jueves, 30 de diciembre de 2021

Suerte

En mis viajes conocí a una pareja de personas maduras que se habían unido hacia los 60 años. Ambos con hijos y todas las mochilas de vida que quepa imaginar.

Él vivía en Lisboa y ella en Oporto. Recuerdo que ella cocinaba realmente bien. Hay mucha gente que cocina bien, pero aquella mujer tenía una manera de combinar los sabores que siempre te sorprendía. Había nacido en Angola cuando todavía era colonia.

Cada uno conservó su casa en su ciudad y se reunían de tanto en tanto. Se llevaban fatal. Según pude ver ella tenía un carácter endiablado y decía lo primero que se le pasaba por la cabeza. Sin filtro. Él era mucho más diplomático y contemporizador (había trabajado en el servicio diplomático de hecho...).

En algunas cenas en su casa de la playa -ella gustaba de oír cantar tangos- presencié varias discusiones que se disparaban en algún momento de la noche. Pensaba para mis adentros... "cómo es posible. Tienen la casa perfecta, hijos maravillosos, estamos en el mejor sitio de Portugal, la noche está estrellada, la cena es digna de un emperador romano..."

Fonte da Telha. Tan cerca de Lisboa y tan distinta. Me hice amigo íntimo de una pescadera del mercado. Me escogía los mejores bacalaos. Los apartaba para mí. Era tan sensual... podría haberme casado con la pescadera. Siempre he amado los mercados.

En un mercado no hay angustia vital.

Él me dijo varias veces... "esta mujer es como un león. Lleva África en las venas. Ataca y luego pregunta".

Nunca entendí por qué habían hecho pareja. Tampoco parecían muy compatibles en términos de intereses culturales. Se peleaban todo el tiempo y a la vista de todos. Les daba igual.

Y sin embargo, no me preguntes por qué, creo que se querían. Sea lo que sea eso de quererse.

O más sencillo aún: estaban teniendo suerte y no la controlaban ellos. Podían separarse por mil y una razones. Pero el evento que lo dinamitara todo se resistía a suceder. 

Nos negamos a aceptar el papel que tiene la suerte en las cosas fundamentales de nuestra vida. Eso nos haría vivir en un mundo desprovisto de sentido. Al carecer de sentido las reglas morales se vacían de contenido. 

O quizá creamos reglas morales y luego buscamos el sentido en un mundo que es puro azar. De ahí la permanente sensación de soledad. De soledad esencial.

Si no hubiera parado en aquel semáforo, si no hubiera abordado aquel avión a Barcelona, si no me hubiera atrevido a preguntarte si eras italiana, si no hubiera irrumpido en El Prat entre esa fila de ingenieros que te hacían la corte y con toda mi caradura no te hubiera pedido el número de teléfono. ¡Y me lo diste! Había que ver la cara de todos esos pijetes impecables. El premio mayor para el más lanzado, el más loco. Si hubieras perdido el avión de regreso a Madrid, si mis chistes tontos no te hubieran hecho reír a carcajadas, si no me hubieras hecho la cobra más perfecta del mundo en la T4.

En cualquier caso... el día en que dejas de discutir es el último día.

sábado, 25 de diciembre de 2021

No me dejes

Llevábamos un tiempo de horror. La misma intensidad que poníamos en el sexo la utilizábamos para lanzarnos misiles PERSHING a la yugular. Hasta que ella me dejó. Me dijo: "hasta aquí. VETE. No quiero volver a verte".

Entré en MODO SUICIDA/HOMICIDA TANGUERO. Tres días más tarde me llamó.

–No me dejes, por favor. ¡NO ME DEJES!

–¡Pero si me has dejado tú...!

–Sí, bueno, vale, OK. Pero tú NO ME DEJES. 

–Pero vamos a ver... ¿cómo te voy a dejar YO si ya no somos nada de nada?

–Mira, no lo sé. Pero por LO QUE MÁS QUIERAS NO ME DEJES NUNCA. No puedo vivir sin ti.

–Oye... ¿a ti te pagan por hacer esto?

martes, 21 de diciembre de 2021

Posfacio

6:32 de la mañana. Caí a las diez de la noche de ayer, así que he dormido más de ocho horas, como si estuviera poseído por la fiebre en una selva espesa. Tuve un sueño pesado, repleto de imágenes. Misiones, Corrientes, Entre Ríos. Avanzo lentamente desbrozando el destino, machete en mano. Me dejo llevar por el río inmenso y el sueño. Tentado estoy de pegar un zapucay que hiele la sangre de mis vecinos. Estoy vivo, aún vibro con el amor que inunda mi pecho, aún me bebo la vida hasta la hez de la copa. ¡Venid a por mí! Estaré en el sur de África lanza en mano. En la taiga de mis antepasados. Con un solo tigre no bastará. Más vale que me matéis en el primer envite, porque no me entregaré sin luchar. 

