domingo, 21 de octubre de 2018

Trenes

Vuelta al tren. A la altura de Alcalá se monta una pareja. Se sientan a escasos metros de donde estoy, con la guitarra y la bolsa de los pertrechos de guerra. Regreso a casa después de cantar en Madrid. Contento de haber visto los rostros iluminados de gente muy querida. Canté a escasos metros de donde Manuel triunfó, cerca de la línea del frente. No pasarán!

El pasaje está medio somnoliento. Es domingo de octubre. Domingo norte. Oigo hablar a los recién llegados. Colombianos. Ese castellano tan redondo. ¿Paisas...?

—Usted hace que mis días no tengan final, que quiera aprender a volar —dice él.

Ella lo mira y lo besa.

No deben tener más de treinta años y sin embargo ambos muestran marcas indelebles de haber sufrido desde que comenzó su tiempo.

Observo los hombros de él. Lleva la cárcel tatuada: un cierto peso, una leve inclinación de los omóplatos, la presión de noches sin sueño. Eso no se va nunca. Se queda ahí.

El rostro de ella tiene mucha calle. Las cicatrices están por el lado de dentro. Son más sutiles, más profundas.

—La sonrisa de usted, sus manos me dan ganas de vivir. No quiero otra cosa. Lo pienso a todas horas —dice ella y vuelve a besarlo como si el sol fuera a enfriarse.

En el vagón se ha hecho un silencio de templo. Todas las miradas, los rostros de los pasajeros confluyen en los que viajan suspendidos.

Están solos. Nunca tuvieron nada suyo. Tampoco les hace falta. Conocen el secreto mejor guardado desde que el mundo es mundo. El gesto, la palabra precisa.

Nos miramos todos. El aire es más dulce y el tren quiere ir al mar. Las palabras le regalan densidad al tiempo.

Ella pondrá dos piedras de futura mirada. Sí. Ella tiene vida en su interior. Está cargada de vida.

lunes, 15 de octubre de 2018

No sé más quién soy

Tengo una cuenta en LinkedIn que yo no he creado. No sé qué habrán puesto, ya que la mayor parte de las cosas que sé es absolutamente inútil. Es más, ni siquiera sé si las sé. Pero hete aquí que ahora descubro que hay una segunda cuenta en LinkedIn a mi nombre. Una le envía correos electrónicos a la otra intentando contactar con una parte de mi personalidad que a mí se me escapa. Va por épocas. A veces una cuenta se siente más sola y envía una andanada de correos pidiendo una cita, una oportunidad. Otras, se hace el silencio en la noche. Un espeso compás de espera insomne de prefiero aquellas noches en que tampoco dormíamos, pero lo hacíamos al unísono. Como cuando llenamos el cuarto de velas y se nos fue la mano y quemamos las sábanas y las almohadas que Ikea tuvo a bien obsequiarnos con un perrito caliente sueco. Conservo aquellas almohadas chamuscadas como un estandarte capturado al enemigo.


Soy el hombre sin personalidad. Un producto amansado de la posverdad.

Tango y vermut

El próximo sábado 20 compartiremos tangos en el María Pandora, en horario de vermut. Mauricio Vuoto al piano y el que suscribe cantando, juntos: Profesor Neurus. Déjame mentir que volverás, que volverás con el ayer de nuestros sueños... déjame esperarte nada más, ya que comprendo que esperar es un pedazo de recuerdo.

El tango empieza cuando descubres que ella no va a volver. Y tras arrastrarte por las esquinas, llorar al afeitarte y decí por DIos que me has dao, te conviertes en el soltero más codiciado al oeste del Éufrates. Y vuelta a empezar.

Vengan y déjense machacar por la incomparable agonía del amor no correspondido o demasiado correspondido. Preparación al divorcio con estilo. Hablalo con mi abogado. Procurador que me hiciste mal.

Y sin embargo... esas fotos en que están juntos, mirando la vida de frente. Con todo el tiempo por delante. Todos los viajes, todos los besos. Nos queda el tango.

Están todos invitados!




miércoles, 10 de octubre de 2018

Navegaciones

Hace unos días mantuve una conversación fascinante con un amigo agricultor. Hay ritmos que impone la tierra de los que cabe aprender verdades profundas. La rotación de cultivos, el barbecho... la necesidad de que la tierra descanse. El hecho de cambiar, de no insistir hasta la saciedad aburriendo a las ovejas. Si aplicáramos algunos de estos conceptos simples a nuestras "complejas" vidas estoy convencido de que seríamos más felices.

¿Está diciendo usted que hay que cambiar de relación como mucho cada año?

Bueno, una idea refrescante, pero me refería a la vida personal. Uno de los problemas de la especialización y la repetición es que se pierde la visión del todo y uno termina por necesitar urgentemente unas vacaciones de sí mismo. La raíz del desastre emocional no está en las relaciones con los demás, sino en la imposibilidad de pasar 5 horas a solas.

Stanley Kubrick tenía un enfoque del impulso vital que siempre me resultó fascinante. Vaya por delante que tenía mente de ajedrecista de altos vuelos. Saltaba de un género a otro y era tan meticuloso (y obviamente tenía un enorme talento) que terminaba produciendo clásicos en cada mundo que exploraba. Creaba prototipos.

Es la diferencia entre hacer y estudiar lo que hacen otros. Orson Welles no fue a la universidad. Woody Allen le dio una nueva vuelta de tuerca:

-¿En qué universidad estudió usted? -preguntó cansinamente el periodista.

-En ninguna. ¡A mí me estudian en la universidad...!

El mundo es extraordinariamente rico como para limitarse a repetirse hasta la saciedad. Nuestro sistema educativo es como la medicina oficial: procedimientos estándar para todo el mundo. Eso carece de sentido. La constante es la diferencia, no la uniformidad. Hay que atreverse a perder la línea de costa y aprender a perder el tiempo, que es el caldo de cultivo para las grandes cosas.

Como dice otro amigo: "preparados o no, allá vamos". Así es como se cruza el Pacífico en las naves de Magallanes. Hace falta mucho más que valor para ir de Chile a Filipinas sin escalas en un navío de 1521. Más de cien días de navegación. Es preciso el aliento de los dioses en las velas. Y la desesperación humana.

Al principio fue el Caos.... dónde habré oído yo esa frase.