sábado, 12 de febrero de 2011

Arde el norte de África

CARTAGO DELENDA EST? ¿Han vuelto Rommel y su Afrika Korps? ¿Charles Aznavour monta otra vez en un destartalado taxi hacia Tobruk? ¿Bowles vuelve a escribir "El cielo protector"? Me temo que no. Simplemente la gente se ha cansado de aguantar dirigentes impresentables.

Mubarak, cualquier idiota puede decir la verdad, pero para mentir hace falta un poco de imaginación.

Más allá del drama que están viviendo estos países cuyos valientes pueblos luchan por recobrar la libertad perdida y sacrifican a sus hijos en el envite, demostrando una vez más de dónde emana el verdadero poder, vale la pena detenerse en un suceso menor que derriba el mito del macho árabe. Nada de rienda corta.

Según cuenta el corresponsal en París del Daily Telegraph, las últimas palabras del dictador tunecino Ben Alí en su tierra no fueron suyas sino de su mujer. El hombre se resistía a subir al avión y, con un último aliento de cinematográfica heroicidad, exclamó: "Dejadme, no quiero irme, quiero morir en mi tierra". A lo que su mujer Leila, dulce compañera de tantas y tantas batallas, conmovida en lo más hondo y según testigos presenciales, poéticamente replicó: "¡Sube al avión, imbécil, toda mi vida teniendo que aguantarte a ti y a tus fracasos!"...

La frase es tan buena que la posibilidad de que sea inventada es cercana a cero. Si todo un egregio dictador es tratado en casa de esta guisa, como si fuera un simple desecho de hospital, qué nos queda al resto de los mortales. ¡El seppuku!

Eso para ir abriendo boca... El mundo de las haploides cada día más cerca. La era de las mujeres definitivamente solas.

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