domingo, 8 de septiembre de 2013

Blanco y en Botella

Lo que más duele del resultado de la reciente elección de sede olímpica celebrada en la ciudad de Santa María del Buen Ayre es el grado de ingratitud e incomprensión que puede llegar a alcanzar el mundo, desarrollado o no, hacia aquello que es genuinamente superior. Ese "je ne sais quoi" que desprenden mentes preclaras como las de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, cuyo nombre nos conduce inevitablemente a pensar en el genio que habita la ídem, atrapado entre cristales desde tiempo inmemorial o la de Alejandro Blanco, a la sazón presidente del COE: mente en blanco, quedarse en blanco, electroencefalograma plano, nada, vacío interestelar. Whatever.

Dos mentes, reflejo de otras preclaras mentes olímpicas que comen, viajan y disfrutan del dinero público, capaces de derretir cucharas, esclarecer los misterios de la física cuántica o resolver la conjetura fuerte de Goldbach (la débil es para mentes inferiores).

En el siglo XIX las ballenas tenían un indudable interés comercial por su grasa. Eso es mucho decir respecto a ciertos políticos.

En el fondo, el problema fundamental no es saber inglés o no. Para eso existe la traducción simultánea. El problema central es no tener nada que decir o decir tonterías en cualquier idioma.

Lo paradójico es que España cuenta con gente muy preparada que brilla en las cuatro esquinas del mundo. Gente de una o varias carreras y que habla 3 o 4 idiomas con soltura. Gente que sabe lo que significa salir adelante en circunstancias adversas.

España sólo remontará cuando los políticos más estúpidos de la historia de este país -la comparación con los que pilotaron la transición o incluso el ingreso en el entonces Mercado Común Europeo resulta insultante- desaparezcan para siempre (se volatilicen) y la generación de gente que se ha formado en el extranjero y homologan a España entre las naciones más avanzadas asuma el control de la nave.

Hasta entonces, FOBOS y DEIMOS. O ridículos internacionales como el que acaban de protagonizar nuestros "responsables olímpicos", que no son responsables, ni son olímpicos ni son ná de ná.

En lo que respecta a la intervención del Príncipe de Asturias, futuro Rey de España si un meteorito del tamaño del que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años no lo remedia y de su referencia a "estoy muy contento de haber participado personalmente en Barcelona 92" como argumento de venta para que nos dieran los Olimpiadas otra vez, prefiero guardar silencio.

La prudencia y el temple han de guiar el comportamiento de un caballero. En todo momento. Además, la Sangre Azul entumece mis músculos y paraliza mis sentidos.

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