domingo, 28 de febrero de 2016

Boludín Pijín

Urdangarín: el hombre que no sabía demasiado.

sábado, 27 de febrero de 2016

Drexler

Encuentro con Jorge Drexler en una velada de guitarras, milongas, tangos y rumbas. En plena sierra de Madrid -donde viví varios años- y con una lumbre gloriosa, mientras nevaba copiosamente. De hecho, logramos salir antes de que aquello se pusiera intransitable...

De repente, recordé un viaje totalmente loco que hice con mis padres y mi hermano Diego (Iri todavía no había nacido). Recién llegados a España. Mi viejo había hecho una exposición en Valladolid y debía transportar los cuadros a Zaragoza. Total que nos fuimos los cuatro en pleno mes de febrero a Valladolid -pasando del colegio. En el camino, antes de atravesar tierras de Soria, aquello se puso más blanco que Doctor Zhivago, la furgoneta patinó y nos quedamos enterrados en la nieve. Estuvimos tirados un tiempo hasta que apareció una cuadrilla de castellanos que bien podrían haber ganado la Guerra Civil ellos solos. "A ver.... vamos a ver...", gritaban y discutían entre sí. A base de pala y hombro sacaron el vehículo y pudimos regresar a Valladolid ya que el paso estaba cerrado. Para nosotros, inconscientes, todo aquello fue una gran aventura. En Buenos Aires nevó por última vez en 1927... aún faltaban 8 años para la muerte de Gardel.

Considero al uruguayo un autor de gran talento. Un tipo fino.

Coincidimos en nuestra incondicional admiración por Chico Buarque y ambos pensamos que su "Construcción" (Construçao) es una de las mejores canciones que existen. Ahí es nada. Qué cosa tan extraña coincidir en ese tema. "Construcción" narra en tres versiones diferentes, jugando con las palabras con gran maestría, la muerte de un albañil que se precipita desde lo alto, que muere de contramano y entorpece el tráfico de un sábado. La gente prescindible, la que no le importa a nadie. En los 70-80, Olga Manzano y Manuel Picón también repararon en ese tema y hacían una versión preciosa.

Del extenso repertorio de Drexler comparto con ustedes "Memoria del cuero". Una canción que me toca especialmente y que dedico a todos los que no somos de ninguna parte y, por tanto, somos ciudadanos del mundo. Como debería ser para todos en esta nueva época de persecuciones, fronteras, refugiados, niños que se pierden en el mar e hijos de una gran puta a los que el sufrimiento humano les importa poco y nada.


jueves, 25 de febrero de 2016

Roberto Bolaño

Sobre su posición política, el escritor chileno comentaba: "no me gusta la unanimidad sacerdotal, clerical, de los comunistas. Siempre he sido de izquierda y no me iba a hacer de derechas porque no me gustaran los clérigos comunistas, entonces me hice trotskista. Lo que pasa que luego, cuando estuve entre los trotskistas, tampoco me gustó la unanimidad clerical de los trotskistas, y terminé siendo anarquista [...]. Ya en España encontré muchos anarquistas y empecé a dejar de ser anarquista. La unanimidad me jode muchísimo".

miércoles, 17 de febrero de 2016

Mejor después

Llevaba meses planeando el viaje al Festival de Cosquín. La vida familiar me tenía harto. Trabajaba todo el día sin descanso y sin perspectivas. Apenas podía pagar los gastos... Cuando acaba el mes no quedaba nada y vuelta a empezar. Esa maldita incertidumbre, inventando en el aire.

Pero me encantaba el folklore. El viejo Atahualpa, la Negra, Falú, Zitarrosa. Las zambas, las milongas, ¡las chacareras…! eran mi refugio. El tango no sé… siempre con mala onda. Ese lamento de cornudo irredento.

Todo el año me lo pasaba pensando en el momento de agarrar el coche y salir a la ruta. En casa vivíamos todos apretados: los abuelos, los hijos, el perro. Aquello era un circo. Nos queríamos todos mucho pero, de vez en cuando, era inevitable que surgieran discusiones e intercambios de pareceres por medios no convencionales. La vida familiar, usted ya me entiende...

Los abuelos vivían en una parte más o menos independiente de la casa, pero sus discusiones se oían al detalle. Una pareja que aguanta tantos años se acostumbra a comunicarse de formas que, contempladas por un extraño, resultan inexplicables.

El viejo se levantaba todos los días a las 5:30 e iba a la fábrica, donde le esperaba un gigantesco telar y un ruido infernal. Así todos los días de todos los años, todo por un sueldo miserable. Que conservara la cordura y el autocontrol después de tantos años de machaque cotidiano resultaba más que notable.

