jueves, 23 de febrero de 2017

Breaking Bad


lunes, 20 de febrero de 2017

A la deriva

Un maravilloso cuento de Horacio Quiroga que tiene sabor a infancia y a postres de abuela. Allá lejos y hace tiempo...

                                                                           *   *   *

El hombre pisó blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
       
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
       
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
       
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
       
Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
       
—¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
       
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
       
—¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo. ¡Dame caña!
       
—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
       
—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
       
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
       
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
       
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
       
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
       
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
       
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
       
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
       
—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
       
—¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
       
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
       
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
       
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
       
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
       
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
       
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
       
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también...
       
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
       
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
       
—Un jueves...
       
Y cesó de respirar.

domingo, 19 de febrero de 2017

Depresiones

Tengo algunos amigos y conocidos que me hinchan las pelotas con sus depresiones. Que si los dejó la novia o la mujer, que si no encuentran trabajo porque tienen 722 años, que si la vida se les va. Basta. No soporto a los llorones.

No se dan cuenta de que por mal que les vaya viven en un entorno privilegiado. En un país que, pese a todo, la crisis que no cesa, los chorizos, el y tú más, es único. España es un milagro. Por su gente, su clima, su entorno. Un país que vive y deja vivir. El único país del mundo en el puedes hablar hasta con un fascista. Comunista, fascista, mediopensionista... qué más da. Aquí todo el mundo es anarquista y a los cinco minutos se olvidó de lo que dijo, que suele ser una barbaridad sin un átomo de mesura.

Vete al norte y entonces sí que tienes motivos para deprimirte. Un clima de mierda, una gente avara hasta decir basta, un egoísmo a prueba de bombas. Ciudades SIN BARES.

Vete al sur y que no te pase nada. Trata de ir a un hospital público en América Latina. Luego me cuentas. Llévate el bisturí de casa. Y los medicamentos cómpralos online.

Hazte mayor en el antiguo Imperio Español. El Estado quiere mucho a sus viejitos.

Por qué no se miran un documental de cómo vivían el día a día los soldados de la Primera Guerra Mundial. En ambos lados del frente.

Hundidos hasta el cuello en barro. Recibiendo obuses a todas horas. Se calcula que más de la mitad de los 9 millones largos de soldados que murieron en esa masacre nunca vieron al enemigo: les caía un bombazo en plena trinchera y quedaban convertidos en puré. Morían por nada en una guerra absurda en la que cada movimiento se pagaba con un río de sangre.

Y los que lograban salir de aquel infierno ya no conseguían volver a dormir tranquilos. Hace 100 años de aquella barbaridad, de aquella generación perdida para siempre.

Hay que dejarse de joder. La alegría de vivir también se puede aprender. Es un hábito. Y no hace falta ir a ningún ridículo curso de Crecimiento personal ni chorradas varias. ¡Hasta los anuncian en el metro! Crecimiento personal de sus cuentas corrientes. El otro día vi anunciado un cónclave de gurus de esta clase de engañifas más antiguas que la tos. ¡EN MADRID! Pero si aquí la gente se reía hasta en la posguerra cuando no había de nada. ¿Por qué no se van a sitios donde solo vivan tristes? Señal de que el personal está como una chota.

Este país resultaba atractivo para la gente de todo el mundo con cerebro o algo que decir incluso en los peores momentos de su historia. España no puede dejar de ser España.

Mejor te gastas esa pasta en cañas y aprovechas cualquier oportunidad para reírte de ti mismo. El que no se ríe a carcajadas de sí mismo es porque no quiere.

¡Motivos sobran en todos los casos! Sobre todo a partir de una cierta edad.

Al afeitarte ponte una nariz de payaso y no te la quites en todo el día.

Son 85 euros más IVA. Hala. A cascarla. ¡Que pase el siguiente, coño!




sábado, 18 de febrero de 2017

Suiza

¿Por qué ser Bolivia pudiendo ser Suiza?

