lunes, 30 de noviembre de 2015
Allen cumple 80
Según el señor Woody Allen, la ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser imbécil, mientras que al revés es imposible.
viernes, 13 de noviembre de 2015
A ninguna parte
Ayer. El viaje a ninguna parte. Una película que gana con el tiempo y me produce una ternura infinita. Un retrato de la verdad del arte, de vivir contracorriente. Haciendo aquello que uno siente porque no sabe, porque no puede hacer otra cosa. Solo sabe dar su corazón.
Todos tan jóvenes. Éramos tan jóvenes. Esos caminos de Castilla profunda, intentando ganar un día para la función. Los aldeanos yéndose a las primeras de cambio. Porque han de pedirse un café o una copa de anís. El fantasma del hambre en los años de posguerra, el yugo y las flechas.
Actores únicos, irrepetibles. Fernando Fernán-Gómez intentando teatralizar una escena de cine. Tremendo. Juan Diego, el ex-divisionario Maldonado, que en realidad se apellida Conejo. Fantástico. Llegan a Madrid y la pensión no acepta cómicos. No hace demasiado tampoco los querían en los camposantos.
Laura del Sol. Abrázame fuerte. Como si no fuéramos a separarnos nunca. La Juani, para comerla a besos.
Hay que ser de una pasta especial para dedicarse al teatro. Compitiendo con el cine, el fútbol y toda clase de espectáculos que comprometen poco y nada lo más íntimo.
Raúl Fraire, viejo y querido amigo, que ya se fue. Como Manuel, hace ya más de veinte años. Los recuerdo todos los días.
Las habitaciones desconchadas de las pensiones, donde se masca una humedad que se instala en los huesos. "Cómicos.... Apagar la luz, coño". Caminar por el campo, arrastrando maletas. El frío, el frío castellano. Las relaciones humanas desesperadas, atadas con un cordel. La necesidad de amar para decir yo estuve ahí. Le importo a alguien.
Pepe Sacristán y su discurso a los mozos del pueblo. A lo Mercader de Venecia pero en castellano. Soberbio hasta las lágrimas.
Y la metahistoria. Nada fue realmente así. No hubo éxitos, ni aplausos interminables. Ni premios ni reconocimiento emocionado de los pares. No hubo nada. Todo lo soñaste. Lo soñamos juntos.
Y sin embargo.
Todos tan jóvenes. Éramos tan jóvenes. Esos caminos de Castilla profunda, intentando ganar un día para la función. Los aldeanos yéndose a las primeras de cambio. Porque han de pedirse un café o una copa de anís. El fantasma del hambre en los años de posguerra, el yugo y las flechas.
Actores únicos, irrepetibles. Fernando Fernán-Gómez intentando teatralizar una escena de cine. Tremendo. Juan Diego, el ex-divisionario Maldonado, que en realidad se apellida Conejo. Fantástico. Llegan a Madrid y la pensión no acepta cómicos. No hace demasiado tampoco los querían en los camposantos.
Laura del Sol. Abrázame fuerte. Como si no fuéramos a separarnos nunca. La Juani, para comerla a besos.
Hay que ser de una pasta especial para dedicarse al teatro. Compitiendo con el cine, el fútbol y toda clase de espectáculos que comprometen poco y nada lo más íntimo.
Raúl Fraire, viejo y querido amigo, que ya se fue. Como Manuel, hace ya más de veinte años. Los recuerdo todos los días.
Las habitaciones desconchadas de las pensiones, donde se masca una humedad que se instala en los huesos. "Cómicos.... Apagar la luz, coño". Caminar por el campo, arrastrando maletas. El frío, el frío castellano. Las relaciones humanas desesperadas, atadas con un cordel. La necesidad de amar para decir yo estuve ahí. Le importo a alguien.
Pepe Sacristán y su discurso a los mozos del pueblo. A lo Mercader de Venecia pero en castellano. Soberbio hasta las lágrimas.
Y la metahistoria. Nada fue realmente así. No hubo éxitos, ni aplausos interminables. Ni premios ni reconocimiento emocionado de los pares. No hubo nada. Todo lo soñaste. Lo soñamos juntos.
Y sin embargo.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
España
España tiene estas cosas. De repente, en pleno otoño, días de gloria. Entre otras miles de cosas, por eso adoro este país, que también es el mío. Hoy es mi santo, San Martín. Un tipo estupendo.