Fogones que invitan a matear… Nunca pude adaptarme a la gran ciudad. Me voy nomás.

Siempre fui un tipo bastante metódico. Había revisado el coche –un Ford A del tiempo de Upa pero que rodaba que daba gloria verlo–, llevaba el equipo de mate (fundamental), unos cuantos sándwiches y un poco de matambre. A qué más.

La mañana era fresca y bien que temblaba el lucero del alba. Después de todo iba a escuchar zambas hasta decir basta.

Subí al viejo Ford, saqué el cebador, aceleré un par de veces como me había enseñado mi viejo y arranqué. Esperé que se calentara un poco el motor y, cual Fangio ciudadano, ¡rumbo a Córdoba! Allá vamos…
No había recorrido ni cincuenta metros cuando veo por el espejo retrovisor que el abuelo sale corriendo de casa a los gritos.

—¡Me voy con vos…! Esperame…

Aflojé la marcha y esperé que se subiera.

—Dale. ¡Arrancá…!— dijo el viejo.

Aquello resultó totalmente inesperado. Años de vida ordenada. Siempre en pareja a todos lados.

—Pero Don Leizer… ¿no le va a decir nada a la abuela?

—No. Arrancá te digo.

—Se va a preocupar...

—Mirá pibe… la vida está llena de interrupciones y desgracias. Vámonos de joda mientras podamos. ¡Prefiero discutir a la vuelta!

viernes, 12 de febrero de 2016

Ezeiza

Mis recuerdos de pibe están estrechamente vinculados a Ezeiza, el aeropuerto internacional de Buenos Aires. Ni Ministro Pistarini ni inventos raros, para mí siempre será Ezeiza.

Años más tarde lo cambiaría por Barajas. Ir a recibir a alguien que venía del otro lado del mundo, alguien que se iba. Horas interminables de despedidas y abrazos. Caty, Roberto, Israel, Teresa, Raúl, Mary, Naúm, Sergio, Carlos, Margarita, Ernesto, Cata, Luis, Jaci. Olga y Manuel subiendo al avión con Tabaré. Corriendo de la mano de mi viejo por las pistas. ¡Se nos van los amigos! Allá bañados en lágrimas, como lloraban los capitanes griegos en la propia Ilíada. A este lado del charco todo para adentro. Un español nunca llora. Aprieta los dientes y mira al frente.

Pablo Iglesias se conmueve ante la gente que no cuenta para nada. Se le atragantan las palabras. Aunque solo fuera por eso, en cuanto tensión humana vale más que todos los políticos profesionales juntos. Aún no sabe que para dirigir el barco hay que ser un robot impasible, sin alma. Optar siempre por el menor de los males. Aprenderá.

El buen gobernante en nuestro mundo actual es un auxiliar administrativo de quienes sí tienen poder de decisión. Programan una máquina, esas mismas que nos permiten comunicarnos con el más allá sentimental, y desmoronan los índices bursátiles a una velocidad desconocida. Su nombre técnico es trading de alta frecuencia. Previamente se han puesto cortos... como si no supieran lo que iba a pasar. Cada punto que bajan los Nikkei, los SP, los Ibex, los Dax incrementan el nivel de dolor de quienes dependen de la gracia de los poderosos para sobrevivir. Cuando se hayan quedado con todo a precio de saldo invertirán el sentido de la marcha. En un atraco con navaja hay más nobleza.

Desde niño, personas centrales en mi vida que se fueron para siempre. Las cartas, con esa magia de letra apresurada y sintaxis corregida. Quince días de ida y quince días de vuelta. Las comunicaciones que envía el Curiosity desde Marte tardan 14 minutos en llegar a la Tierra.

Después la evolución vertiginosa de las telecomunicaciones. Las BBS, Internet, el correo electrónico, Skype, Whatsapp. Este mismo blog, que es una botella al mar y a veces arriba a costas insospechadas. Poder comunicarse de forma instantánea y gratuita con la otra cara del mundo.

Gente que aparece después de tanto tiempo. Como si hubiéramos vivido en planetas distintos. La España a la que llegué con mis padres a finales de los setenta no se parece en nada a la actual. Nos metieron en el euro sin pensar y sin preguntar. El propio proyecto del euro parece ser que no lo pensó nadie. Países que no destacan precisamente por su nivel de imbecilidad colectiva, como es el caso de Dinamarca y el Reino Unido, se mantuvieron al margen. Probadlo vosotros y luego nos contáis. Pues sí. Os contamos.

