sábado, 19 de febrero de 2011

La misma lluvia

Cae agua con fuerza en las ruas de Lisboa. No es sitio para suicidas. Los inviernos de Olisipo requieren una considerable reserva de luz interior. Hasta las putas de Almirante Reis parecen más tristes. Hace años que han dejado de peinar muñecas con los ojos fijos en ninguna parte, la ciudad dormida se viste de arrabal y en cada verso pone su corazón. Livro do desassossego.

Hoy, después de un año atroz, te vi pasar... Me mordí pa no llamarte.

Adoquines cubiertos de una capa de verde furioso que amenaza trepar por las despintadas paredes. Como si el cielo se hubiera abierto de par en par, todos los dioses llorando al unísono. Sobre los chopos medio deshojados, sobre los campos talados, sobre el camposanto en el que yace inconsolable Michael Furey, llueve y llueve.

El sonido de las gotas como puños contra el cristal en esta madrugada lisboeta me ha traído el recuerdo de otras lluvias, de tierras lejanas. Mapas de tiempo. Bialet Massé, Finisterre, Buenos Aires, Barcelona, cuando otros muertos desconocían que el número de atardeceres estaba minuciosamente contado. Lo está para mí. Valiente Shylock es el Destino, ni un segundo más del tiempo acordado.

El inmortal Bertrand Russell coleccionaba ríos. Me quedo con la lluvia que se lleva la ira y el ruido que conforman el meollo de este fenómeno que damos en llamar "vida", que seguramente comenzó con una tormenta como esta.

Al principio fue el Caos. Después, también.

Una estación de autobuses. Despido a mis hijos tras el fin de semana. Aún viven con su madre. Alcanzo a ver la mano del más pequeño confundida en el cristal, la ñata contra el vidrio en un azul de frío. Llueve. Vuelvo andando a casa. Intento no llorar. Pienso en los jóvenes que iban a morir en la defensa de Madrid desfilando por estas mismas calles, brillando como monedas nuevas. Al encuentro del gallo oscuro, generosos. Camino durante horas. Fundido a negro.

El día que me fui, el pequeño me despidió desde la puerta verde del jardín que plantamos juntos preguntándome con una mirada agridulce "¿Adónde vas?" Me sonreía. Sus seis años pudieron con mis cuarenta y tres. No contesté. Me limité a no mirar atrás para no convertirme en estatua de sal yo también. Aún no lo sé, querido. Perdida la línea de costa, muchos más de cien días, continúo navegando. Ninguna señal de la tierra prometida.

No llovía. Los manzanos estaban en flor. Zeus había dejado de fumar, no le quedaban más narices.

En un mundo mínimamente ordenado, Odiseo debió quedarse con Calipso en la lujuriosa isla, pero como varón que era no sólo estaba marcado en la ingle con un fruto, sino que tenía una capacidad virtualmente infinita para ir al encuentro de problemas.

¿Cómo es posible que mi guitarra viva en el mismo mundo que uno que yo me sé y que conozco de oídas, que cree que se va a llevar al otro lado todas sus propiedades inmobiliarias y a mí me entra la risa, y que es la quintaesencia de la España más negra, vive en un casoplón repleto de aire y así que se conjuren todos los astros del Universo nunca llegará a ser nada mío? Un animal en vías de extinción. Una especie de eslabón perdido y vuelto a encontrar por error. Un jumento carpetovetónico de vuelo gallináceo, ni peludo, ni redondo, ni suave. Con el entrenamiento adecuado, es posible que alcance a articular alguna clase de sonido, presuntamente inteligible, de faringe parece que dispone y quizá podría dejar de engullir sus propias heces. Qué sabe nadie. Cosas más raras se han visto. La ciencia avanza que es una barbaridad.

Vivo atado al palo mayor, menos tu vientre, todo es confuso.

Años de lluvia y faros. De navegaciones. Sirenas, las justas.

domingo, 13 de febrero de 2011

Madrid y el sexo salvaje

Advierto que quienes lean el siguiente artículo serán automáticamente excomulgados. ¿El sexo por el sexo? ¿Intercambios salvajes? ¿Pero esto qué es...? Socialistas. ¡Zapatero tiene la culpa! Al final, Ratzinger va a tener razón. Y sucede cada noche en Madrid, esa ciudad que parece que no ha roto un plato en su vida. Barcelona ya se sabe, pero Madrid... Madre mía del amor hermoso, qué decepción. Gott in Himmel, adónde vamos a ir a parar. Sexo sin amor, sin voluntad de procreación, por el simple placer carnal. Injustificable. Cómo seguir adelante con semejantes remordimientos. Imposible.

