Mi pueblo tiene 224 habitantes mal contados. En la comarca se lo conoce como "el pueblo de los divorciados". Pues eso.
Tras la jornada de trabajo salí a dar mi paseo vespertino. Fui por el camino que va a dar a la carretera, para variar. Hacía una tarde de gloria bendita. El sol de otoño tiene un encanto especial.
Hoy regresó el frío y el gris. Habrá que irse al sur. El viejo sur...
De regreso, me senté en mi banco favorito cerca de la iglesia a escuchar el concierto de los pájaros. A Messiaen no le habría salido mejor.
Fui a hacer mis ejercicios al parque y me topé con el loco del pueblo (bueno, ya somos dos). Pero este otro, el pobre, está averiado de verdad. Tiene unos 7.000 años de edad, se sienta en la puerta de casa y dice -y hace- inconveniencias todo el día. No hay dinero para tenerlo en una residencia. En lugar de vivir, dura.
Al pasar cerca suyo oigo una recia voz castellana que me grita:
-¿Ande vas...?
Sorprendido por el hecho de que me hiciera una pregunta con sentido en lugar de los gruñidos habituales, me volví y le contesté:
-Quién sabe adónde va.
-Ah... eso sí que es verdad- me dijo antes de regresar a su duermevela en ningún sitio. Conectó lo justo.
Más tarde bajé al río a ver las estrellas. La Osa Mayor casi toca el horizonte.
Mañana será otro día.
miércoles, 24 de octubre de 2012
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