jueves, 22 de marzo de 2012

Ceremonia

Me quedé mirando su imagen fuera del vagón. No era más ella. Yo no era yo. El metro comenzó a andar y ella siguió inmóvil, mirándome fijamente. No hizo ningún movimiento. Nada. Sólo me miraba dulcemente, como si estuviera despidiéndose de un moribundo en el hospital.

Madrid es una ciudad de ceniza.

El convoy aceleró. Hay que llegar a tiempo, la cena, la casa, la oficina, el baile. La vida sigue, hay tanta gente en el mundo. Dos que se conocen por casualidad, que se dicen adiós. Entonces se me quebró algo dentro y supe que el metro no volvería a parar. Ya no.

No hasta llegar al mar.

No hay comentarios: