jueves, 20 de diciembre de 2012

19 de diciembre

1977. 2012. Cuando llega esta parte del año siempre es igual. A las cinco de la tarde el tío Santiago viene a buscarnos. Los abuelos se quedan en casa. No quieren ir al aeropuerto, no pueden. Oímos ladrar a Plomo mientras nos alejamos. Diego y yo no sabemos, ni siquiera sospechamos que es la última vez que los veremos.

Hace calor, calor de diciembre austral.

Caty y Roberto, José y Coqui, Luis y Jaci, los tíos, Sergio y Ernesto nos acompañan a Ezeiza. Nos hacemos fotos los cuatro primos. Después nos perderiamos para siempre. Cuando te marchas de tu país no hay retorno posible. Si te fuiste porque te fuiste, si volviste porque no estuviste.

España es un buen lugar para vivir. La gente es alegre y no piensa en modo tango. Todo es nuevo.

La escuela es un caos. Todos los españoles en el fondo son anarquistas. Se ríen de la autoridad. En realidad, se ríen de todo.

Un año, dos... tres como mucho. No. No será así. Sólo volverá mamá para los funerales.

No hay camino de regreso. Tal vez será su voz, de aquella que una vez de pronto se durmió. Una letra de gotán, la imagen de una calle mal asfaltada. El sol entre los techos.

Vos, tú, vosotros, ustedes. Pensar y sentir en argenñol.

Decir las cosas más intimas.

El resto está en los periódicos.

1 comentario:

Raúl dijo...

Te entiendo, sabés como te entiendo. Abrazo!!