miércoles, 11 de enero de 2012

Hijos de puta

Hoy no me ha costado encontrar el titular de la nota. En este mundo de aeropuertos peatonales, yernísimos, agencias "moodies", socialización de las pérdidas y beneficios para los de siempre. "Hijos de puta"... "Hijos de puta". ¿Por qué razón? Porque se acaba de descubrir una carta manuscrita de Beethoven, el divino Ludwig, el sordo que oía la música de las esferas, quejándose de la falta de dinero y del bajo salario que recibía. Como un parado o un subempleado más.

Obviamente, ese pulguiento y mugroso trozo de papel autografiado por "Dios", en el que se gastarán para restaurarlo lo que Beethoven debía ver en 10 años de recorrer Siberia con los ojos vendados, hoy vale más de 100.000 euros. Pero llega un poco tarde, me temo. El genio se volatilizó. Ahora tenemos a Bisbal. Toda esa pasta irá a algún hijo de la gran puta de una casa de subastas, a un satanás financiero o a una institución en manos del yerno de algún monarca, la sota de la baraja, que a duras penas desafinará en la ducha una canción de Camilo Sesto.

Para hacer dinero en este mundo no hay que ser un genio como Beethoven, Mozart -que acabó en la fosa común- o Schönberg, que le escribía a Kandinsky preguntándole por un médico barato para atender a su hijo porque no llegaba a fin de mes. No. Para hacer dinero de verdad y poder comprar almas y cuerpos al por mayor hay que ser un pedazo de hijo de la gran puta como los cerdos inmobiliarios, los dueños de las empresas financieras, los traficantes de esclavos o los vendedores de armas de destrucción masiva.

Un artista no es nada. Es basura prescindible. No hacen nada útil, no construyen casas, no producen jamones, no tienen aerolíneas low-cost. Sólo se ocupan del espíritu. En realidad, del de los demás, porque suelen pagar la osadía de pretender vivir de su arte con su salud mental.

Los artistas se dejan la piel y el equilibrio, y luego recauda "Teddy" y se lo da a "Neri". Todo con el sello de "legal".

Un solo pasaje de cualquiera de las 32 sonatas que escribió Beethoven encierra el misterio del mundo. Al parecer, de un mundo que no es de este mundo. Lejos, muy lejos de toda esta merda y estos marchantes de almas que no valen ni el precio de una bala de Kalashnikov.

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