Remordimientos de saber que por mi culpa nunca, vida, nunca te veré...

¿Pero entonces Kubrick tenía razón? Eyes wide shut... ¿Existen "castillos animados" en donde se practican las escenas de El Bosco? Pues claro que existen. Seguid leyendo y lo comprobaréis...

¡Coño! Y yo aquí, atado a esta máquina infernal de sucedáneos de realidad.

-Pero mi viejo, ¡usted ya tiene una edad!

-Sí, la edad de no perder ni un minuto más...

¿Y si el intercambio sale MAL? ¿Si ella o él se quedan prendados de un determinado sujeto y luego le hacen la vida imposible como en "Fatal Attraction"? Qué miedo... Esa rubia loca...

¿Qué opina Mariano Rajoy de todo este quilombo del libertinaje? Por Dios, que haga algo. ¿Y si el cielo consiste en conservar tu puesto de trabajo por toda la eternidad y el infierno es un gigantesco club de intercambios con barra libre y ACDC actuando en directo?

¿Ir a un club? Eso es como pescar en un barril. ¿Dónde queda la emoción, la seducción, la casualidad, la imposibilidad de calcular de antemano? Yo también te buscaba en medio de esta niebla (densa, bien densa)... Ahora que ya te encontré, please, déjame salir a la superficie. Let me out of here, honey!

Mis ojos al cerrar, te ven igual que ayer
temblando al implorar, de nuevo mi querer

Amor, estos 10 años contigo han sido como 10 minutos. Ay, qué cosas más bonitas me dices, pichurrín. Sí, 10 minutos debajo del agua. ¡Plop!

Pero qué intercambio ni qué ocho cuartos... dónde voy a encontrar una mina como la mía. ¿Por qué me voy a conformar con un pincho de tortilla sin cebolla y medio tibio cuando tengo todo un banquete esperándome en casa? Dejate de joder. Andá... intercambiá vos! Yo te espero por aquí, en compañia de Johnnie Walker. Andá, andá que se te enfría. Ciao.

La noche empieza en una discoteca de la zona financiera de Madrid en la que abundan los ejecutivos maduros. Clara y Miguel, un matrimonio de 35 y 33 años, suele dejarse caer por allí hacia las once. Cada jueves, como un ritual. Ella exhibe un vestido mini palabra de honor negro que deja el tatuaje de su espalda al descubierto; él viste pantalón y camisa oscuros. Dos botones desabrochados. Pelo húmedo, ropa de marca. Sexy y elegante. Forma parte del teatro: no suelen vestir así más que en esta otra parte de su vida que casi nadie conoce. Noches de mucho sexo y poco sueño. De intercambio de parejas y relaciones en grupo. Clara y Miguel son swingers, una expresión que se podría traducir por los que se columpian. Abiertos a todo. A ella, por ejemplo, le gustan los hombres "grandes y algo mayores" (su chico es de estatura media y fibroso). Y por eso se encuentran aquí, en la barra. Un paso previo antes de adentrarse en un local de intercambio. Un coqueteo para ponerse a tono. Puro juego.

Es Clara quien suele dar el primer paso. Si alguien le atrae, se acerca, le acaricia el brazo. Entabla conversación. Y comienzan a besarse. Entonces, Miguel aparece y saluda. El tercer sujeto suele preguntar: "¿Has venido con un amigo?". Y Clara responde: "No. Es mi marido". Si no hay un rechazo explícito, Clara vuelve a besar al sujeto, al que no le importa la compañía, mientras Miguel le acaricia la espalda a su mujer y roza sin querer la mano del otro. Y así siguen escalando peldaños en busca del trío. "Es como un calentamiento", dice Miguel. En torno a la una, suelen recoger sus abrigos y cruzar Madrid hacia una zona residencial cerca del Retiro. Segunda parte del ritual. El plato fuerte. En busca del intercambio (o lo que surja) en un club de ambiente liberal.

