Acabo de enterarme de que Leyva, a quien quiero muchísimo, anda de hospitales en La Habana. Le acompaña Taby, su pareja amantísima en estos últimos treinta años.
Leyva y Taby protagonizaron un sonado escándalo sentimental cuando decidieron unir destinos. Ella era su alumna (Taby es una pianista magnífica). La venganza fue terrible... su ex tuvo la feliz idea de precipitar todos los instrumentos de Leyva a la calle desde un décimo piso (debía ser el edificio más alto de La Habana). Como escena dramática es insuperable: a mí solo me quemaron dos de las cosas que más quería. Mi bicicleta y el reloj que me legó mi abuelo. Logré salvar las guitarras, exceptuando un tres cubano que justamente me regalaron ellos. Leyva me supera hasta en espectacularidad en las vendettas.
Además de ser un músico excelente (todavía te debo una grabación de la maravillosa composición que me dedicaste, queridísimo!) con decenas de premios internacionales, entre los que se cuentan Goyas por Habana Abierta y una lista interminable, Leyva es de esas raras personas que aúna un talento enorme y la cercanía y sencillez de la buena gente. Siempre la mano tendida. La sonrisa que no falte. Meta abrazos y malanga.
Leyva y Taby son la pareja ideal: su casa tiene las puertas permanentemente abiertas, hacen música las 24 horas, nunca desperdician una buena oportunidad de celebrar una "descarga" en la que se dan cosas que no es posible oír en ningún local. Te puedes encontrar a Omara Portuondo y a los valores más jóvenes de la música cubana (el padre de Taby, Manuel Galbán, fue uno de los fundadores de Buena Vista). El dinero nunca ha sido un fin para ellos, han hecho muchísimas cosas por amor al arte, porque creían en el talento de otros. Sé que para un occidental eso suena a ciencia-ficción, pero yo lo he visto con mis propios ojos.
Leyva, coño, vamos, arriba ese corazón que no te cabe en el pecho que tenemos mil cosas por hacer. Dar la vuelta a la isla en Harley Davidson, salir a pescar tiburones a la Isla de la Juventud (a ver si se nos pega algo), trasnochar en la Escuela de CIne, mezclar tango y salsa, tocar blues hasta agotar las reservas de ron de Cuba...
Juan Antonio Leyva Ordóñez, negro y cubano, un tipo diez. Mi amigo querido. Un músico como la copa de un pino, mi asere. Abrazo de oso ruso de este bolo tanguero del sur que te quiere!
Leyva y Taby protagonizaron un sonado escándalo sentimental cuando decidieron unir destinos. Ella era su alumna (Taby es una pianista magnífica). La venganza fue terrible... su ex tuvo la feliz idea de precipitar todos los instrumentos de Leyva a la calle desde un décimo piso (debía ser el edificio más alto de La Habana). Como escena dramática es insuperable: a mí solo me quemaron dos de las cosas que más quería. Mi bicicleta y el reloj que me legó mi abuelo. Logré salvar las guitarras, exceptuando un tres cubano que justamente me regalaron ellos. Leyva me supera hasta en espectacularidad en las vendettas.
Además de ser un músico excelente (todavía te debo una grabación de la maravillosa composición que me dedicaste, queridísimo!) con decenas de premios internacionales, entre los que se cuentan Goyas por Habana Abierta y una lista interminable, Leyva es de esas raras personas que aúna un talento enorme y la cercanía y sencillez de la buena gente. Siempre la mano tendida. La sonrisa que no falte. Meta abrazos y malanga.
Leyva y Taby son la pareja ideal: su casa tiene las puertas permanentemente abiertas, hacen música las 24 horas, nunca desperdician una buena oportunidad de celebrar una "descarga" en la que se dan cosas que no es posible oír en ningún local. Te puedes encontrar a Omara Portuondo y a los valores más jóvenes de la música cubana (el padre de Taby, Manuel Galbán, fue uno de los fundadores de Buena Vista). El dinero nunca ha sido un fin para ellos, han hecho muchísimas cosas por amor al arte, porque creían en el talento de otros. Sé que para un occidental eso suena a ciencia-ficción, pero yo lo he visto con mis propios ojos.
Leyva, coño, vamos, arriba ese corazón que no te cabe en el pecho que tenemos mil cosas por hacer. Dar la vuelta a la isla en Harley Davidson, salir a pescar tiburones a la Isla de la Juventud (a ver si se nos pega algo), trasnochar en la Escuela de CIne, mezclar tango y salsa, tocar blues hasta agotar las reservas de ron de Cuba...
Juan Antonio Leyva Ordóñez, negro y cubano, un tipo diez. Mi amigo querido. Un músico como la copa de un pino, mi asere. Abrazo de oso ruso de este bolo tanguero del sur que te quiere!
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