Woody Allen vuelve a dar en la diana con esta película. Hacía años que no me reía tanto en una sala de cine (a pesar de que la copia exhibida en los cines Renoir de Plaza de España tenía una calidad vergonzosa).
Midnight in Paris es una creación redonda, donde Allen recorre sus obsesiones de siempre con singular maestría. La posibilidad del amor total, la dualidad, la realidad sublimada, la autorrealización, la búsqueda de la verdad. El neoyorquino no pierde ocasión de presentar temas de gran calado con una ligereza engañosa, ya que se trata de un verdadero filósofo (no como los que pastan en las universidades haciendo comentarios de obras de otros o vegetan al frente de ministerios), un artista que ilumina el agujero negro de la existencia con destellos propios de la Ciudad Luz.
Al mismo tiempo, el cineasta le mete el dedo en el ojo al Tea Party y a todo lo que huela a aire pútrido (¡qué falta nos hace un Woody Allen en tierras de la Santa Inquisición!). Bueno, aquí tenemos a Rouco Varela, a "Kiko", al Papa, a los niñatos boy-scouts aprendices de cruzado. Para qué seguir. Leo Bassi, no te olvido!
Hemingway, Dalí, los Fitzgerald, Picasso, una Gertude Stein que dan ganas de abrazarla... surrealismo REAL. Vayan a ver esta película en cuanto puedan. Mejor aún: dada la estafa de las salas de cine españolas que te cobran 7,5 euros más las palomitas por una proyección técnicamente lamentable, bájensela y véanla en casa.
La película perfecta para ver en compañía de un amor inteligente.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Midnight in Paris
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