Hoy ha sido un día grandioso. Primera tormenta de otoño. El cielo gris, viento del noroeste y una lluvia pertinaz. Una luz acerada propia de dias alciónicos. Un viento como de Maelstrom.
Desde mi ventana, el faro del fin del mundo.
Trabajé durante todo el día y hacia la hora del crepúsculo la lluvia cesó y se abrieron los cielos, dejando paso a unas estrellas que parecían recién creadas.
Salí a recorrer los campos mojados, respirando un aire perfumado, cargado de buenos presagios. Eché en falta a mi viejo perro Fidel y una pipa con tabaco del que fumaba mi padre. Volví a casa, encendí el fuego y cené sopa de pescado con arroz.
Es medianoche. Escribo desde mi estudio. Me acompaña un plato de nueces recolectadas en las orillas del Tajuña y un vaso de whisky. Va por ustedes...
Suenan los tangos de Roberto Goyeneche: otro que cada día canta mejor.
Trabajaré toda la noche.
La muerte no nos concierne, afirmaba Epicuro. Mientras existimos , ella no está presente. Y cuando llega la muerte nosotros ya no somos.
Que así sea.
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1 comentario:
Amén, Martin, amén.
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