viernes, 11 de noviembre de 2016

So long, Leonard

Mi irredenta naturaleza insomne me ha permitido conocer la noticia mientras mis amigos dormían. Te fuiste a los 82, como mi abuelo Lázaro.

Te dio tiempo a tener una vida maravillosa, a tener amores, a hacer una obra digna de permanecer entre nosotros. Fuiste feliz, intuyo.

Habría que preguntarse a qué juegan los dioses (así, en plural griego, para que la cuota de responsabilidad divina quede bien repartida) llevándote a ti y dejando al flamante presidente de USA, home of the "brave".

El mes de agosto pasado te despediste de tu amor de juventud. Con elegancia -no conozco a otra persona tan elegante sobre un escenario-, con dulzura.

“Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos; pienso que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Todo el amor, te veré por el camino.”

Ahora son inmortales. En Hidra. Los dos. La sabiduría de los que se aman es el fruto más intenso del Árbol de la Vida.

En cuanto a nosotros... sí. Primero hemos de tomar Manhattan. Más tarde, Berlín.






viernes, 4 de noviembre de 2016

Noviembre

Lentamente el año camina hacia su fin. Este extraño año 16 de dos otoños. Ahora llueve mientras Pablo duerme tranquilamente. Me gusta velar su sueño. Creo que nací para ser guardián entre el centeno.

Volví a casa, incluso tuve la fantasía de instalarme por un tiempo. Encontré hermanos agigantados, abrazos inabarcables. Gente que da su corazón sin pedir nada a cambio. También encontré espectros. Gente que quise mucho y ahora no sé más quién es. Me congelaron el aliento.

Buenos Aires, Argentina. El norte. El sueño de la razón... ya se sabe.

El tango que no cesa. Cinco de la mañana en Ezeiza. Solo. No me acostumbro a viajar solo. No es para mí. Qué sentido tiene el descubrimiento, el asombro fugaz, si no se comparte. Qué sentido tiene la vida entera si no se comparte.

Ojos ávidos de horizontes, de mares lejanos, de mapas incompletos. Los Cuarenta Rugientes. Yo estuve ahí. Doblé el Cabo de Hornos también. Solo uno sabe las esquinas por las que pasó, los desiertos que atravesó: al final del camino está uno mismo sentado. Esperando.

Noviembre boreal. La lluvia cae lenta, fría, las calles cubiertas de hojas, pero no como en Buenos Aires. Los cafés europeos invitan a filosofar frente a un té. Qué cosa tan extraña es la amistad. Es Buenos Aires, por eso digo tu nombre, como un conjuro, una invocación. ¿Qué estrella fuiste a buscar?

Noche de tango. ¿Hoy no vas a milonguear...? No. Hoy me quedo contemplando el fuego, escuchando al Polaco, bebiendo un ribera a sorbos lentos, hablándote en susurros.

Aunque no estés.