jueves, 4 de agosto de 2011

Esplendor en la hierba

Muchos años después, también por casualidad, otra vez un aeropuerto. Nosotros, que nos conocimos en el cielo.
¿Por qué nosotros? ¿Qué nos unía? Tan distintos. Tan condenadamente parecidos. Ella lleva de la mano a una niña de unos ocho años. El pelo negro y ensortijado. Rebelde. Con un aroma extrañamente familiar. ¿Melocotones, quizás?

Tuviste hijos lejos de mí.

... ¿Se me parece alguno...?

-María… supongo-

-Sí, soy María- dijo mirando con intensidad– Y juego sola…- agregó.

Se miraron. Rieron como tantas veces. La risa era la sutil materia que los mantenía adheridos al mundo.

Te veo muy bien. Tú también. Las cejas, siempre las cejas. Incorregible.

-¿Adónde vas?

-Pablo da un concierto en Roma. Voy a sentarme en la primera fila.

Fuimos a Roma, ¿recuerdas? Un invierno. Fotos. Como en Buenos Aires.
¿Cómo está Lisboa? O Tejo siempre está ahí. Nunca vivimos en Lisboa.

Last call.

Espera un segundo sólo. Miénteme. Dime que no has podido vivir sin mí todos estos años, que no has dejado de acordarte de nuestras noches de navegaciones hacia donde da la vuelta el aire.

-No he dejado de pensar en ti ni un solo día.
-He vivido como si estuviéramos juntos cada día.

En el cielo no saben de pasiones terrenales. Sólo se ocupan de almas.
¿Lograste subir las escaleras hacia atrás? ¿Desayunaste a medianoche?
Doña Lina está mayor. Siempre pregunta por ti, Carlos Mardel. Aún cree que volverás un día de estos: saliste del puerto de Lisboa para dar la vuelta al mundo y los vientos te devolverán a nosotras. Dice que Santo António se lo ha dicho.

Última llamada para el vuelo A342 con destino a Roma-Fiumicino.

Gli amori difficili. Tu sei italiana? Da dove…?

También yo en medio de esta niebla.

Empecemos de cero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

É varina, usa chinela,
tem movimentos de gata;
na canastra, a caravela,
no coração, a fragata.

Em vez de corvos no xaile,
gaivotas vêm pousar.
Quando o vento a leva ao baile,
baila no baile com o MAR.

É de conchas o vestido,
tem algas na cabeleira,
e nas velas o latido
do motor duma traineira.

Vende sonho e maresia,
tempestades apregoa.
Seu nome próprio: MARÍA;
seu apelido: Lisboa.