domingo, 29 de julio de 2012

En manos de Dios


Durante el tiempo en que fui policía tuve un compañero muy religioso. Siempre que íbamos de patrulla llevaba una Biblia junto al corazón. En la unidad solíamos reírnos de él: éramos bastante capullos.
En cierta ocasión nos vimos envueltos en una situación fea. Un comando de ex-militares del este había robado un banco y mantenía rehenes en el interior. Era gente con la sangre muy fría, sabían lo que hacían en todo momento. Tenían armas de guerra, fusiles de asalto, en fin, un verdadero arsenal. Y disparaban como demonios...
Estábamos en nuestras posiciones y recuerdo que empezaron a volar los tiros. Cada uno pensaba en salvar el pellejo y nada más. En esas situaciones actúas por instinto.
Cuando amainó la tormenta, comprobamos que la Biblia que llevaba mi compañero paró en seco una bala que estaba destinada a destrozarle el corazón: nos quedamos todos de piedra.
Si aquel día hubiera tenido una Biblia junto a su rostro... ¡estoy convencido de que aún seguiría con vida!

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