José Mujica reflexiona sobre el absurdo de la carrera de ratas en que se ha convertido la vida en el mundo rico. Un ideal de sobriedad.
En tiempos estudié filosofía. Nada. Una ensalada de egos aderezada con pirotecnia intelectual para decir nada. Hace tiempo que la filosofía dejó de preocuparse por transformar el mundo, como bien señalaba Marx. Y cambiar el mundo es lo único que cuenta.
Ahora se mira el ombligo. El actual filósofo profesional acude a congresos, recibe dietas, publica papeles abstrusos e infumables. Cuanto más plúmbeos e infumables, más filosóficos. Se comenta la obra de otros o se conspira mezquinamente en los departamentos para perpetuar el puesto de trabajo.
El filósofo occidental debería ser Sócrates o Lenin, pero es un pequeñoburgués irrelevante. No tiene absolutamente nada que decir, pero ahí sigue.
Mucho antes de llegar a ser presidente del Uruguay, Mujica fue campesino. Guerrillero tupamaro. Tomó las armas, fue encarcelado y torturado. Pasó años de aislamiento. Habla con la sencillez del hombre de campo. Una voz a tener en cuenta.
domingo, 20 de septiembre de 2015
lunes, 14 de septiembre de 2015
Gacela VII.
Gacela de la muerte oscura
Quiero dormir el sueño de las manzanas
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.
Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que haya un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.
Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.
Federico García Lorca. Diván del Tamarit [1931-1935]
Gacela de la muerte oscura
Quiero dormir el sueño de las manzanas
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.
Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que haya un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.
Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.
Federico García Lorca. Diván del Tamarit [1931-1935]
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domingo, 13 de septiembre de 2015
Vivir con arte
Darse. Con toda la generosidad del mundo. Que no quede nada antes de marcharse para siempre. Que se agoten los manantiales. He ahí la clave.
Cocteau escribió lo siguiente acerca de su amiga Edith Piaf: "Je n'ai jamais connu un être moins économe de son âme. Elle ne la dépensait pas, elle la prodiguait, elle en jetait l'or par les fenêtres."
El ser mezquino, no. Simplemente, no.
Cocteau escribió lo siguiente acerca de su amiga Edith Piaf: "Je n'ai jamais connu un être moins économe de son âme. Elle ne la dépensait pas, elle la prodiguait, elle en jetait l'or par les fenêtres."
El ser mezquino, no. Simplemente, no.
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