Cuando creíamos que ya estaba todo inventado en la historia del crimen siempre hay espacio para la sorpresa. Parece ser que últimamente ciertos bandoneonistas argentinos tienen la sensación de que sus bandoneones han desaparecido. Ya sé, no me digás... En el 510 y en el 2.000 también...
Publicado en Clarín, 09-07-12
El músico Néstor Marconi sentía que estaba en la lista, que en
cualquier momento le podía pasar. Muchos de sus colegas ya habían
sufrido el robo de instrumentos. “Toda persona que haya pasado por mi
casa pudo haberme escuchado tocar el bandoneón”, dijo al especular sobre
quién pudo ser el que entró a su casa, en Olivos, el último fin de
semana de junio.
Marconi creía que podía ser víctima ya que hace dos años que los bandoneones comenzaron a ser objeto de deseo . Porque están a precio dólar, porque son requeridos por los turistas y porque son costosos y difíciles de conseguir . Tras la Segunda Guerra Mundial se habían dejado de importar.
Durante
los cinco días siguientes al robo a Marconi, al menos tres familias
tocaron la puerta del luthier Oscar Fischer. Todas querían vender sus
bandoneones. Pero Fischer comenzó a preocuparse por la extinción de
bandoneones hace más de una semana. “En los 80 y los 90 los músicos
viajaban a Europa sabiendo del auge del bandoneón. Iban y armaban una
feria en el hall del hotel y vendían todo”, cuenta a Clarín en La Casa del Bandoneón, sobre la calle Salta.
Por eso, en 2004 pensó en impulsar una ley. Y en 2008 se sancionó la Ley de Protección del Bandoneón, que todavía no se reglamentó. “Si los músicos de elite hubieran apoyado la ley y el registro de
instrumentos, lo de los robos se podría controlar un poco. Pero se les
terminaba el negocio”, según Fischer, para quien la difusión que tuvo la
ley hizo que los delincuentes se hayan enterado de lo rentable que
podía ser robar un bandoneón.
Norberto Vogel dice que desde
noviembre busca todos los días por Internet los cuatro bandoneones que
le robaron de su casa. Cada músico asaltado sube a redes sociales y
páginas de profesionales fotos y modelos del bandoneón robado. En el
ambiente se estipuló un código, que tampoco significa que se cumpla: ningún músico puede comprar bandoneones robados .
Vogel
dice que lo fundieron: que se llevaron una inversión de 20 mil dólares y
tuvo que endeudarse y sacar créditos para comprar nuevos materiales de
trabajo. “No sé cómo los reducen. No sé si se paran en el aeropuerto y
los ofrecen, o si los roban por encargo. Cuando quisieron desmantelar
los desarmaderos la Policía fue a Warnes. El mundo del bandoneón es
mucho más chico que el de las autopartes. Apenas hay 5 o 6 casas que los
arreglan, y 3 o 4 locales que compran y venden instrumentos”, comenta.
Además
de dar conciertos en tanguerías, Vogel da clases particulares. En
noviembre pasado, un hombre lo contactó para que le enseñara a tocar a
su sobrino. Tres personas llegaron a su casa de Villa Urquiza: primero
entró el mayor, de 65 años, quien lo había llamado, diciendo que sus
sobrinos estaban estacionando. Se fue y llegaron los alumnos, ambos de
25 años. Todos vestían de traje. Después de la hora de clase sacaron un
arma y un cuchillo. “ Vinieron por los cuatro bandoneones. No me pidieron la billetera, ni electrodomésticos, nada
. Hace un mes un colega sufrió un robo igual en su casa de Almagro. Era
la misma banda, con el mismo cuento del sobrino”, acotó.
La
familia Weckesser lleva al menos tres generaciones de luthiers. Julia es
la nieta del alemán Jorge Weckesser, que instaló un taller de
reparación y afinación de bandoneones en el barrio de Barracas. “Nos
llegan mails en cadena cuando roban un bandoneón. Es una nueva
modalidad.
Se está lucrando con un patrimonio cultural. Los
bandoneones tienen un número de serie, pero está grabado en la madera, y
se puede borrar o truchar tranquilamente ”. Además, al no estar
registrados, hasta un luthier con poca experiencia puede pintar,
“maquillar” o cambiarle alguna pieza para que el bandoneón parezca otro y
pueda venderse en algún sitio de Internet.
Fischer recuerda a un particular que se dedicaba a la compraventa y le robaron de su casa entre 10 y 13 bandoneones. Para él, no hay mafias ni bandas organizadas .En todo caso, hay complicidad
. Argumenta que cuando le propuso a sus 480 clientes instalar GPS en
los instrumentos, no juntó diez que estuvieran dispuestos a gastar los
600 pesos de instalación.
Además, comenta que han aparecido
bandoneones robados en locales de la calle Sarmiento y los barrios de
Belgrano y San Telmo. Y que fueron sus propios dueños los que llegaron
hasta allí tras sufrir un robo. Los músicos saben que, al igual que el
robo automotor, o de ruedas, el de bandoneones cuenta con distintas
patas cómplices. De lo contrario, no habría delito.
lunes, 9 de julio de 2012
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