Opina el filósofo Baruch de Spinoza que el resentimiento del celoso se expresa en “asociar al ser amado con las partes pudendas y las excrecencias del otro ser amado” (Ética, III, Proposición 35, escolio). Es decir que, para el pensador judío nacido en Holanda pero de origen portugués, cabría establecer una relación proporcional entre la intensidad de los celos y el tamaño -real o imaginado, que es mucho más "real", ya que virtualmente carece de límites- de los atributos sexuales del tercero/a en discordia.
Y sigue… “¿Qué se puede hacer ante la imagen de “ayuntamiento carnal” (op. cit.) del que siente una aniquilación existencial, la de su propia existencia?
Como si se tratara de una pasión a medio camino entre Purgatorio e Infierno. Extraña mixtura de apetitos carnales y vacío existencial. Sustancia mestiza.
También Neruda se refirió al diablo azul: "Antes de mí, no tengo celos".
En cualquier caso, si piensan regresar a casa a horas poco habituales, recuerden avisar siempre.
Tarde de otoño, casi penumbra. La ventana del dormitorio está prácticamente cerrada pero asoma una discreta luz. Silencio casi total interrumpido por ruidos ahogados, como estertores. Pasos en el pasillo de entrada. Cerradura de seguridad, tres vueltas de llave. Se abre la puerta. Luces. Los ruidos procedentes del dormitorio se hacen más claros. Él avanza con paso firme para confirmar lo que sus sentidos ya le han asegurado pero su mente se niega a aceptar... entorna la puerta del dormitorio... imágenes grabadas en la retina a hierro... pero, ¿Esto qué es? ¿Cómo? ¿No lo sabes? ¡ES LO QUE PARECE!
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