miércoles, 25 de febrero de 2015
miércoles, 18 de febrero de 2015
Snooks Eaglin
Fird Eaglin Jr. nació en Nueva Orleans el 21 de enero de 1936, y siendo niño, quedó ciego a causa de un glaucoma y lo primero que tocó fue un ukelele con cuerdas de goma que le regalaron. Pegado a la radio, pasó después a la guitarra, que aprendió a tocar de oído. Precisamente tomó su nombre artístico, Snooks, en homenaje a un personaje radiofónico llamado Baby Snooks. Fue a la Escuela Louisiana para Ciegos de Baton Rouge, pero a los 14 años abandonó los estudios para dedicarse profesionalmente a la música.
Se unió a los Flamingos, un septeto de rhythm and blues. Después de una gala nocturna en un pueblo llamado Donaldsonville, los músicos estaban tan borrachos que decidieron que debía ser Snooks quien condujera de vuelta a casa. Y lo hizo, siguiendo las curvas de memoria. Así se lo contó a John Blancher, propietario del club Mid-city Lanes, donde Eaglin tocaba a menudo, como explicaba The Times-Picayuna. Cuando llegaron a su casa, su madre salió enfurecida y los mandó a todos a la iglesia para dar gracias por semejante milagro. Blancher conoció a Eaglin después de que se lo recomendara Robert Plant, el líder de Led Zeppelin, que se lo habían presentado en una fiesta.
Sus dedos hacían prácticamente números de circo sobre las cuerdas de la guitarra, fuera de seis o de 12 cuerdas, y cantaba con una voz ronca trufada de emoción. Tocaba sobre todo con la uña del pulgar y en ocasiones en posturas inverosímiles. Además, conocía al menos 2.500 canciones, lo que le convertía en una especie de rocola humana que podía tocar desde el Para Elisa, de Beethoven hasta el Ready for Love, de Bad Company. "La razón por la que cubro un campo tan amplio", dijo en una entrevista en The Guardian en 1989, "es porque cuando tocas música, tienes que seguir moviéndote. Si no, eres como un aficionado que repite lo mismo todas las noches, y es una lata".
Dado a recluirse y excéntrico en ocasiones, quien quisiera verlo tenía que ir a Nueva Orleans. Allí vivió en Saint Rose con su esposa, Dorothy, Dee, durante 30 años. Ella se sentaba a un lado del escenario cuando él tocaba. Tuvo de espectadores, además de Plant, Paul McCartney o Eric Clapton, a Bonnie Raitt, a quien le dijo desde el escenario: "¡Escucha esto, Bonnie! Vas a aprender algo esta noche".
Se unió a los Flamingos, un septeto de rhythm and blues. Después de una gala nocturna en un pueblo llamado Donaldsonville, los músicos estaban tan borrachos que decidieron que debía ser Snooks quien condujera de vuelta a casa. Y lo hizo, siguiendo las curvas de memoria. Así se lo contó a John Blancher, propietario del club Mid-city Lanes, donde Eaglin tocaba a menudo, como explicaba The Times-Picayuna. Cuando llegaron a su casa, su madre salió enfurecida y los mandó a todos a la iglesia para dar gracias por semejante milagro. Blancher conoció a Eaglin después de que se lo recomendara Robert Plant, el líder de Led Zeppelin, que se lo habían presentado en una fiesta.
Sus dedos hacían prácticamente números de circo sobre las cuerdas de la guitarra, fuera de seis o de 12 cuerdas, y cantaba con una voz ronca trufada de emoción. Tocaba sobre todo con la uña del pulgar y en ocasiones en posturas inverosímiles. Además, conocía al menos 2.500 canciones, lo que le convertía en una especie de rocola humana que podía tocar desde el Para Elisa, de Beethoven hasta el Ready for Love, de Bad Company. "La razón por la que cubro un campo tan amplio", dijo en una entrevista en The Guardian en 1989, "es porque cuando tocas música, tienes que seguir moviéndote. Si no, eres como un aficionado que repite lo mismo todas las noches, y es una lata".
