Gracias a Odín, la Audiencia de Palma acaba de suspender la imputación de la Infanta Cristina, restaurando el orden natural del Universo. ¿Cuándo asumiremos, oh tristes fantasmas de carne, que hay seres entre nosotros tocados por la Luz de la Divinidad, bendecidos por el Cielo y muy por encima de la Ley humana?
Los grandes males de la Humanidad se derivan justamente de esto, de la ilusión de que somos todos iguales, cuando no es así. En absoluto. Condenados a vivir en el error.
¡Qué incultura! Si no existieran Seres Superiores ¿por qué habrían de existir las Monarquías? Es como si el pueblo de Metrópolis o de Gotham City se cuestionara la procedencia extraterrestre de Supermán o la naturaleza dual, cual Jano bifronte, de Batman o Gatúbela. ¡Herejes! ¡Insensatos! Por eso mismo las Monarquías son hereditarias, ya que la marca pimpinela, la flor de lis en el centro del culo -fuente de poder inagotable- sólo puede pasar de generación en generación. Seres de Luz, infalibles, inefables, esféricos. Pertenecen a otro mundo: allí donde da la vuelta el aire. Ignífugos, incombustibles.
¿Por qué Dios habría de poner en la Tierra seres hechos para disfrutar, para navegar, para cazar piezas en peligro de extinción, para habitar palacios, para viajar a la Terra Incógnita, para decir obviedades, para pegarse tiros en el pie o cobrar un pastón por cortar y pegar una página de Internet? Sería del todo inexplicable. ¿Acaso no os dais cuenta de que sólo un Plan Divino superior e imposible de entender para mentes machacadas y obligadas a labrar los campos, operar enfermos o colocar ladrillos puede traer hasta nosotros seres así, cuya sola presencia corta la respiración e invalida hasta las leyes puestas en negro sobre blanco? Su mera existencia demuestra que existe un Más Allá, un lugar de Arquetipos, de perfección infinita.
Así como las hormigas y las abejas oran y laboran, trabajando de sol a sol sin atreverse a mirar a sus superiores biológicos, así nosotros, ganapanes, pagadores de impuestos, míseros mortales hemos de honrar a nuestros Amos Naturales, a sus Vástagos Luminosos y a sus Hijos Políticos que bien pueden parecer Imbéciles pero lo son de un modo Divino e Incomprensible. Una Imbecilidad Congénita no exenta de Salero y Marcialidad, tal es el Moméntum y el Ímpetu que imprime compatir la vida con los Elegidos.
Sigamos pues disfrutando de nuestro presente de leche y miel, de nuestro estado de infinita felicidad y durmamos sin más. Sigamos viviendo en el Mejor de los Mundos Posibles. Abandonémonos: nuestros Amos cuidan de nosotros.
El ganado. Los niños yunteros.
martes, 7 de mayo de 2013
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