Tras arduo peregrinaje por consultas de psicólogos y psiquiatras de todo pelaje y condición, finalmente descubrió que bebía como un cosaco del Volga para que la gente que veía a diario resultara interesante.
Mucho antes de conseguir el más mínimo avance en esta dirección, su hígado dijo basta.
En su caso, como en el tantos otros, la ebriedad fue el único don que le fue concedido en vida.
Y ¡Chau Buenos Aires!
lunes, 20 de junio de 2011
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