La última noche dormías a mi lado en el lecho más ancho del mundo mientras yo escribía en mi cuaderno japonés. No pegué ojo. No sabía que me estabas observando. Mis gafas. Mi barba. "Podría estar con alguien así", dijiste. La última de las mañanas. El tren. El abrazo definitivo. El abrazo vacío subiendo las escaleras mecánicas. El abrazo mecánico. Ya nunca más. Mensajes desesperados. Letras. Una sola palabra.

Soñé contigo. Con tu talle. Con mi mano en tu talle. Soñé que caminabas a mi lado. "Soy alta", dijiste un verano. Mis dimensiones siberianas en Praga, en Moscú o en Zagreb. Mi 1,91 se alegró, aunque ya debo estar menguando. Ya estoy jugando el segundo tiempo. Qué extraño... vivo la vida como un niño, con la misma alegría del día de Reyes por la mañana. Todo me parece un campo de juegos. Todo lo vivo por primera vez, con una sonrisa pintada en la boca.

La misma intensidad de tu recuerdo en esta madrugada de solsticio de invierno. De solsticio a solsticio. Un 20 de junio, 21 horas. Un 20 de junio de 2021 a las 21 horas. Yo llevaba la cuenta de los días, tú la de las olas.

[Martin Rasskin] Hola, soy Martin Rasskin. Wow. Así se llega a los sitios. ¿Y cómo se va uno de los sitios? Del recuerdo de fogatas rojas junto al mar en otoño que nunca compartimos.

Flores de jacaranda para nuestra soledad. En mi sueño te colmo de bendiciones. Sí. 

Feliz Navidad, niña. Todo el color del mundo para ti. Lo que haga falta para empezar de nuevo.


sábado, 18 de diciembre de 2021

Otoños

Vos también tenías tango en las venas, aunque no lo supieras. Buen viaje, niña. Mi jacaranda de Buenos Aires. Mi rosa de invierno, mi playa desierta.

Quiero creer que algún recuerdo feliz sobrevivirá. Aquella tarde en el salón inmenso invisibles a los ojos de los demás o la bajo el entoldado. Esa sensación de eternidad. Oír mi nombre en tu acento. Tú. Yo. Los dos para los dos. Nosotros. Vos escanciándote sobre mi pecho.

Vos diciéndome al oído que te gustaba mi barba. Mis cicatrices. Mis años de navegaciones sin sueño.

Vos. Los dos riendo a carcajadas en todo momento. Vos pidiéndome que omitiera mi acento castellano y retornara a las calles de mi infancia.

Debí hacerme mayor en Buenos Aires, debí casarme en Buenos Aires, tener hijos allí. Soy porteño hasta la médula. Vos (tú) me lo recordaste.

Créeme  cuando te diga que el amor me espanta, que me derrumbo ante un te quiero dulce, que soy feliz abriendo una trinchera. 

Créeme cuando me vaya y te nombre en la tarde, viajando en una nube de tus horas, cuando te incluya entre mis monumentos. Créeme cuando te diga que me voy al viento de una razón que no permite espera, cuando te diga que no soy primavera sino una tabla sobre un mar violento. 

Créeme si no me ves y no te digo nada, si un día me pierdo y no regreso nunca.

Créeme...


lunes, 13 de diciembre de 2021

La culpa

Nos educan para vivir en la culpa. Para sentirnos culpables de no esforzarnos lo suficiente, de no amar suficiente, de no llegar nunca a una supuesta perfección que solo es atribuible -por definición- a la idea de Dios.

Un ser infinitamente perfecto ha de contar entre sus virtudes con el atributo esencial de la existencia, ergo, si todo ser pensante es capaz de imaginar un Ser infinitamente perfecto Dios por fuerza existe.

Esto se llamó "argumento ontológico" de San Anselmo y trajo de cabeza a legiones de teólogos y pensadores durante 1.000 años.

Los padres separados cargamos con el estigma de la culpa. Se supone que vamos a contracorriente de los "biempensantes" que son capaces de aguantar mecha en situaciones de desamor por un "bien mayor".

Es un estado de cosas similar al de aquellos cuya opción sexual no es mayoritaria. Han de sentir culpa: Iglesia, presión social, cuestionamiento incluso en el seno familiar.

Y esa culpa tiñe el alma. Es un proceso lento, de gota que horada la piedra: la sensación inequívoca de no pertenecer.

No y un millón de veces no. Esos valores son pequeñoburgueses y de mentes estrechas. Y terminan siendo ruines.

¿Acaso la madre de mis hijos y yo mismo hemos de sentir culpa porque tras 17 años y medio de convivencia ambos quisimos experimentar otras cosas? Que no.

