Cuando uno muere cree que sigue viviendo pero no. Ya no. Todo se parece a antes pero hay notables diferencias. Por ejemplo, cuando estás muerto todo el mundo es de derechas. Así es: la gente tiene un coágulo crónico en la cabeza –la cabeza virtual, se entiende- que le impide pensar con claridad y suelta una imbecilidad tras otra.
En las reuniones no se dice nada que tenga el más mínimo interés: resulta de mal gusto para un alma desencarnada. Puede llegar a ser motivo de enfado y cuando un muerto de derechas se enfada, prepárate.
¿Y el túnel? ¿Qué pasa con el famoso túnel blanco y la paz redentora? Pues es más bien azulado y más que un túnel parece un haz de rayos que va de menos a más, como los que despediría la kryptonita en el Ártico en caso de ser azul. Es la demostración definitiva de que tras la muerte te espera la derechona de toda la vida. El PP en todo su esplendor. La calle Génova. Rajoy. El caso Gürtel. Camps, Trillo, Aceves y Álvarez-Cascos. Esperanza...
Como tú estás muerto tampoco eres ninguna maravilla: pareces una hija de Zapatero. Te repites, te mosqueas, agitas los brazos intentando hacerles entender, pero es un esfuerzo inútil.
Tras la muerte la gente se casa obligatoriamente por la Iglesia habiendo superado un arduo cursillo y el cura siempre pertenece al Opus. Las relaciones prematrimoniales están totalmente prohibidas. Pero ¿cómo castigar a un muerto? ¿De qué más se le puede privar? He ahí un verdadero rompecabezas para los tanatoteólogos.
En el mundo de los muertos no hay pobres. Sólo hay nuevos ricos. Para entrar en sus clubes hay que aprobar -con nota- un examen de prejuicios racistas y lugares comunes. Las prácticas se realizan con gitanos, sudacas, negros, judíos o musulmanes tomados al azar por el ancho mundo de los no vivos. La televisión es la única fuente de cultura. Como ya no tienen cuerpo, que ha sido dejado al cuidado de los gusanos, las gentes pueden ver la televisión durante toda la eternidad y formarse un criterio sobre las cosas. Los libros están terminantemente prohibidos.
Vendrá la muerte y tomará mis ojos. De hermanos que se han ido tan lejos.
La muerte es que otro pasee a tu perro, se acueste con tu mujer (otros lo llamarían cuernos postmortem), lleve a tus hijos al colegio. En fin, que viva tu vida. A tu alrededor sólo gente racista y mucho nuevo rico. Y todos los canales de televisión sonando a la vez.
Las cartas de Hacienda seguirán llegando, pero sabrás que definitivamente estás muerto.
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