Dado a recluirse y excéntrico en ocasiones, quien quisiera verlo tenía que ir a Nueva Orleans. Allí vivió en Saint Rose con su esposa, Dorothy, Dee, durante 30 años. Ella se sentaba a un lado del escenario cuando él tocaba. Tuvo de espectadores, además de Plant, Paul McCartney o Eric Clapton, a Bonnie Raitt, a quien le dijo desde el escenario: "¡Escucha esto, Bonnie! Vas a aprender algo esta noche".
martes, 10 de febrero de 2015
Argumento ontológico de San Anselmo
La realeza de este país hace uso de sus divinas prerrogativas y se asigna sueldos. Resulta propio de las personas trabajadoras recibir un sueldo a cambio de trabajo. Luego, las personas que integran la realeza de este país son personas trabajadoras.
domingo, 8 de febrero de 2015
Nenikekamen
¿Acaso estamos todos locos? ¿Un gobernante que habla de dar de comer a los hambrientos y plantar cara a la crisis humanitaria que sufre Grecia? No, no, Tsipras. Parece ser que usted no fue a la escuela de políticos. Un buen político debe ser un hijo de puta insensible e inconmovible. Cuanto más hijo de puta y más insensible al dolor humano, mayor es la estatura del político en cuestión. Debe poder pasar a toda velocidad con su coche blindado por un escenario de miseria humana inimaginable sin que se le mueva un pelo. Debe ser complaciente con los poderosos e implacable con los humildes. El Príncipe de Maquiavelo es un simple aprendiz. En el siglo XXI se buscan personas anodinas capaces de bajarse los pantalones tantas veces como sea necesario. Simples peones en un juego diabólico. La consigna de este NUEVO ORDEN es simple: la gente es lo último. Si hay que cortarle la luz a los ancianos, que se jodan. Si no tienes para comer después de haber trabajado toda la vida, te ha quedado una pensión de mierda y estás enfermo, el Estado Nacional te premia con recortes en sanidad que te invitan a morirte lo antes posible. Clases pasivas de mierda, ¡desapareced! Que hagan sitio a nuevos consumidores.
Reproduzco un fragmento publicado en la prensa de hoy. El País, 8 de febrero:
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha anunciado este domingo una serie de medidas para su programa de gobierno. La primera de ellas, con carácter inmediato, será dar "comida, luz, alojamiento y sanidad" para "los miles de familias que pasan hambre". En un discurso plagado de referencias a la "recuperación de la soberanía nacional", Tsipras ha insistido en la necesidad de "afrontar la crisis humana" que sufre Grecia y ha asegurado que quiere pagar su deuda, que llega al 180% del PIB. El líder griego ha asegurado que si los socios quieren lo mismo, deben "negociar con nosotros los medios técnicos para hacerlo". "Si nos ponemos de acuerdo en que la austeridad fue desastrosa, la solución se alcanzará por medio de negociaciones", ha añadido.
¿De dónde ha salido usted, señor Tsipras? ¿Recuperar la soberanía nacional? Pero ¿qué tonterías son esas? Habla de negociar... ¿qué hay que negociar? Grecia debe sufrir el mismo proceso que han experimentado algunos países del antiguo Pacto de Varsovia tras la caída del muro. Bulgaria es un buen ejemplo. En 1990 había 9 millones de búlgaros viviendo en el país. Hoy apenas llegan a 7.200.000. Hay que eliminar la grasa, la población sobrante. Es una cuestión de selección natural: deben sobrevivir los más aptos. Hay que recuperar el darwinismo social. Ya está bien de eufemismos que generan confusión.
Desde mi retiro en Davos, le digo a usted que en un mundo de 7.250 millones de personas sobra gente. La medicina prolonga la vida del obrero de manera injustificable. Hace tiempo que no montamos una guerra suficientemente prolongada como para acabar con 50 millones de personas de un saque. Esto no puede ser.
Como no inventemos algo, esto se nos va de las manos. Definitivamente.
Reproduzco un fragmento publicado en la prensa de hoy. El País, 8 de febrero:
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha anunciado este domingo una serie de medidas para su programa de gobierno. La primera de ellas, con carácter inmediato, será dar "comida, luz, alojamiento y sanidad" para "los miles de familias que pasan hambre". En un discurso plagado de referencias a la "recuperación de la soberanía nacional", Tsipras ha insistido en la necesidad de "afrontar la crisis humana" que sufre Grecia y ha asegurado que quiere pagar su deuda, que llega al 180% del PIB. El líder griego ha asegurado que si los socios quieren lo mismo, deben "negociar con nosotros los medios técnicos para hacerlo". "Si nos ponemos de acuerdo en que la austeridad fue desastrosa, la solución se alcanzará por medio de negociaciones", ha añadido.
¿De dónde ha salido usted, señor Tsipras? ¿Recuperar la soberanía nacional? Pero ¿qué tonterías son esas? Habla de negociar... ¿qué hay que negociar? Grecia debe sufrir el mismo proceso que han experimentado algunos países del antiguo Pacto de Varsovia tras la caída del muro. Bulgaria es un buen ejemplo. En 1990 había 9 millones de búlgaros viviendo en el país. Hoy apenas llegan a 7.200.000. Hay que eliminar la grasa, la población sobrante. Es una cuestión de selección natural: deben sobrevivir los más aptos. Hay que recuperar el darwinismo social. Ya está bien de eufemismos que generan confusión.