Clara y Miguel se conocieron en el trabajo. Ella es matemática, él estudió Empresariales. Cada uno había tenido experiencias por separado. Ella entró en un local de intercambio con una pareja anterior. Se tumbaron en una mazmorra y comenzaron a practicar sexo. "Cuando abrí los ojos, me vi rodeada de gente". Le gustó. Miguel frecuentaba solo locales del estilo. Cuando se conocieron, comenzaron a acudir juntos. Primero como amigos, luego empezaron a salir. Y se casaron. Son deportistas, hablan varios idiomas. Les gusta mirarse cuando están con otros. Conocen locales swingers de media Europa. Frecuentan Cap d'Agde (Francia), la meca del ambiente. Y ahorran para una fiesta en un castillo en Núremberg (Alemania) en el que las mujeres se visten con una capa negra, como en la película Eyes wide shut, de Stanley Kubrick. Tienen un perfil abierto en una de las redes sociales más conocidas (se registran 7.000 usuarios nuevos cada semana) en el que se definen como "pareja bisexual" a la que le gusta "casi de todo, hacer sexo a tres y cuatro... Todos mezclados". Viajan a menudo y siempre buscan algún contacto swinger. Dicen que existe cierta hermandad entre ellos a lo ancho del globo. Quizá porque la mayoría lo mantiene en secreto. Se trata de una tendencia que surgió en EE UU en los años cincuenta del siglo pasado vinculada a locales privados y anuncios de contactos. En España aterrizó a finales de los setenta y hoy existen 54 clubes como este:

El local no tiene rótulo ni ventanas. Solo una placa en la entrada que dice: "Club privado" y un timbre. Un hombre abre la puerta. Lo saludan y cruzan un par de frases banales. Dejan el abrigo en el ropero, pagan 30 euros a una joven embutida en un vestido negro, cruzan unas cortinas rojas y tupidas que parecen indicar que a partir de ahí lo que uno vea y haga se mueve entre la realidad y la ficción. Charlan un minuto con la relaciones públicas del local, de cuyo escote asoma una pequeña linterna. Luego se desplazan lentamente a lo largo de la barra hasta encontrar un hueco. Los clientes, la mayoría hombres, los fulminan con la mirada. Cuando les sirven la primera copa, Clara desaparece y al poco vuelve sin medias. Se sienta en el taburete, y el vestido, muy corto, deja al descubierto sus muslos.

La temperatura es agradable. El local se encuentra dividido en dos partes por una reja que le confiere un aire de mazmorra medieval. La barra del bar forma la antesala, un filtro en el que uno mira y es mirado, donde se coquetea y se charla mientras un televisor de plasma muestra imágenes de porno duro. Los hombres solos no pueden pasar más allá sin ser invitados por una pareja, y en ese caso han de abonar un suplemento de 50 euros. Es parte del negocio. La mayoría de locales funcionan de forma similar: las parejas abren las puertas del sexo, las mujeres solas (pocas) entran gratis y los hombres sin compañía (muchos) pagan un sobreprecio. "Los tíos solos vienen a ser utilizados por las parejas. Eso hay que tenerlo muy claro", comentaba un hombre de unos 50 años, solitario, en otro local sin nombre de Madrid. Esto suele ser así de domingo a jueves. Los viernes y sábados reservan el acceso exclusivamente a parejas, convirtiéndose en locales "de intercambio" en sentido estricto.

Clara pide unas toallas al camarero. Es hora de cruzar las rejas y deambular por el laberinto oscuro al otro lado. Se abre la puerta de la jaula y se cierra a su espalda. La luz se atenúa. A la izquierda surge una estancia con sofás y mesitas, donde un par de parejas charlan vestidos con una toalla (hay taquillas y vestuario). Si se sientan cerca de la reja que da a la antesala, significa que les gusta que un desconocido les acaricie desde el otro lado. Un poco más allá se despliega otra gran sala. A la izquierda hay unos sofás amplios, casi camas. Enfrente se erige una estructura con forma de cápsula submarina. Sobre ella, un jacuzzi burbujea iluminado. Debajo, en un pequeño camarote, transcurre una escena de sexo en grupo. Ocho personas desnudas se mueven en desorden y gimotean. Cuerpos como el suyo o el mío, con su barriga, sus pelos en la espalda, sus calvas, sus tintes, sus varices, sus pechos caídos. Un intenso olor acre emana del agujero. Marea. Se clava como un aguijón en algún lugar del cerebro. La escena se puede observar como lo haría un etnólogo: uno se acerca lentamente, toma nota, y ellos siguen a lo suyo.

