¡Miguel ha vuelto! Ha regresado como Odiseo de un viaje de ensueño y con su relato me ha regalado veinte años. Así, de repente. Playas escondidas de infinita belleza, pueblos blancos que duermen al sol, masías mágicas como oasis, amigos inolvidables que se hacen en el camino, partidas de ajedrez hasta el amanecer. El Mediterráneo desde la Costa Brava hasta Italia y de postre Roma, siempre eterna. Piedras que paralizan.
¿Era yo así a los veinte años? ¿Quién se llevó las ganas de vivir? Él toma el relevo: ahora camino en él.
Frente a la mejor comida que he tomado en años (si vais a Lisboa no dejéis de visitar el restaurante Principe do Calhariz. Calcada do Combro no. 28. Sus guisos de arroz y sus chocos no son de este mundo. El 28 es el número mágico en Lisboa), Miguel me emociona hasta las lágrimas.
¡Gracias, pibe! Hasta oír el relato de tus aventuras, no tenía la menor idea de que estaba muerto.
Me trae sin cuidado lo que dure esta farsa. Voy a bebérmelo todo.
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