan, como ocurrió en Haití, primer país de América Latina que se liberó del yugo europeo, se les condena al aislamiento y se les deja morir lentamente. El resultado es de todos conocido: Haití es hoy el país más pobre del continente.

Llegamos entonces al problema de la izquierda socialdemócrata. ¿En qué se diferencia de la derecha si por definición acepta las reglas del juego? Esas mismas reglas del juego que hacen que la patronal y todos aquellos que tienen en sus manos el grifo del dinero estén esperando a los resultados del próximo 21 de noviembre para cambiar el paso.

Se supone que la izquierda "reparte" mejor los recursos. Pero eso genera el problema de los propios recursos. Para repartir antes habrá que generarlos. Igual arriba que abajo que diría Hermes: es como el abuelo que hace fortuna dejándose la piel, los hijos ociosos y semisubnormales, aplastados por la personalidad patológica de su progenitor, que crecen a la sombra del "gran hombre" y los nietos que terminan por dinamitarlo todo y hundir el imperio familiar ahogándolo en deudas. Asimismo, se supone que la izquierda socialdemócrata es algo más respetuosa con las libertades individuales, sobre todo en el caso de colectivos secularmente tratados con el pie por la Iglesia, las fuerzas vivas y los "biempensantes".

No obstante, la alternancia, aunque sólo sea de las caras, es uno de los elementos positivos de nuestro sistema ¿democrático? Piénsese en Cuba o en la antigua Unión Soviética. Un mismo personaje instalado en lo alto del poder durante décadas. Infalible, inefable, inengendrado, inmutable, esférico... Así Fidel Castro y Stalin, rodeados de pelotas, genuflexos, esclavos, zánganos... Una invitación al "caligulismo", la conversión del Gran Líder en algo aún peor que lo que pretendia combatir: Viva Zapata. Et pourtant... ¿cómo estabilizar una revolución sin la figura del "hombre fuerte"?

Los llamados "indignados", con su más que justificable grito de hastío colectivo, terminan por hacerle el juego a la derecha. La derecha no tiene dudas. "Sabe" lo que hay que hacer. La derecha, encarnada en personajes como Esperanza Aguirre, actúa como en tiempos de Primo de Rivera "senior". "Al alba y con viento de levante..." Cuando fuimos grandes, cuando invadimos PEREJIL.

Sin embargo, para aplicar las recetas tradicionales de la derecha, ¿quién mejor que ellos mismos? Desde un punto de vista teórico incluso estarían mejor dispuestos ante la tentación de la corrupción. No deberían tener tanta necesidad de robar: alguien ya lo hizo por ellos en generaciones anteriores. Digo teórico porque para muestra un botón (el Bigotes, Castellón, el Govern Balear, los sutiles y cultivados espíritus inmobiliarios).

Al fin y al cabo, parece ser que todo es una cuestión de técnicos. Véase Monti o Papademos. Grecia la pensante, Roma la que actuaba y extendía la civilización... qué lejanos quedan esos días. La misma distancia sideral que hay entre Adriano y Berlusconi. Un filósofo y un payaso lascivo desprovisto de cualquier clase de gracia.

Cuando las papas queman, como se dice en mi país natal, se llama a los que saben (¿quiere eso decir acaso que durante el resto del tiempo hemos estado en manos de aficionados bienintencionados? Qué miedo...) Ya no es una cuestión de talante o de ser majete. Un cirujano no es "majete". Sabe que tiene una mínima oportunidad y entra a matar. Entrar, cortar, unir, suturar y salir. Visto y no visto.

El primer gobierno Zapatero lo hizo bien en muchos terrenos y por eso repitió. Pero por entonces todos éramos ricos y los perros se ataban con longanizas. Casi cuatro años más tarde el escenario es radicalmente distinto, casi opuesto.

El segundo gobierno Zapatero ha sido una catástrofe, empezando por negar la crisis, como si la crisis fuese un estado de ánimo. El caudal de ocurrencias, los continuos cambios de rumbo. Y aún así, diríase que nuestro gobierno resulta espectacularmente inteligente y bien preparado si se lo compara con los ejecutivos de Grecia o Italia. En el país de los ciegos, ya se sabe. La cuna de la civilización se convierte en su tumba, cerrando el círculo.

Todas las encuestas -hasta las que maneja el propio PSOE- hablan de una victoria arrolladora del PP el próximo domingo. El programa del PP no es ningún misterio: basta ver lo que están haciendo sus primos en Portugal o en el Reino Unido. Recortes de todos los colores, tasas universitarias por las nubes, "economía de guerra"...

En fin. Derecha e izquierda "democráticas". Ambas sometidas a la prima de riesgo y a las veleidades de Bruselas, que habla veinte idiomas y lanza veinte mensajes diferentes.

Y los problemas siguen ahí. En la propia Europa de los 500 millones de comunitarios hay pobreza, racismo, paro galopante, insolidaridad. El PP nos propone volver a una mentalidad más campesina. Habas contadas. Tanto tengo, tanto gasto. Si sabe gestionar el resto, es decir, todo aquello que hace a las libertades individuales, dispondrá de una oportunidad de oro para homologar la derecha española y convertirla finalmente en un fuerza democrática del siglo XXI (¡por fin!)

¿Y la izquierda? Al rincón a pensar... Es el momento de reorganizar fuerzas y reelaborar el mensaje. Hace falta una nueva estrategia. Nueva de verdad. Un retorno a la ideología de base, a la protección de quienes realmente lo necesitan, pero no con un modelo de subvenciones a la vagancia o a los productos infames como ocurre con el cine español de los últimos años que, salvo contadísimas excepciones, es un insulto comparado con las obras de Víctor Erice, Berlanga o Bardem, sino educando y generando oportunidades para que la gente pueda caminar por sus propios medios. Y hacer acto de contrición (hay que ir ambientándose con el nuevo vocabulario del Opus gubernamental) por todo lo que se ha hecho mal, que es mucho y muy variado. Rubalcaba sería un presidente de lujo para España, pero lo será justamente porque nunca llegará a serlo.

Como trabajador autónomo que paga sus impuestos y que tiene derecho a pegarse un tiro en la boca cuando no encuentra trabajo nunca he entendido ese mecanismo por el cual ciertos trabajadores tienen derecho a un subsidio a cambio de no hacer nada útil, ni siquiera para ellos mismos. Sospecho que nuestro 20 por ciento de paro es más estructural que coyuntural. Lo que se ha hecho hasta ahora no sirve, no funciona. Hay que intentar otra cosa.

¿Significa esto que el domingo votaré a la derecha? ANTES MUERTO. El corazón es superior a la cabeza. Al igual que Rhett Butler en Lo que el viento se llevó, hay que estar con el perdedor. Es una cuestión de vocación.

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