Nos vemos en dos años. Tres a lo sumo... En cuanto nos instalemos te escribimos y vemos cómo traerte. Lo primero será buscar un trabajo. Antes tengo que saber qué quiero hacer con mi vida. Te llevo conmigo, hermano. Llamame en cuanto llegues. No llorés, loco.

En los bosques de Ezeiza aprendí a andar en bicicleta. Se quedó en casa, esperándome en vano. También a vos desde el recuerdo te vuelvo a ver.


sábado, 6 de febrero de 2016

William Butler Yeats

SAILING TO BYZANTIUM

I
That is no country for old men. The young
In one another's arms, birds in the trees
-Those dying generations - at their songs,
The salmon-falls, the mackerel-crowded seas,
Fish, flesh, or fowl, commend all summer long
Whatever is begotten, born, and dies.
Caught in that sensual music all neglect
Monuments of unageing intellect.

II
An aged man is but a paltry thing,
A tattered coat upon stick, unless
Soul clap its hands and sing, and louder sing
For every tatter in its mortal dress.
Nor is there singing school but studying
Monuments of its own magnificence;
And therefore I have sailed the seas and come
To the holy city of Bizantium.

III
O sages standing in God's holy fire
As in the gold mosaic of a wall,
Come from the holy fire, perne in a gyre,
And be the singing-masters of my soul.
Consume my heart away; sick with desire
And fastened to a dying animal
It knows not what it is; and gather me
Into the artifice of eternity.

IV
Once out of nature I shall never take
My bodily form from any natural think,
But such a form as Grecian goldsmiths make
Of hammered gold and gold enamelling
To keep a drowsy Emperor awake;
Or set upon a golden bough to sing
To lords and ladies of Bizantium
Of what is past, or passing, or to come.

Profesor Neurus

El profesor Neurus era un personaje de mi infancia. Tenía un ayudante que se llamaba Pucho al que maltrataba continuamente llamándole "retonto" y lindezas por el estilo. Más o menos, como hace el jefecillo de turno con sus subalternos. A Pucho lo salvaba que era un buenazo y que tocaba el bandoneón. Recuerdo un episodio en que cantaba un tango cuya letra solo decía "este que... este que..." También tenía lo suyo.

El ser humano solo sabe librarse del estrés pasándoselo a otro. Es el límite de la evolución.

El bueno de Neurus tenía complejo de genio y gastaba aires de haber descubierto el agua tibia. Un precursor.

Con los años, he ido conociendo muchos Neurus y Neuras. Gente que está del tomate. Muy recomendable el libro que escribió mi ex-alumno y gran amigo Rodrigo Muñoz-Avia, "Psicólogos, psiquiatras y otros enfermos".

"No mires a los ojos de la gente, me dan miedo, siempre mienten...", decía Coppini, que ya se marchó.

Parejas que se dicen toda clase de barbaridades a plena luz del día, delante de todo el mundo (¿para qué mierda siguen juntos si se odian a todas luces?), hijos que tratan a sus padres como si fueran basura sin compactar, amigos instrumentales... en fin.

Qué inocente parece el lejano Neurus en comparación con los locos que andan sueltos. Este que...

Profesión

El saxofonista cubano Paquito D'Rivera era un adolescente cuando conoció a Ernesto Guevara.

—¿Vos a qué te dedicás?— preguntó el comandante.

—Soy músico— respondió Paquito.  

—No, vos no me entendés, lo que quiero decir es en qué trabajás.

jueves, 4 de febrero de 2016

Al otro lado

Tras las paredes de mi casa se ha instalado una simpática y joven pareja. Tienen un hijo pequeño que se llama Adrián, como mi sobrino.

Gracias a las excelentes calidades de construcción que nos ha dejado como legado la burbuja inmobiliaria y a la presunta sordera de mis vecinos, que hablan a gritos, oigo a la perfección todas las andanzas del bueno de Adrián.

—¿Te vas a portar bien? ¡¿Te vas a portar bien...?!— le grita repetitivamente su madre a la hora de la cena, 20:15 UTC.

No. No se va a portar bien. Nunca se va a portar bien. Perded toda esperanza, como dicen los portavoces de esta nuestra fragmentada España. Se portará mal hasta que muráis de agotamiento. Después podéis comenzar a ser amigos.

Ouija de por medio.

lunes, 1 de febrero de 2016

Luis Luchi

Descubro que llevo semanas sin escribir. Qué se yo... estas fechas de alegría oficial, la soledad, los años hijosdeunagranputa. Desde que empecé a escribir el blog no había pasado un mes completo sin apuntar nada. Bueno, ahora ya sí.

Y regresamos, pues. Como decía un nica loco que conocí en las selvas infinitas.