Suiza es un país maravilloso. Próspero y culto. La Confederación Helvética cree en el arte con mayúsculas, ese que eleva el alma del cerdo humano.

¿Cómo ser Suiza?

Es muy fácil. Solo hay que convertirse en la putita de los nazis y lavar todo el dinero mugriento internacional. Eso genera una serie de plusvalías que, gracias a la magia del interés compuesto, deviene en mucha, mucha pasta.

Después se puede invertir en ARTE. Así. Con mayúsculas.

Esos mismos que se dicen religiosos a más no poder ya pueden ir rezando para que Dios y toda la tramoya de premios y castigos post-mortem no existan.

Porque si no...

Bajo el sol

¿Cómo resolver el problema de la injusticia si la solución final, valga la tremenda expresión, es una dictadura? Así sea la dictadura del proletariado.

Sabido es que las teorías de Marx estaban diseñadas para democracias liberales maduras, como es el caso de Francia, Alemania o Inglaterra. Con una clase trabajadora organizada y un nivel de conciencia de clase muy desarrollado.

Pero las cosas no ocurren casi nunca como se planean. Ocurren, antes o después, pero de otra manera... Y la revolución sucedió en Rusia, un país feudal con una clase trabajadora en régimen de semiesclavitud.

Sin embargo, los problemas siguen siendo los mismos. Hay gente que no tiene acceso a nada y nunca podrá siquiera soñar con una vida digna.

¿Cómo resolver los problemas de la miseria universal si no es por medio de una revolución? ¿Los poderes establecidos cederán graciosamente todos sus privilegios, así, sin más?

¿Y qué sentido tiene hacer una revolución si luego termina en una dinastía que recuerda a los regímenes monárquicos del estado absoluto, con hijos, hermanos, cónyuges, parejas de hecho o esbirros puestos a dedo heredando la jefatura del estado?

El problema está en la naturaleza humana. Sigue siendo la misma desde la época en que contábamos historias junto al fuego.

Un hijo de puta siempre es un hijo de puta. En la Inglaterra liberal de la reina Victoria y en la Albania de Enver Hoxha.

Al igual que el sueño de la razón produce monstruos, cuando la clase de "los de abajo" toma el poder, crea su propia clase de privilegiados. Ahora nos toca a nosotros, se llama. La gente supuestamente "normal" se rasga las vestiduras, pero no repara en que con sus actitudes cotidianas, sus coches, sus cómodas casas, sus viajes, su sanidad privada, sus colegios de pago, trazaba una línea divisoria de hierro con los miserables, potenciando un rencor de alcance universal.

La esperanza existe y está en todos aquellos que hacen algo por los demás, única medida de la integridad y la valía de un ser humano. A partir de ahí se pueden construir cosas sólidas.

El gran triunfo de la democracia liberal es haber transformado en pequeño-burgueses a los intelectuales. Los ha comprado, incorporándolos a la sociedad de consumo. Y cuando los vientos del pueblo arrecian son convertidos en polvo, porque no significan nada para nadie. No tienen el respeto de las clases trabajadoras porque, precisamente, viven como burgueses y adoptan su miserable escala de valores. Filosofan desde sus casas de verano, frente al mar, ante una copa de vino caro. No tienen la menor idea de lo que significa ser un trabajador. Eso sí, se dicen de izquierdas. Pues vivid como viven los trabajadores, no como niños pijos, hipócritas de mierda.

El pensamiento ha de continuar evolucionando. La única opción a la democracia liberal no puede ser el monopartido hereditario. Tiene que haber una tercera vía.

Ha de existir algo mejor que lo que tenemos o lo que la antigua Unión Soviética y la actual Cuba o Corea del Norte proponen. Sobre todo en un mundo mucho más complejo, con casi 8.000 millones de bocas que alimentar.

