Día de tango y farra en casa del Doctor Cohen. Al estilo pampeano: asado desde el mediodía y trasnoche con lo que sobró (que está aún mejor). Así que hoy lunes estoy para el arrastre.
Rafael Amor, René Farías, David Cohen y el que suscribe a la guitarra y el bandoneón. Nos lo cantamos todo y nos cagamos de risa haciéndole todo tipo de cargadas musicales al que se arrancaba a cantar (le cambiábamos la tonalidad, metíamos arreglos absurdos, parábamos en medio de una pieza para reírnos a gusto, etc.).
La comida estaba exquisita -Nieves es una anfitriona de primera, la carne estaba en su punto pero es que había una camión container de bombas de dulce de leche ¿por qué me hacen eso?- y había un montón de minas de allende los mares que nos escuchaban extasiadas como si estuviéramos en una peña de San Telmo. Ni siquiera necesitábamos beber alcohol: bastaba dos por cuatro. Por qué carajo no se puede vivir siempre así y hay que darle bola a laburos alimenticios y perder el tiempo con gente hiperpelotuda. Es un misterio. El gran misterio de la vida.
¿Cómo era...? "Ganarás el pan con el horror en tu mente". Estupendo. Planazo.
A partir de los cuarenta uno está obligado a hacer inventario: hay que soltar lastre. Es preciso elegir cuidadosamente las cosas ciertas que te van a acompañar el resto de la vida, sea larga o corta. El tango y todo lo que se mueve alrededor de la música ciudadana de mi ciudad natal es algo a conservar en la mochila. En momentos de incertidumbre, de duda existencial, bien cabe enarbolar el grito de guerra de Julio Sosa al salir de los teatros:
"Che... los que estén con nosotros, que se vengan... ¡¡Están todos invitados!! Y los demás... que se vayan a la recontrarrepmqlrrmrreparió...!"
lunes, 10 de octubre de 2011
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