Por la tarde voy a ensayar con mis amigos y después, la copa de rigor en el Gene. Mis amigos son gente de barrio, como el que suscribe. Son gente de ley. Mucha calle... como dice Javi. Hablamos el mismo idioma.
Seguimos navegando. Suena "Pájaros de barro" en la radio. Ole. Aunque los primeros versos me recuerdan una canción de Lluis Llach que me gustaba mucho en mi adolescencia. Manolo...
En pos de mi destino, cortamos el agua. Han aparecido extrañas algas flotando por estribor. Renovamos la esperanza.
Maybe this time.
Por la tarde voy a ensayar con mis amigos y después, la copa de rigor en el Gene. Mis amigos son gente de barrio, como el que suscribe. Son gente de ley. Mucha calle... como dice Javi. Hablamos el mismo idioma.
Seguimos navegando. Suena "Pájaros de barro" en la radio. Ole. Aunque los primeros versos me recuerdan una canción de Lluis Llach que me gustaba mucho en mi adolescencia. Manolo...
En pos de mi destino, cortamos el agua. Han aparecido extrañas algas flotando por estribor. Renovamos la esperanza.
Maybe this time.
sábado, 7 de noviembre de 2015
Gotán
¿El tango? ¿Preguntás por el tango? Tranquilo pibe. Si vivís lo suficiente, el tango te espera.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
domingo, 1 de noviembre de 2015
Aprendiendo a vivir se nos va la vida
Día de gloria. Mis dos hijos a mi vera. Charla agradable y sesión de cine compartida: El tercer hombre, que Iván no había visto. Qué maravilla... cada plano, cada frase, cada gesto. Una obra de arte que calienta el alma. Además, siempre tengo la impresión de volver a oír a mi abuela con ese acento austríaco... Abuela querida, siempre derramando cariño a manos llenas.
Hay que volver al cine clásico, a la literatura. A las obras de arte con mayúsculas, en medio de este ruido ensordecedor.
En un receso de la película, breve diálogo con mi hijo Pablo, el pequeño, que vive la etapa de adolescencia EN TODO SU ESPLENDOR y a mí me pilla un poco con el pie cambiado. Cansado de tanta guerra. Como Teresa Batista, oh Jorge Amado que me salvaste la vida a los 25 años aquella tarde en Gibraltar, pero sin las indudables ventajas del trópico.
Aprovechando que lo tenía a tiro en algún momento, surgió. Que si no me llama nunca, que si patatín... Ya se sabe, viejo querido, "un padre puede con 10 hijos y 10 hijos no pueden con un padre".
—Es que pasas completamente de mí— no puedo dejar de superponer la imagen de ese oso que me abrazaba a todas horas. Los cientos de miles de impertinencias, los desplantes, las barbaridades que osé decirle a mis viejos vienen ahora a visitarme. Things change... pero qué desfase más extraño se produce entre el tiempo cronológico y el tiempo afectivo en el alma de un padre.
—No. No es cierto, papá.
—¿Ah, no...?— alcanzo a decir con un mortecino rayo de esperanza.
—No. No paso de ti. Paso de todo el mundo.
OLE MI NIÑO.
Hay que volver al cine clásico, a la literatura. A las obras de arte con mayúsculas, en medio de este ruido ensordecedor.
En un receso de la película, breve diálogo con mi hijo Pablo, el pequeño, que vive la etapa de adolescencia EN TODO SU ESPLENDOR y a mí me pilla un poco con el pie cambiado. Cansado de tanta guerra. Como Teresa Batista, oh Jorge Amado que me salvaste la vida a los 25 años aquella tarde en Gibraltar, pero sin las indudables ventajas del trópico.
Aprovechando que lo tenía a tiro en algún momento, surgió. Que si no me llama nunca, que si patatín... Ya se sabe, viejo querido, "un padre puede con 10 hijos y 10 hijos no pueden con un padre".
—Es que pasas completamente de mí— no puedo dejar de superponer la imagen de ese oso que me abrazaba a todas horas. Los cientos de miles de impertinencias, los desplantes, las barbaridades que osé decirle a mis viejos vienen ahora a visitarme. Things change... pero qué desfase más extraño se produce entre el tiempo cronológico y el tiempo afectivo en el alma de un padre.
—No. No es cierto, papá.
—¿Ah, no...?— alcanzo a decir con un mortecino rayo de esperanza.
—No. No paso de ti. Paso de todo el mundo.
OLE MI NIÑO.
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