viernes, 11 de noviembre de 2016

So long, Leonard

Mi irredenta naturaleza insomne me ha permitido conocer la noticia mientras mis amigos dormían. Te fuiste a los 82, como mi abuelo Lázaro.

Te dio tiempo a tener una vida maravillosa, a tener amores, a hacer una obra digna de permanecer entre nosotros. Fuiste feliz, intuyo.

Habría que preguntarse a qué juegan los dioses (así, en plural griego, para que la cuota de responsabilidad divina quede bien repartida) llevándote a ti y dejando al flamante presidente de USA, home of the "brave".

El mes de agosto pasado te despediste de tu amor de juventud. Con elegancia -no conozco a otra persona tan elegante sobre un escenario-, con dulzura.

“Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos; pienso que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Todo el amor, te veré por el camino.”

Ahora son inmortales. En Hidra. Los dos. La sabiduría de los que se aman es el fruto más intenso del Árbol de la Vida.

En cuanto a nosotros... sí. Primero hemos de tomar Manhattan. Más tarde, Berlín.






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