domingo, 20 de septiembre de 2015

La vida se gasta

José Mujica reflexiona sobre el absurdo de la carrera de ratas en que se ha convertido la vida en el mundo rico. Un ideal de sobriedad.

En tiempos estudié filosofía. Nada. Una ensalada de egos aderezada con pirotecnia intelectual para decir nada. Hace tiempo que la filosofía dejó de preocuparse por transformar el mundo, como bien señalaba Marx. Y cambiar el mundo es lo único que cuenta.

Ahora se mira el ombligo. El actual filósofo profesional acude a congresos, recibe dietas, publica papeles abstrusos e infumables. Cuanto más plúmbeos e infumables, más filosóficos. Se comenta la obra de otros o se conspira mezquinamente en los departamentos para perpetuar el puesto de trabajo.

El filósofo occidental debería ser Sócrates o Lenin, pero es un pequeñoburgués irrelevante. No tiene absolutamente nada que decir, pero ahí sigue.

Mucho antes de llegar a ser presidente del Uruguay, Mujica fue campesino. Guerrillero tupamaro. Tomó las armas, fue encarcelado y torturado. Pasó años de aislamiento. Habla con la sencillez del hombre de campo. Una voz a tener en cuenta.

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