El inspector Ochoa no estaba para bromas. La tarde anterior había descubierto que su mujer se la pegaba con Benítez, de la tercera. Ese tío genuflexo e insoportable. Había tardado meses en darse cuenta cuando los indicios estaban ahí. Era obvio. ¡Qué gran sabueso!, pensó. En fin, la vida sigue. Vamos a dar esa rueda de prensa de una vez.
Luz, cámara, ¡acción!
La organización delictiva funcionaba así: los empresarios
afines adelantaban dinero (donativos), por ejemplo 200.000 euros, para
conseguir contratas. Entonces Naseiro, Lapuerta y después Bárcenas
llamaban al concejal, alcalde, consejero, ministro o X para que concedieran la contrata publica al "donante". Si, supongamos,
costaba cincuenta millones lo hinchaban y al final costaba cien
millones. Esa diferencia de cincuenta millones era lo que se repartían:
tanto para el empresario, tanto para el PP. Con lo cual la CAJA PÚBLICA
iba menguando.
Llega un momento en que se acaba la pasta. Lo mas grave
es que ese dinero estaba destinado a hospitales, colegios, personas
dependientes, pensiones... ¡Que se jodan! Para algo son pobres.
Ochoa se quedó callado y se acordó del poema que había escuchado en una visita de sus altezas reales. Su sonoridad resultaba conmovedora. El inspector era un gran aficionado al flamenco. Los Reyes Magos estaban de gira repartiendo globos y alegría por doquier cuando alguien les cantó una bella saeta -y eso que no era Semana Santa- desde un florido balcón, donde mis viejas madreselvas están en flor para quererte:
NUESTROS RECORTES SERÁN CON GUILLOTINA. Ayyyyyyyyyyy
Ole ese arte. Es que no se puede aguantar...
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miércoles, 24 de julio de 2013
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