Orfebres

Si solo vivimos una mínima parte de la vida que está en nosotros, ¿qué sucede con el resto?

jueves, 16 de febrero de 2017

Breve encuentro

¿Era ella? Sí. Hacía años que no la veía. Desde aquel viaje absurdo a Alicante.

—¡Luisa!

Al principio no me reconoció, pero terminó dándome un abrazo. Me recordó muchas cosas.

—¿Por qué dejaste de escribir? —no había duda, era ella. Ese talento natural para la diplomacia.

—Bueno... en realidad no dejé de escribir.

—Ah... pues estupendo.

—Lo que dejé es de escribir bien.

martes, 14 de febrero de 2017

Radio Mozart

La publicidad de Radio Mozart, que emite la obra del genio de Salzburgo 24 horas al día, es "Mozart had money problems. So does Radio Mozart...".

Y después piden un donativo. Vamos bien.

lunes, 13 de febrero de 2017

Origen

Después del viaje al origen, Antonio quedó tocado. Quién era toda esa gente. "Distintos de mí hasta la saciedad... y sin embargo tan cerca. Ese extraño aire de familia".

¿Parientes? La distancia hasta la tragedia siempre es breve.

"Sí. No cabe duda de que somos uno y lo mismo", pensó. "Nos parecemos tanto... A la hora de hacer mal las cosas somos como dos gotas de agua. Nos equivocamos con pasión, con verdadero fervor".

La prueba definitiva.

sábado, 11 de febrero de 2017

Rufianes melancólicos

Los/os invito al blog de Rufianes melancólicos, dúo tanguero compuesto por Mauricio Vuoto, piano y arreglos, y el que suscribe, Martín Rasskin, voz.
© Fausto Martín

Desde el cuore. Va por ustedes/vosotros!

viernes, 10 de febrero de 2017

Lealtades

Cuando finalmente y contra todo pronóstico Efraín consiguió el puesto de director general lo primero que hizo fue reunirse con su jefe de seguridad.

—Maidana... ¿verdad? Tiene usted aspecto de policía.

—Lo fui... pero de eso hace bastante tiempo.

—Necesito saberlo todo acerca de mis colaboradores. Sin excepciones. Sobre todo de aquellos que se dicen mis aliados. Quiero saber qué piensan realmente, si tengo que temer algo de ellos y con qué medios cuentan para una posible rebelión. Cuáles son sus puntos débiles, cómo se relacionan. Y quiero reunir toda la información que pueda comprometerles en un futuro. ¿Qué puede hacer por mí?

—Bueno... cualquier cosa, señor director. Lo que usted ordene. Siempre que sea legal...

—¿Y si se trata de algo manifiestamente ilegal?

—Ahh... pues también. Solo varía el precio.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Unos y ceros

Todos esperando una señal. Mensajes inconexos, fragmentos de nada.

En el fondo del mar, los cables que transportan los anhelos, las dudas, los reencuentros imposibles dejan una estela que suena a soledad. Buscando restos microscópicos de pecios hundidos hace siglos. Una letra suelta, un verso calcado. ¿Hay alguien que sepa correr tan rápido? Tan veloz.

Amores en pantallas diminutas, atrapados en cajas, deseando respirar oxígeno real. Árboles.

Alguien capaz de esquivar su propio destino.

viernes, 3 de febrero de 2017

El día de la marmota

Donald Trump afirma que el mundo tiene problemas y él los va a arreglar. A golpe de insulto y exabrupto. Colgándole el teléfono a todo aquel que le diga algo que no sea de su agrado. Al estilo de su amigo Putin pero al frente de la todavía primera potencia. Los chinos deben estar dando saltos de alegría. Es el fin del mundo como lo hemos conocido.

Desde Calígula y otros locos egregios la lista de fenómenos paranormales que han ocupado la jefatura de un estado es virtualmente interminable, pero esta hamburguesa transgénica los convierte a todos ellos en profesores eméritos de Oxford.

Que Dios nos asista.