Después de tanta lluvia, encontrarte así, de repente, sin
previo aviso. Nos quisimos tanto, por las esquinas, en los portales, en los cafés
de un Madrid que despertaba. No sabíamos vivir separados. La primera vez te
esperé para ver Missing, la película de Costa-Gavras sobre los desaparecidos en
Chile, en un cine de Fuencarral. Recuerdo que llegaste tarde y que llevabas
unas botas rojas que te hacían resbalar a las primeras de cambio, tanto es así
que tenía que sostenerte en el aire (para mi gozo). Me quedé observándote. Eras
tan guapa que quitabas el sentío: eras una bailaora. Siempre
que he querido recordarte lo he hecho así, te he imaginado bailando por bulerías undós-undostrés-cuatrocincoséis-sieteochonuevediéz! y con el
pelo recogido, como en aquella foto en la que aparecías junto a tu hermana
pequeña. O aquella otra que te hizo Natalia en La Alhambra y que me gustaba encontrar traspapelada entre mis cuadernos pentagramados. Menos mal que
Boabdil no llegó a conocerte. La caída de Granada se habría retrasado, ¡o adelantado! Vaya usted a saber...
Era diciembre. Dentro del cine hacía más frío que en la
calle. La insoportable tensión de la historia nos hacía vibrar. Jack Lemmon en
su particular descenso a los infiernos, buscando a un hijo luminoso que no
volvería a ver con vida. Los amigos del barrio, los maestros de escuela, los
poetas pueden desaparecer. Años más tarde recorrería las calles de Santiago y
de Valparaíso buscando rastros de fantasmas, pero ya no éramos. Tu
vida siguió un camino distinto del mío.
Sin sospecharlo, Malasaña sería el eje de los años compartidos:
La Blanqueada, donde oímos tangos y bebimos absenta hasta hacernos sangre, la
calle La Palma, los paseos en moto, la casa en la Glorieta de Bilbao 1907, los cafés en otoño, el
Maravillas, la Dos de Mayo, con Daóiz y Velarde salvando a España de los
franceses, te me irías con un francés a la postre... pero tú aún no lo sabías. Me
mirabas y sonreías. ¡Cómo me gustaba verte sonreír! Nos besábamos una y otra vez cuando era extraño hacerlo
en las calles cubiertas de neblina y latía el gallo negro. Pero nosotros estábamos a salvo, estábamos juntos. Teníamos todo el tiempo por delante. Todo el mar.
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