Lo que vi estos días en Francia fue dos personas de una pieza. Con SUS propias escalas de valores y su círculo de afectos compuesto de decenas de personas de toda suerte y condición. De las cuatro esquinas del mundo. 

Es decir, la propia situación de separación de los padres los hizo más fuertes, más independientes y más solidarios. Con una superior capacidad para comprender el dolor y, lo que es aún más importante: para perdonar las debilidades humanas.

¿Es la situación ideal una separación con hijos? Claro que no. Pero NADA es ideal. La vida es un guión ridículo y siempre acaba mal. Imaginado por un imbécil sin demasiado sentido del humor. Te acabas muriendo. Tus sueños son del tamaño del Sistema Solar y has de vivir en la necesidad material de la mentalidad de un vendedor de coches usados. Existiendo Brahms hay momentos del día en que suena Rosalía.

Pero lo que importa no son las cartas que te reparte la vida sino qué haces con esas cartas, hasta dónde eres capaz de llegar. Si puedes ver realidades que aún no existen, que son mucho más frágiles que una sola palabra.

Mis dos hijos viven solos desde los 18 años. Compartiendo habitación en casas minúsculas, pero repletas de lo esencial para convertirte en un ser humano de valor: libertad, respeto y afecto.

Soy hijo de mis propios hijos. Su madre y yo -distintos hasta la saciedad- a través del cariño hacia ellos hemos creado dos transatlánticos: son demasiado grandes y tienen excesivo calado para regresar a la dársena que los vio nacer.

La culpa, como el miedo, atenaza y paraliza. Desde el colegio... SI TE GUSTÓ EL COLEGIO, TE GUSTARÁ TU TRABAJO, se nos educa para obedecer. A la autoridad, la superioridad, las normas, la forma "correcta" de hacer las cosas.

¿Y quién es el DIOS HUMANO que dictamina lo que es correcto y lo que no? Será correcto para Juan, pero no para Pedro. En tal o cual orden de cosas, pero no en todos los mundos posibles.

La vida es demasiado corta para sentir miedo y culpa por cada cosa.

Sin libertad para cometer TUS propios errores personales e intransferibles la vida es un saco de mierda.

He alcanzado el máximo premio que puede alcanzar un padre: he traído hijos al mundo que no me necesitan para ser, que siguen sus propias corazonadas y que crean su propia escala de valores. Sin mentalidad de esclavo temeroso, sino de Espartacos triunfantes.

Tuvieron dos casas, dos visiones del mundo, dos formas de enfrentarse a las olas de 10 metros. Y sacaron lo mejor de ambos progenitores, superándonos en todos los ámbitos. Mejorándonos.

Sin culpas, sin miedos. Quién coño está investido de la altura moral necesaria para juzgar y condenar a sus semejantes. NADIE.

Incluso desde un punto de vista teológico cabría calificar al propio Dios de "el mayor rebelde de todos los tiempos". CREÓ ALGO DONDE HABÍA NADA.

La Nada era perfecta en su mismidad. La materia trajo aparejado el drama de la existencia y la decadencia. ¿Es justo el orden natural? ¿Sobreviven las mejores personas o los más fuertes e inconmovibles? ¿O ni siquiera es así pues no existe un sistema de premios y castigos sino que es nuestra imaginación huérfana de sentido la que nos lleva meter la realidad en corsés esquemáticos con un vector de racionalidad y equidad?

Hasta se arrepintió de lo mal que le había salido el experimento y envió a la Sexta flota con fuego y azufre. Si el hombre estaba hecho a imagen y semejanza ¿acaso decidió eliminar una parte de sí mismo?

¿Dudó el propio Dios?

domingo, 12 de diciembre de 2021

Río

Salgo de tocar todas las noches en el Maravillas de madrugada. Después del cuarto pase. Las noches solitarias.

Voy a tomar café siempre al mismo bar de trastienda. A esas horas no hay nadie o casi nadie y Madrid parece un tren a punto de partir hacia el norte. 

Dos insomnes. Una mujer de mediana edad, con heridas en el alma escritas a fuego en el rostro. Todas las heridas. Me mira de soslayo, una tímida sonrisa. Esquiva. Una niña y un columpio en una playa de invierno. Hace mucho tiempo que no sonríe.

Juntos subimos a su humilde cuarto, casi vacío. No hay ninguna esperanza en ese amor de café. Nada más que belleza y una ternura infinita sin sonidos de palabras como puñales de hoja hambrienta. 

Ella no habla, no dice nada. Por esta noche no habrá soledad. Mañana será otro día. Mañana, tal vez. No me mentirás en la primera claridad de temas pendientes. No te prometeré nada. No habrá porvenir.

Yo, con mi montón de desengaños, igual que vos vivo sin luz. Pero tus ojos claros. En un azul de frío, tan lejos.

