"Una tras otra, el piloto comprobó las cifras, y quedó satisfecho. Se descubría sólidamente sentado en el cielo. Rozó con el dedo un larguero de acero, y percibió el metal chorreando vida: el metal no vibraba, pero vivía. Los quinientos caballos del motor engendraban en la materia un fluido muy suave, que cambiaba su hielo en carne aterciopelada. Una vez más, el piloto no experimentaba, en el vuelo, ni vértigo, ni embriaguez, sino el trabajo misterioso de un cuerpo vivo. (…) Luego, como nada vacilaba, ni vibraba, ni temblaba, y permanecían fijos el giroscopio, el altímetro y el régimen del motor, se desperezó un poco, apoyó su nuca en el cuero del respaldo, e inició esta profunda meditación del vuelo, en la que se saborea una esperanza inexplicable".
Antoine de Saint-Exupéry - Vol de nuit
martes, 3 de diciembre de 2019
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