Desde mi retiro en Davos, le digo a usted que en un mundo de 7.250 millones de personas sobra gente. La medicina prolonga la vida del obrero de manera injustificable. Hace tiempo que no montamos una guerra suficientemente prolongada como para acabar con 50 millones de personas de un saque. Esto no puede ser.
Como no inventemos algo, esto se nos va de las manos. Definitivamente.
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La troika
jueves, 5 de febrero de 2015
Que te quieran así
Articulo publicado en El País por Winston Manrique Sabogal.
“No lo leas ahora”. Fueron las últimas palabras que Marga Gil Roësset dijo a Juan Ramón Jiménez, en la casa del poeta en la calle Padilla, de Madrid, mientras dejaba sobre su escritorio una carpeta amarilla. Guardaba la revelación de su amor imposible por él, que la había llevado a una decisión fatal. Marga salió del despacho del escritor, fue a su taller, en el que había trabajado en los últimos meses, y destruyó todas sus esculturas, excepto un busto de Zenobia Camprubí, la esposa de su amado. “No lo leas ahora”…
Abandonó el lugar para cumplir el destino que había previsto. Pasó primero por el Parque del Retiro; luego tomó un taxi hasta la casa de unos tíos en Las Rozas y allí se disparó un tiro en la sien.
Era el jueves 28 de julio de 1932. Ella tenía 24 años; él, 51. Ocho meses antes había conocido al poeta y a su esposa, con quienes entabló una sincera y afectuosa amistad. Pero en la joven pintora y escultora, a quien Juan Ramón y Zenobia llamaban “la niña”, también se desató en silencio una pasión amorosa no correspondida. Amenazadora. Hasta que ese amor colonizó toda su vida y la convirtió en tragedia.
“…Y es que…
Ya no puedo vivir sin ti
…no… ya no puedo vivir sin ti…
…tú, como sí puedes vivir sin mí
…debes vivir sin mí…”.
Ese deseo lo plasmó con su letra angulosa en una de las hojas de la carpeta que entregó a Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Las escribió en las últimas semanas de ese verano. El autor le hizo caso. “No lo leas ahora”. Un poco de sombra cubrió su corazón para siempre. Un poco de luz salió de allí para su obra poética. Ese otoño del 32, él quiso rendirle homenaje publicando el manuscrito del diario de Gil, pero no pudo. En 1936, salió casi inesperadamente al exilio por la Guerra Civil. Ochenta y tres años después del suicidio de Marga Gil y de la voluntad de Juan Ramón Jiménez (JRJ), ese deseo del poeta se convierte ahora en realidad. Se titula Marga. Edición de Juan Ramón Jiménez y está editado por la Fundación José Manuel Lara. Suma un prólogo de Carmen Hernández-Pinzón, representante de los herederos de JRJ; un texto de Marga Clarck, sobrina de la artista, y escritos del poeta y su mujer sobre Marga Gil. Un relicario literario acompañado por facsímiles de las anotaciones de la escultora y varios de sus dibujos y fotos.
Amor, silencio, alegría, desesperación, amor. El desconcierto se plasma en la nota que la joven dejó a Zenobia Camprubí: “Zenobita… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! Y aunque querer… y enamorarse es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la culpa… a mí al menos, pues así me ha pasado… lo he sentido cuando ya era… natural… que si te dedicaras a ir únicamente con personas que no te atraen… quitarías todo peligro… pero eso es estúpido”.
Esa confesión figuraba en aquel diario extraviado tantísimos años. Desde 1939, cuando tres asaltantes —Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís— robaron la casa de JRJ mientras se hallaba en el exilio. El poeta, quien ganaría el Nobel de Literatura en 1956, siempre estuvo inquieto por el destino de esos documentos. Siempre preguntaba por ellos a su gran amigo Juan Guerrero. Lo recuerda Carmen Hernández-Pinzón, hija de Francisco, sobrino del autor de Espacio y representante de sus herederos. Parte de ellos fueron divulgados en 1997 por el diario Abc. El suicidio de Gil afectó mucho a JRJ y a su esposa. “Los dos quedaron muy abatidos, y él no quiso escribir durante un tiempo. Nunca la olvidaron”, dice Carmen.