Un río seco. Un camposanto. Un lecho ancho como el mar. Playas sin botellas, sin cartas de amor desesperadas.

Contigo

Esta noche dormí como Dios. Un sueño pesado, profundo. Tuve sueños muy vívidos, llenos de colores y sabores. Estábamos en las costas orientales de África. Debía ser Kenia -tuve muchos alumnos keniatas en tiempos. Gente educadísima y encantadora- o Mozambique. Sí. Debíamos estar muy cerca de la antiga Lourenço Marques, la metrópoli colonial.

Llegábamos de noche. El hotel se abría al mar y la habitación tenía un balcón de piedra dispuesto en semicírculo. Al estilo de las construcciones del sur de Galicia.

Había una botella de champagne esperándonos. Siempre viajo con mis tandas de Troilo y Fiorentino cargadas en el teléfono pero esta noche nada de tango... pedimos en recepción que pusieran standards suaves de Frank Sinatra y de Ella Fitzgerald... ese ángel. Esa voz de seda.

Bailamos a la luz de la luna durante horas, como flotando sobre el suelo. Tu rostro rozaba delicadamente mi hombro. Tu perfume... el tacto de tu piel, la herida de tu boca. Tu abrazo calmaba la tristeza, borraba la amargura. Quien no ha visto la luna rielar sobre el Índico no sabe lo que es el don de la ebriedad.

Cenamos muy tarde. En realidad, toda la noche. Nos montaron una mesa en el balcón. Un camarero portugués se hizo amigo nuestro... "yo me ocupo de todo. Vosotros a lo vuestro". Meu Deus do Céu...

Eso. A lo nuestro. A ver cómo sigue el sueño. Estoy deseando irme a dormir pero ya.

jueves, 2 de diciembre de 2021

M&Ms

Cuando una mujer no discute más está más que preparada para olvidarte. En realidad, ya te olvidó. Se nota en las inflexiones de su voz.

Es cierto que somos distintos en muchas cosas. No te digo nada si uno nació en Buenos Aires y canta gotán. Propenso a abrirse el pecho en canal y a depositar el corazón sobre la mesa.

Siempre me ha fascinado la capacidad femenina para pasar página. También se manifiesta ante la muerte. Si él se va primero -lo que suele ser ley de vida- es más fácil que ella continúe y vuelva a encontrarle el sabor a los días. Si ella es la que se marcha... ahí te quiero ver. Prefiero no imaginarlo siquiera.

Debe estar relacionado con la capacidad de dar vida. Ha de existir una comprensión profunda desde el punto de vista femenino del Alfa y el Omega. De la necesidad de final para un nuevo comienzo.

La sangre, la vida, el parto, la muerte. Las formas aristotélicas que se actualizan en el hijo. Potencia y Acto.

La percepción femenina es más piadosa, más plural. La nuestra se queda más en la superficie. Principio y final son parte de lo mismo. Son interdependientes. Y no mutuamente excluyentes. Al iniciar se aceptan los finales. Es condición necesaria pero no suficiente.

Toda mi filosofía está muy bien. Se nota que saqué matrícula de honor en la carrera. Quod erat demonstrandum, señor Rasskin. QED. Contra Te, Super Te! Análisis y Síntesis. Rara Temporum Felicitas Ubi Sentire Quae Velis et Quae Sentias Dicere Licet! Qué listo eres, Martín.

Y ya me dirás para qué mierda te sirve ser listo cuando se muere alguien como del rayo. Aunque ese alguien hayamos sido nosotros. Ya no existe la primera persona del plural. Los verbos huérfanos. Las tildes. Los acentos prosódicos. Tu cuerpo trenzado con el mío en modo pluscuamperfecto. Tu boca en mi boca, lucha grecorromana de pieses y mieses, atados a ese amor que nos consumía, que no entendía de relojes, de horas, de océanos de tiempo. Entre grito y risa. Pero iros a vuestra casa... tráenos ese vino sevillano de ayer. Sí, ese que tenía tantísimo cuerpo. ¡Ese!

Para qué coño te sirven todos los libros que has leído. Toda la filosofía y el pensamiento de este mundo cuando su voz ya no es la misma. Suena lejana, como un eco, como el viento en el mar. Suena a náufrago y a mil noches sin sueño.

Y sin embargo... seguiré esperándote para la cena. Quedamos en que las cenas las hacía yo.

Dejaré una luz encendida para que encuentres el camino. Y M&Ms a modo de Hansel y Gretel. Tranquila, amor. Ya se me pasará.

Sí. Sobrevivimos al amor como a tantas otras cosas... morimos porque otros han venido a crecer. Y algún día, cuando los submarinistas exploren esta tierra sumergida, encontrarán el amor que dejamos junto al fuego. 

Copas vacías.