A la izquierda de la cápsula hay un par de sofás cama dispuestos frente a una pared a la que llaman "Glory hole": un tabique de madera con pequeñas aberturas de las que surgen penes y manos sin nombre ni rostro. Pertenecen a los varones que se han quedado en la antesala. Algunos pueden permanecer horas allí de pie, esperando a que alguien se acerque. "Son como zombies", anuncian Miguel y Clara. La pareja se detiene junto a la pared y ella palpa los agujeros. Es parte de su ritual. Mientras Clara hace bailar su mano, se acercan más parejas a este rincón. Van casi desnudas. Se sientan y se acarician. El intercambio suele comenzar así: una pareja abre el camino; otras se aproximan y tantean, buscan un roce, un intercambio, quizá una orgía (hay sábanas desechables, y nadie da un paso sin preservativo).

Tampoco es ninguna novedad. Los swingers no han inventado nada. Pero le han dado nombre a ciertas prácticas y se han aglutinado bajo una bandera. Muchos hablan de un estilo de vida. Y se refieren a sí mismos como parte del "lado oscuro". Pepe Cera, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios del Ambiente Liberal, remonta los orígenes a la Francia del siglo XIV, "a cierta gente de alto rango y a fiestas en palacios". Su popularización en España tuvo mucho que ver con el propio Cera, que a finales de los setenta trabajaba en Lib, una revista de culto que comenzó editándose con las imágenes más subidas de tono de Interviú (Tita Cervera, la baronesa Thyssen, fue portada). Su sección de contactos rompió moldes. En uno de sus primeros cuadernillos de "enlaces" se lee: "Matrim. 45-40 a. culto, atractivo, desea amistad intercambio, solo matrimonios navarros". Eran los años ochenta y en Madrid se abría el local Acuarela, uno de los pioneros en España. Las parejas comenzaban a llenar de contenido la palabra "morbo", una de las más repetidas en el ambiente.

No hay un perfil definido. Si acaso, se podría decir que los swingers son personas de 30 a 50 años, clase media-alta, matrimonios que han perdido la chispa o buscan ampliar su abanico de encuentros de forma consentida y sin contraprestación. Muchos lo proponen como una alternativa a la infidelidad. Es el hombre quien suele iniciar a la mujer. Nadie acude allí a enamorarse. Y ninguna pareja, recomiendan varios sexólogos, ha de introducirse con cuentas pendientes. "Hay que tener una buena relación, hablarlo y establecer normas", dice una mujer con experiencia. "En estos lugares se juega con la mente y los genitales. El corazón se deja en casa", añade Pepe Cera. O, como dice Ana, la dueña de uno de los locales de intercambio más exclusivos de Madrid, "aquí se viene a hacer los deberes".

Es sábado y la entrada de Fusión Vip parece una autopista. Ana va de un lado a otro presentando parejas. Sentados en un sofá, tras una gruesa cortina roja, Nuria y Pedro dicen: "Tenemos muy claro que una cosa es el sexo y otra el amor". Llevan 20 años casados. Siete en el ambiente swinger. Tienen dos hijos adolescentes. "Para nosotros, la monogamia no existe. Hay un enamoramiento inicial. Luego pasan los años y tienes que buscar estímulos", añaden. "Aquí venimos a que el deseo no se nos muera". Todo comenzó con la fantasía de mantener relaciones con una tercera persona. Él fisgoneó en Google y descubrió las posibilidades. Se lo propuso a su mujer, y Nuria, cuenta, se resistió "30 segundos". Solo puso una condición: ella elegiría el local. El primer día no hicieron nada, pero aquello fue "un revulsivo". Y aquí siguen. Viernes y sábados. Piden una copa, miran, charlan y comienzan el flirteo respetando dos normas: ambos tienen que estar de acuerdo en el intercambio, y, pase lo que pase, no se separan nunca.

Los locales, en cualquier caso, son solo la cara visible. Pero hay mucho más. Fiestas privadas. Cruceros. Citas a ciegas. "En los locales solo se ve a las parejas a las que les gusta hacerlo en público", explica Miguel Vagalume, creador del movimiento Golfos con principios, que propugna el disfrute del sexo como forma de ocio (sin necesidad de pagar entrada). Vagalume organiza fiestas de "poliamor" y charlas en Consentido, un espacio social de sexo en Madrid. Abomina, según cuenta, de esa visión típica de un local liberal, con una fila de hombres "esperando tras la verja a ver si pueden comer".