Ese “No lo leas ahora” es un asomo al amor que revitaliza la vida y, a su vez, esteriliza a quien no es correspondido, mientras vive de migajas secretas que son el triunfo de su existencia:
“…Y no me ves… ni sabes que voy yo… pero yo voy… mi mano… en mi otra mano… y tan contenta…
…porque voy a tu lado”.
Ahora todos lo saben. Y ella fue más que ese feliz y fatal susurro amoroso. “Quiero que se la conozca como la genial artista que fue y sigue siendo. Muchas estudiosas y especialistas en las vanguardias del siglo XX han dedicado su tiempo a investigar su obra”, cuenta Marga Clarck. La publicación del diario le parece importante, ahora que la figura de su tía se empieza a reconocer. Confía en que sirva “para que ella pueda navegar sola porque su obra es muy potente. Y Juan Ramón quería que ella pasara a la historia como artista”.
El poeta lo sabía. Ese amor desconocido era parte feliz de su vida, aunque no lo pidiera. Era suyo, también. Un rincón de su casa lo inmortalizó. Tras la muerte de Marga, mandó hacer un aparador de roble sobre el que puso el busto de Zenobia esculpido por “la niña”. La cara del amor de su vida cincelada por la mujer que no soportó vivir sin él.
“No lo leas ahora”. Fueron las últimas palabras que Marga Gil Roësset dijo a Juan Ramón Jiménez, en la casa del poeta en la calle Padilla, de Madrid, mientras dejaba sobre su escritorio una carpeta amarilla. Guardaba la revelación de su amor imposible por él, que la había llevado a una decisión fatal. Marga salió del despacho del escritor, fue a su taller, en el que había trabajado en los últimos meses, y destruyó todas sus esculturas, excepto un busto de Zenobia Camprubí, la esposa de su amado. “No lo leas ahora”…
Abandonó el lugar para cumplir el destino que había previsto. Pasó primero por el Parque del Retiro; luego tomó un taxi hasta la casa de unos tíos en Las Rozas y allí se disparó un tiro en la sien.
Era el jueves 28 de julio de 1932. Ella tenía 24 años; él, 51. Ocho meses antes había conocido al poeta y a su esposa, con quienes entabló una sincera y afectuosa amistad. Pero en la joven pintora y escultora, a quien Juan Ramón y Zenobia llamaban “la niña”, también se desató en silencio una pasión amorosa no correspondida. Amenazadora. Hasta que ese amor colonizó toda su vida y la convirtió en tragedia.
“…Y es que…
Ya no puedo vivir sin ti
…no… ya no puedo vivir sin ti…
…tú, como sí puedes vivir sin mí
…debes vivir sin mí…”.
Ese deseo lo plasmó con su letra angulosa en una de las hojas de la carpeta que entregó a Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Las escribió en las últimas semanas de ese verano. El autor le hizo caso. “No lo leas ahora”. Un poco de sombra cubrió su corazón para siempre. Un poco de luz salió de allí para su obra poética. Ese otoño del 32, él quiso rendirle homenaje publicando el manuscrito del diario de Gil, pero no pudo. En 1936, salió casi inesperadamente al exilio por la Guerra Civil. Ochenta y tres años después del suicidio de Marga Gil y de la voluntad de Juan Ramón Jiménez (JRJ), ese deseo del poeta se convierte ahora en realidad. Se titula Marga. Edición de Juan Ramón Jiménez y está editado por la Fundación José Manuel Lara. Suma un prólogo de Carmen Hernández-Pinzón, representante de los herederos de JRJ; un texto de Marga Clarck, sobrina de la artista, y escritos del poeta y su mujer sobre Marga Gil. Un relicario literario acompañado por facsímiles de las anotaciones de la escultora y varios de sus dibujos y fotos.
Amor, silencio, alegría, desesperación, amor. El desconcierto se plasma en la nota que la joven dejó a Zenobia Camprubí: “Zenobita… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! Y aunque querer… y enamorarse es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la culpa… a mí al menos, pues así me ha pasado… lo he sentido cuando ya era… natural… que si te dedicaras a ir únicamente con personas que no te atraen… quitarías todo peligro… pero eso es estúpido”.
Esa confesión figuraba en aquel diario extraviado tantísimos años. Desde 1939, cuando tres asaltantes —Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís— robaron la casa de JRJ mientras se hallaba en el exilio. El poeta, quien ganaría el Nobel de Literatura en 1956, siempre estuvo inquieto por el destino de esos documentos. Siempre preguntaba por ellos a su gran amigo Juan Guerrero. Lo recuerda Carmen Hernández-Pinzón, hija de Francisco, sobrino del autor de Espacio y representante de sus herederos. Parte de ellos fueron divulgados en 1997 por el diario Abc. El suicidio de Gil afectó mucho a JRJ y a su esposa. “Los dos quedaron muy abatidos, y él no quiso escribir durante un tiempo. Nunca la olvidaron”, dice Carmen.