Para regresar, Luchi, que siempre vuelve. Tengo un recuerdo formidable de Luis Luchi, poeta porteño amigo de mi viejo, compañero de los años de plomo. De escasa estatura, bigote tanguero y caminar lento. Un corazón enorme. Excesivo. Esa clase de personas que siempre te hacen sentir bien.

Mi casa paterna era frecuentada por personajes variopintos que vivían fuera de la realidad (a saber qué carajo es la realidad...), la sonrisa pintada en la cara. Tipos pierna.

Luchi siempre estaba dispuesto a compartir sus últimos poemas. Yo era chico, pero lo admiraba y su presencia me conmovía. Viejo Luchi... ¡Luchín! como le decía mi viejo y lo abrazaba.

Luis vivía en Barcelona, más parecida a Buenos Aires que Madrid. Decía que al final de la rambla Colón señalaba Parque Chas. Recuerdo una noche muy lejana en que vino a cenar con Irene, su compañera, su puntal, que evitaba que aquel ser frágil se deshiciera en el aire. Como le ocurría a Celaya, a Onetti, a tantos otros.

Una mina que arrodilla mis arrestos de varón.

¿Cómo explicar la fragilidad de quien ha visto y ha soñado tanto día y noche?

Irene trabajaba en el hospital. Otra forma de negociar a diario con el dolor. En esa gente no había maldad. No tenían nada de tanto compartir.

—Venite a Barcelona...— me decía Irene. —En el hospital hay un médico que descubrió el tango y dejó la medicina... ¡se pasa las noches tocando el bandoneón en el cabaré! Mucho ojito con el gotán, pibe.

Entonces Luchi se levantó sin decir nada, fue a la cocina y trajo su cartera. Sacó un librito amarillo que se caía a trozos y me lo entregó como un tesoro: un cancionero de tangos de antes de la década infame. Con dibujitos.

—Me acompaña desde siempre. Es para vos...

Y aquí está el libro, conmigo. Sobrevivió a toda clase de separaciones —mi especialidad—, divorcios, barcos que se cruzan en la noche (más bien, colisionan), diferencias irreconciliables, caracteres improbables, quilombos de todos los colores, soledades, círculos hacia la nada.

Estás. Aquí está conmigo, ¡viejo poeta! Esa gente que, sin proponérselo, te marca para siempre, que no sabe que sus actos, sus palabras, se multiplican, crecen.

Como el cuadro que colgué en el salón de casa que, cuando mi hijo no está, es el salón más solitario del mundo. Pero está el cuadro que Pedro Gaeta —otro prócer maestro de vida, que nunca se casó porque "se debía al amor" (¡qué imagen para un gotán!) Me debo al amor...— le hizo a Luchi. Así que los dos me acompañan, aquí, en el culo del mundo. A veces repodrido de tanta soledad y a veces más contento que perro con dos colas. Lo mío es no estar. Estar siempre al revés de como estoy. Quién me entiende. Yo no, desde luego.

Barcelona. Verano de 1993.

Irene había fallecido, pobrecita. No llegué a tiempo de darle un abrazo. Yo había viajado para ver a Ribalta: un imbécil integral. Perdí el tiempo de lo lindo, pero justo antes de volver a Madrid me acerqué a ver a Luchi. ¿Dónde vivía? En el Nou de la Rambla, en medio de todo el quilombo, las putas, los malotes. Cómo no...

Lo llamé y le di un alegrón al viejo.—¡Venite, querido...! Me encantará verte. Y ahí me fui, con mi maleta llena de cosas raras.

Luis se había juntado con una escritora y traductora. Como referí, el piso estaba situado en el cogollo del conflicto permanente. Pero en su interior reinaba una extraña paz. Alicatada hasta el techo de libros. ¡Ediciones de Losada! Todas las ediciones de Losada... Qué bien me hacían sentir esos libros. Como en casa.

Una charla maravillosa sobre la vida, el arte, la literatura. El sacerdocio de la soledad, de los que aspiran a hablar con Dios.

Terminamos bebiendo ginebra en el Molino y, a pesar de mi reiterados ruegos, insistió en pagar la cuenta. Él, que vivía del aire. Sacó un billete de 2.000 pesetas y sentenció: de ninguna manera, sos mi invitado.

Los amigos del barrio en Buenos Aires mantienen viva su memoria. Los Garrido, el propio Gaeta, otros muchos. Esas cosas que pasan en mi país natal. Seguir viviendo para que otros vivan. Vivir para y de los amigos. Cortázar sabe de qué hablo.

¡Gracias por todo, viejo Luchi! Un abrazo enorme.