Acabo de ver "El ciudadano ilustre" junto con mi hijo Iván, recién llegado de Francia. Era la segunda vez que la veía, pero ahora con mi hijo, así que es como verla por primera vez.
Cuando él era pequeño insistía para que le acompañara viendo películas. Venía a buscarme a mi estudio (casi siempre he trabajado en casa) y me invitaba a sentarme junto al fuego. Ahora soy yo quien le invita.
Con mis dos hijos he hecho toda clase de experimentos educativos. Intentando detectar dónde se emocionaban, qué les conmovía. Con Iván todo comenzó con el cine. Además de las consabidas películas de Disney infantiles fui metiendo otras cosas. A los cinco años veía películas de Billy Wilder. A los siete, Kubrick. Le proponía siempre "escribir la escena que falta". A los diez años veía 5 minutos de cualquier película y nos decía a su madre y a mí quién iba a morir, quién era el asesino y quién iba a ser la chica de la película. No fallaba jamás. El Pibe Spoiler.
Hoy tiene 30 años, es un brillante matemático y ver una película con él es una maravilla. Más si se trata de cine argentino, por el significado que sabe que tiene para su padre.
El ciudadano ilustre me conmueve. Por mil cosas. Mi viejo procede de un pueblo exactamente igual al de la película: Coronel Pringles. Situado en la provincia de Buenos Aires, en la órbita de influencia de Bahía Blanca, la gran ciudad del sur puerta de la Patagonia.
La Patagonia para todos los solitarios del mundo es un lugar mítico. Un lugar donde disolverse, donde desaparecer. Donde aquellos destinados a no nacer buscan -inútilmente- alguna clase de respuesta. Pero solo está el viento. El viento helado de la tierra del fin del mundo.
Hecha a pulmón... en el diálogo final con Cayetana Guillén Cuervo los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat -hondamente abrazables- explican cómo se gestó la película.
A 15 días del comienzo del rodaje se les cayó una partida importante del presupuesto. ¿Qué hacer? Bueno... eliminamos el equipo técnico. Sí. Las cámaras de cine, los operadores de cámara, el tío del sonido con la pértiga, etc. etc. ¿Ah, sí? ¿Y quién lo va a hacer? ¡Nosotros! ¿Quién si no?
Che... compramos una cámara de esas que se usan para grabar en las bodas y el sonido lo hacemos nosotros también. Cuando acabemos la película vendemos la cámara de calidad BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones. Esto es español, que yo he tocado hasta en fiestas de narcos en Marbella. Apunte mío) y esa partida es igual a "cero".
¿Pero no quedará muy cutre? Bueno... le damos un aspecto "documental". Es eso O NADA. Así que TENDRÁ QUE VALER.
Mi gente, la gente de mi país natal, la República Argentina, hace las cosas así. Las hace porque las tiene que hacer. ¿Que no hay guita? Se inventa. Se sueña. Se logra.
A ver si algún tipo que dice que canta tangos (yo incluido) desde 1935 -quitando a Goyeneche y Rivero- es capaz de cantar la milésima parte de lo que cantaba Gardel. Con todos nuestros Pro Tooles y mierdas tecnológicas.
Gardel grababa discos con una caja de fósforos y un peine. Y nunca podrá ser no ya superado, ni siquiera igualado. En cierto sentido, Gardel creó y asesinó el género tango-canción. Lo asesinó al morir. Intentar cantar tangos después de Gardel es como querer hacer un cuarteto de pop a tres voces después de los Beatles.
Escuchar a los pibes, a Martínez y su maestría, a la atención a los detalles, a la construcción subjetiva del personaje contando con la mirada del espectador... EMOCIONA, CARAJO. El arte no tiene nada que ver con el dinero ni con los medios utilizados. Es más... a más medios, menos arte: es imposible escapar a la tentación de utilizarlos en algún momento. Esto que quedó un poco fuera de tiempo muévelo 150 ticks hacia adelante, hazme un crossfade aquí, afíname esta nota -no hace falta que sea con autotune, puede ser a pelo y cambiando un octavo de tono-, repite estos ocho compases en el segundo estribillo. LOS MISMOS COMPASES. La misma toma.
Por cada nueve personas que han nacido en el hemisferio norte de esta bola azul que se odia a sí misma solo una ha nacido en el sur. Como el que suscribe. Eso te marca a fuego: vienes de un lugar solitario, alejado de los centros de poder, lejos de todo.
Pero con grandeza. Con los sueños de sus gentes que con una bombilla y un mate inventan un mundo.
Así en el arte como en la vida.
Hubo un tiempo en que España también tuvo esa impronta. La época en que la poesía era Antonio Machado, Lorca, Cernuda, Rosales, Miguelito Hernández.
Para escribir basta un lápiz y tener el alma agujereada. Para vivir es preciso soñar despierto.
Me conmueve mi gente, mi país de gentes humildes que hacen las cosas con lo que se tiene a mano. Desde que entramos en la Unión Europea nos hemos vuelto más ricos en España y, quitando a Isabel Coixet que tiene alma de artista de primera categoría o a Icíar Bollaín, con una sensibilidad de luna que tiembla en el agua, no ha vuelto a surgir un Víctor Erice o un Carlos Saura de la primera época. Aquí se hacen películas para cobrar la subvención del ministerio. Nos hemos aburguesado, nos hemos separado del dolor y de los que sufren.
Nos hemos vuelto europeos, en lugar de mirar a quienes son nuestros verdaderos hermanos: aquellos que sueñan en el mismo idioma que nosotros. La patria es el lenguaje.
Lo único que importa es tener algo que contar. Sentir que es importante. Hacérselo sentir a alguien más.
Tengo para mí que en las relaciones humanas es lo mismo. No es lo que se tiene, sino qué se hace con lo que se tiene.
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