Una verja o un tabique de madera con aberturas. Cuestión de gustos. Después de entretenerse en el "Glory hole", Clara y Miguel cruzan el local hasta una habitación sin luz donde los cuerpos dejan de tener rostro y solo se distinguen siluetas y jadeos. El olor vuelve a producir vértigo, como si el suelo se hundiera. La sala es pequeña y en su interior se aprietan 12 personas. Clara y Miguel recorren el espacio erguidos, con paso firme, mirando aquí y allá. Se detienen junto a un cuarteto (tres hombres y una mujer) en éxtasis. Miguel se hace un hueco entre las sacudidas. La mujer, desnuda y bamboleante, lo mira, lo agarra, lo besa, desabotona su camisa y su bragueta. Uno de los hombres pasa su mano por la tripa de Clara. Pero ella la aparta. Por muy reducido que sea el espacio, un no aquí es un no. Aunque, por supuesto, los códigos de respeto en un local de intercambio se miden a un palmo de distancia. Rezuman. Salpican. Y el hombre sigue ahí de pie, jadeante. Clara se apoya contra la pared y mira con naturalidad cómo su chico agarra la melena de la mujer desconocida por detrás de la nuca. A su izquierda, otra mujer se arrodilla frente a su pareja. Unos gemidos rítmicos llenan la estancia. Son las dos de la madrugada. Comienza el primer encuentro de la noche.

sábado, 12 de febrero de 2011

Arde el norte de África

CARTAGO DELENDA EST? ¿Han vuelto Rommel y su Afrika Korps? ¿Charles Aznavour monta otra vez en un destartalado taxi hacia Tobruk? ¿Bowles vuelve a escribir "El cielo protector"? Me temo que no. Simplemente la gente se ha cansado de aguantar dirigentes impresentables.

Mubarak, cualquier idiota puede decir la verdad, pero para mentir hace falta un poco de imaginación.

Más allá del drama que están viviendo estos países cuyos valientes pueblos luchan por recobrar la libertad perdida y sacrifican a sus hijos en el envite, demostrando una vez más de dónde emana el verdadero poder, vale la pena detenerse en un suceso menor que derriba el mito del macho árabe. Nada de rienda corta.

Según cuenta el corresponsal en París del Daily Telegraph, las últimas palabras del dictador tunecino Ben Alí en su tierra no fueron suyas sino de su mujer. El hombre se resistía a subir al avión y, con un último aliento de cinematográfica heroicidad, exclamó: "Dejadme, no quiero irme, quiero morir en mi tierra". A lo que su mujer Leila, dulce compañera de tantas y tantas batallas, conmovida en lo más hondo y según testigos presenciales, poéticamente replicó: "¡Sube al avión, imbécil, toda mi vida teniendo que aguantarte a ti y a tus fracasos!"...

La frase es tan buena que la posibilidad de que sea inventada es cercana a cero. Si todo un egregio dictador es tratado en casa de esta guisa, como si fuera un simple desecho de hospital, qué nos queda al resto de los mortales. ¡El seppuku!

Eso para ir abriendo boca... El mundo de las haploides cada día más cerca. La era de las mujeres definitivamente solas.

jueves, 10 de febrero de 2011

Madrid, rompeolas de todas las Españas


Algunos amigos de allende los mares me preguntan por la boina de Madrid. Me dicen que si ha vuelto la sensual moda de los años 30, que si la capital de España se ha afrancesado, que si se escucha La mer en los Boulevards.

Pas du tout. En Madrid tenemos otra clase de boina, gracias a los buenos oficios de una climatología rebelde, las solidarias prácticas de sus ciudadanos en materia de transporte público y la colaboración del señor alcalde de la Villa y Corte, que hace años prometió que cerraría el centro de la ciudad al tráfico rodado, pero nada. A Londres no le ha ido nada mal con su sistema de peaje para ingresar a la almendra central. Pero Spain sigue siendo different. Ah... ¡poderoso caballero es Don Dinero!

