Media España pendiente de la final del éxito televisivo "Masterchef". Me parece estupendo. Mejor interesarse por la cocina y los afanes de los aspirantes que interesarse en inútiles crónicos estilo Gran Hermano, el do de pecho de la molicie y la imbecilidad congénita.
No obstante, lo que me llama poderosamente la atención es el modelo, que no es más que un calco de lo que sucede en las empresas y en la "vida real". Yendo al punto: quien detenta el poder, en este caso los "instructores", no pierden ocasión de humillar a los aspirantes poniéndoles a la altura del betún. Les falta gritar "¡Recluta Payaso, un paso al frente!" emulando a Kubrick. Se trata de algo muy conocido, reproducido hasta la saciedad en engendros como "Operación Triunfo". El método de la humillación, en vivo y en directo, ante TODA ESPAÑA.
He dado clases durante más de 30 años y no recuerdo haber humillado jamás a un alumno como "método pedagógico". Si tengo que hacer un comentario especialmente duro nunca se me ocurriría hacerlo delante de sus compañeros. A la gente hay que persuadirla, hay que enamorarla. No se trata de "dejarles en claro quién manda aquí". Es algo perimido, caducado como los yogures que se toma a pares Arias Cañete. Un triste recuerdo de la época de los castigos físicos y la noche más negra de España. La España del porque lo digo yo.
Me sorprende que nadie haya roto el guión, que nadie le haya parado los pies a los "listillos" y les haya pegado un corte memorable. Supongo que entran en el plató como los toros rejoneados, que generalmente llegan caídos del lado de la muerte.
Eso es mucho pedir. Se necesitan borregos y ese es el modelo que hay que vender. El rebelde o el individuo con criterio propio molesta, como molesta en las empresas. ¡A ti no te pagan por pensar! Es potencialmente peligroso y puede revolucionar a la tropa.
Me habría encantado un sonao, un esclavo que arrebata el pilum a un soldado y se lo clava al centurión. Pero no. Nada de rebeldes. El poder es el poder y nadie puede osar cuestionarlo. Como en el Antiguo Egipto.
De casa al trabajo y del trabajo a casa. Eso los que lo tienen, ya que el poder, los creadores de preferentes y todos los hijos de papá -atención que no he dicho HIJOS DE PUTA, válgame DIOS- del mundo tienen que domesticar al parado español para que termine aceptando cualquier cosa. Aspirando a ser el "trabajador chino del mes".
La técnica es muy sencilla. Se echa a unos cuantos. A los restantes se les hace vivir en el terror permanente pensando quién será el próximo y se les ningunea de todas las formas imaginables, bajándoles constantemente el sueldo, cambiándoles de puesto de trabajo sin explicación alguna y mareándoles con formación inútil. Saca adelante una familia con 426 euros de mierda. ¿Que no te gusta, so pringao? Pues ni eso. A pedir al metro.
Porque de eso va la vida, de caer rodilla en tierra ante los dueños naturales del mundo, de bajar la cabeza, de decir "Sí, señor".
Hasta que alguien diga hasta aquí aguanto. Qué falta nos hace un Espartaco. ¡Una legión entera de Espartacos!
miércoles, 3 de julio de 2013
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