miércoles, 11 de mayo de 2011

En tierra

El "Miguel Hernández" se portó como un campeón cruzando el Atlántico. Gran traqueteo al costear Yucatán (cómo se veían los ojos de agua! Daba ganas de tirarse a nadar unas brazadas...). Vi el avión de Indiana Jones aparcado en Guatemala, un bimotor presto a partir. Os envía saludos.

La pista de Guatemala es corta y acaba por un lado en precipicio y por otro, en una subidita para darle impulso al avión. Como falles... ciao! Al estilo "El vuelo del Fénix", que le encantaba a mi tío Santiago, Dios lo tenga en su gloria. Bueno, cuentan que la de Tegucigalpa es mucho peor.

Managua, 30 grados en la noche. Gente cálida y conversadora desde el comienzo.
En brazos del pájaro de hierro recordé el poema que el oriolano, tras recibir una carta de su mujer en la que le contaba que sólo comía pan y cebolla, le dedicó a su hijo.

Miguel, que era un hombre de luz, nos regaló a todos esta belleza que aterra y conmueve a partes iguales, las Nanas de la cebolla.

"Os voy a leer un poema que acabo de escribirle a mi hijo", dijo a sus compañeros en el presidio franquista en el que habría de morir no mucho después. Cuentan que hasta los carceleros lloraron y esa noche miraron a sus propios hijos con otros ojos.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

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