Ese “No lo leas ahora” es un asomo al amor que revitaliza la vida y, a su vez, esteriliza a quien no es correspondido, mientras vive de migajas secretas que son el triunfo de su existencia:
“…Y no me ves… ni sabes que voy yo… pero yo voy… mi mano… en mi otra mano… y tan contenta…
…porque voy a tu lado”.
Ahora todos lo saben. Y ella fue más que ese feliz y fatal susurro amoroso. “Quiero que se la conozca como la genial artista que fue y sigue siendo. Muchas estudiosas y especialistas en las vanguardias del siglo XX han dedicado su tiempo a investigar su obra”, cuenta Marga Clarck. La publicación del diario le parece importante, ahora que la figura de su tía se empieza a reconocer. Confía en que sirva “para que ella pueda navegar sola porque su obra es muy potente. Y Juan Ramón quería que ella pasara a la historia como artista”.
El poeta lo sabía. Ese amor desconocido era parte feliz de su vida, aunque no lo pidiera. Era suyo, también. Un rincón de su casa lo inmortalizó. Tras la muerte de Marga, mandó hacer un aparador de roble sobre el que puso el busto de Zenobia esculpido por “la niña”. La cara del amor de su vida cincelada por la mujer que no soportó vivir sin él.
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martes, 3 de febrero de 2015
Oh, rompehielos
Soy un gran consumidor de radio. Me encanta esa atmósfera mítica que te lleva a tardes de infancia, el territorio donde lo posible tiene presencia corpórea.
Por una cuestión de edad y supongo que de prejuicios estúpidos, la música "indie" suele interesarme poco y nada. Pero el otro día oí algo en la radio que me llamó la atención. Como estaba a lo mío no me enteré del nombre del grupo hasta que ayer vi que le hacían una entrevista en televisión.
El entrevistador le espeta a bocajarro: pero tú.... ¿vives de la música? Sensibilidad en bruto. Sin mezcla.
Se trata de Ramón Rodríguez y de su canción Oh, rompehielos. Me gustan las palabras, poesía cotidiana nada pretenciosa y el tratamiento sonoro de las voces, por capas, con un uso muy inteligente del delay. Un vaho polar para expresar ideas cálidas, redondas.
El personaje me cayó bien de entrada. Tal vez porque vive en un pueblo pequeño como yo hice durante tanto tiempo o porque tiene 2 hijas mayores que están triunfando en la música (en sus propias y cariñosísimas palabras, por encima del éxito alcanzado por su padre!) y también yo tengo 2 hijos que me superan ampliamente -qué fracaso para un padre que no sea así-, o porque físicamente se parece tanto a mi primo hermano Sergio a quien quiero mucho y por cosas de la vida no veo ni abrazo desde hace años. Vete tú a saber.
Un rompehielos que lo rompa todo, que limpie mi sangre. Así debe ser. Va por vosotros, que es el mismo canto...
Por una cuestión de edad y supongo que de prejuicios estúpidos, la música "indie" suele interesarme poco y nada. Pero el otro día oí algo en la radio que me llamó la atención. Como estaba a lo mío no me enteré del nombre del grupo hasta que ayer vi que le hacían una entrevista en televisión.
El entrevistador le espeta a bocajarro: pero tú.... ¿vives de la música? Sensibilidad en bruto. Sin mezcla.
Se trata de Ramón Rodríguez y de su canción Oh, rompehielos. Me gustan las palabras, poesía cotidiana nada pretenciosa y el tratamiento sonoro de las voces, por capas, con un uso muy inteligente del delay. Un vaho polar para expresar ideas cálidas, redondas.
El personaje me cayó bien de entrada. Tal vez porque vive en un pueblo pequeño como yo hice durante tanto tiempo o porque tiene 2 hijas mayores que están triunfando en la música (en sus propias y cariñosísimas palabras, por encima del éxito alcanzado por su padre!) y también yo tengo 2 hijos que me superan ampliamente -qué fracaso para un padre que no sea así-, o porque físicamente se parece tanto a mi primo hermano Sergio a quien quiero mucho y por cosas de la vida no veo ni abrazo desde hace años. Vete tú a saber.
Un rompehielos que lo rompa todo, que limpie mi sangre. Así debe ser. Va por vosotros, que es el mismo canto...
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