Ocurre así. En un segundo. Dejas de respirar. Para siempre.
Las gentes de España, pueblo solidario donde los haya, se lanzan a las vías para sacar supervivientes de entre los hierros retorcidos, los bomberos desconvocan la huelga y se presentan en el lugar del siniestro, los voluntarios se funden en un abrazo con las víctimas. Todos echan una mano, médicos, ATS, personal en paro.
La tragedia de la muerte colectiva hace que por un segundo la gente olvide sus rencillas y se conviertan en héroes anónimos. Se crecen ante la adversidad. Ese mismo impulso podría cambiar el mundo. Podría acabar con la miseria en cinco años.
La clave está en dejar de pensar en nosotros mismos.
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