He aquí la boina de marras. A los amigos de Santiago de Chile, el DF y tantas ciudades que han crecido desordenadamente les resultará muy familiar. Es una pena que el gran Velázquez no esté aquí para recrear estos evocadores cielos que invitan a soñar.

Todo esto responde a un plan para dejar de pagar las pensiones en el futuro: sólo quedarán mutantes que se desplazarán por las desiertas rúas emulando a El Eternauta. Darth Vader se considerará el modelo de ciudadano sano, con el pulso y la respiración de todo un atleta.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Viva, viva!


Felipe González y José María Aznar acaban de enviarme este documento que demuestra claramente que no todo el mundo está molesto con la reciente subida de la luz casi un 11 por ciento. ¿Qué puede ser más socialista que subir los servicios básicos una bestialidad? El que no se consuela es porque no quiere. ¡Alegría, alegría!

Para ver cómo hasta los seres inanimados celebran las ocurrencias de nuestro brillante gobierno, pulsar aquí. Cuánta felicidad!

Y la gigantesca boina de mierda en Madrid y Barcelona, ¿qué tal? Venga, a convertir las ciudades en un gigantesco campo de exterminio. A usar el coche hasta que no quede ningún ser vivo. Gallo negro, gallo rojo...

¡Comienza la era de la cucaracha!

viernes, 4 de febrero de 2011

Ecce homo

He aquí un hombre íntegro, solidario y consecuente. Alguien nacido para el sacrificio. En vista de la situación de sus hermanos -todos nosotros, porque los bancos siempre nos tratan como a iguales, como hijos de una misma madre- este prohombre ha decidido renunciar generosamente a una sustancial parte de su insignificante asignación.

En medio de la tormenta perfecta, cuando a una buena parte de la población la echan a la calle, le reducen el sueldo o simplemente se lo congelan, el IPC sigue dando pasitos adelante, las eléctricas aumentan sus tarifas un 10 por ciento y los bancos, y sus brillantes ejecutivos que obviamente nada tienen que ver con la actual macrocrisis -todo el mundo sabe que los créditos para las hipotecas basura los da un robot que atiende al nombre de "Paco"- siguen ganando millones.

Los líderes sindicales se dan la mano con el gobierno y festejan un nuevo recorte de los derechos de los trabajadores. Total... ¡ellos tienen trabajo garantizado! ¡Sé feliz, ríete de mí!

Planeta insólito. Ole, ole y ole. Cómo quiero a mi perro.

La retribución de Francisco González, presidente del BBVA, en 2011 será de 4,97 millones de euros. Esta cantidad supone un descenso del 6,13% con respecto al ejercicio anterior y un 13% menos frente a los 5,72 millones que ganó en 2008, año previo al estallido de la crisis económica.

González se embolsará 3,01 millones en concepto de retribución variable por los resultados de 2010 (esta partida disminuye un 11,13%), mientras que el sueldo fijo para 2011 aprobado por el consejo aumenta un 2% hasta 1,96 millones.

Por su parte, el consejero delegado de la entidad, Ángel Cano, obtendrá una retribución total de 3,63 millones (1,74 millones de salario fijo y 1,88 millones de paga variable) en 2011, cantidad que supone un aumento del 33% respecto al año anterior.

Las provisiones registradas por el banco a 31 de diciembre de 2010 para atender los compromisos en materia de pensiones respecto a Cano son de 14,55 millones de euros.

Los 10 consejeros no ejecutivos de BBVA recibieron una remuneración conjunta de 3,8 millones en 2010, cantidad similar a la repartida el año anterior.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Yasi



El ciclón Yasi se acerca a la costa noreste de Australia. Tras unas inundaciones de proporciones bíblicas, la región se enfrenta a un nuevo desastre natural de gran magnitud. Sigamos contaminando el planeta como siempre: no pasa nada. La recurrencia de esta clase de fenómenos -cada vez más virulentos- es una simple casualidad. No hay calentamiento global ni nada que se le parezca. Es un invento de los hippies, de los intelectuales de izquierda y de los desclasados. De los enemigos del progreso. ¡De los comunistas! En La Moraleja siempre luce el sol.

Contamina hoy más que ayer, pero menos que mañana! La cuenta de resultados de nuestras multinacionales te lo agradecerá! Las migajas y el mundo sin sombras serán para ti y para tu prole!

Resiliencia en acción. Otra realidad es posible.