Extraño día de una primavera que se resiste. La casa en orden y en paz.
Un recordatorio de mi admirada Gloria Fuertes.
Cuando estés recién muerto,
aún con la tibia tibia,
aún con las uñas
cortas,
querrás hacer algo
–lo que podías hacer ahora–;
y ya
habrán cerrado las tiendas y portales;
y ya será muy tarde para llegar
a tiempo
a los que hoy te aman.
jueves, 30 de marzo de 2017
sábado, 25 de marzo de 2017
Tonadas de ordeño
Hay muchas Américas dentro de América. Si escuchas con cuidado, una te atraviesa el corazón. En el centro del mundo.
Desentumecer los sentidos. Aprender a emocionarse de nuevo.
Desentumecer los sentidos. Aprender a emocionarse de nuevo.
jueves, 16 de marzo de 2017
Altos estudios estratégicos
—¿Y...? ¿Algún plan para salir de esta situación?
— Sí. Pienso bailar hasta que todo se solucione por sí solo.
lunes, 13 de marzo de 2017
Rua da Saudade
En Lisboa existe una calle única. Una calle importante en mi vida. La Rua da Saudade, que dormita en lo alto del barrio de Castelo, junto al antiguo teatro romano de la ciudad.
Allí se alza un edificio anterior al terremoto en el que han vivido poetas de abril, voces claras del pueblo portugués, y se han escrito fados inmortales que han formado parte del repertorio de la mismísima Amália Rodrigues. El fado... tan cerca de la milonga y el tango. Tan extrañamente familiar.
Desde Saudade se ve el Tejo y el puente 25 de abril. Se observa el trasiego constante de cacilheiros que unen las dos orillas y el tráfico peatonal de la Praça do Comercio, al tiempo que se oyen las campanas de la Seo de Lisboa.
Los pájaros danzan todas las tardes a la misma hora. Les gusta especialmente la ópera de Puccini. Aves ilustradas.
Es la patria del tranvía 28, que tantos sueños alumbró. Hasta feitorias...
El centro del mundo, donde dejar pasar las horas completamente hipnotizado, hasta quedar sin habla. Lisboa, la capital ideal de Felipe II, el puerto siempre abierto al oeste, al Nuevo Mundo, a la renovación. Empezar de cero al otro lado, donde da la vuelta el aire.
Sonidos de guitarras. La cantante de fados de la Praia de Angola a la que acompañé una noche mágica y me hizo sentir que estaba tocando milongas de mi patria sonora, el bailarín de ébano, los amigos, las risas. Laura Espejo, Senhora de Olisipo. Dona Lina, que conocía a Carlos Gardel pero lo llamaba "Mardel", como una rua cercana a Almirante Reis, destino de mis andanzas de universitario: la larga cuaresma de los estudios.
Rostros. Personas que se convertirán en otras personas, que terminarán por olvidar, que dejarán de soñar. Sombras impresas en los muros de más de un pie que resisten todos los vientos atlánticos.
Así que pasen mil años, los escafandristas encontrarán pistas, pequeños objetos y conocerán la cuenta de los instantes, los susurros, los anhelos.
Cierro los ojos y regreso una y otra vez a Lisboa, a Saudade. Al Braço de Prata, el vértigo del primer viaje y las caminatas por calles imposibles, calzadas. A la noche en Casa da Índia, completamente ebrio de belleza y distancia de mí mismo. ¡Proa a altamar! Siempre a altamar.
Oigo el sutil eco del silencio portugués na minha alma. Inesquecível.
Allí se alza un edificio anterior al terremoto en el que han vivido poetas de abril, voces claras del pueblo portugués, y se han escrito fados inmortales que han formado parte del repertorio de la mismísima Amália Rodrigues. El fado... tan cerca de la milonga y el tango. Tan extrañamente familiar.
Desde Saudade se ve el Tejo y el puente 25 de abril. Se observa el trasiego constante de cacilheiros que unen las dos orillas y el tráfico peatonal de la Praça do Comercio, al tiempo que se oyen las campanas de la Seo de Lisboa.
Los pájaros danzan todas las tardes a la misma hora. Les gusta especialmente la ópera de Puccini. Aves ilustradas.
Es la patria del tranvía 28, que tantos sueños alumbró. Hasta feitorias...
El centro del mundo, donde dejar pasar las horas completamente hipnotizado, hasta quedar sin habla. Lisboa, la capital ideal de Felipe II, el puerto siempre abierto al oeste, al Nuevo Mundo, a la renovación. Empezar de cero al otro lado, donde da la vuelta el aire.
Sonidos de guitarras. La cantante de fados de la Praia de Angola a la que acompañé una noche mágica y me hizo sentir que estaba tocando milongas de mi patria sonora, el bailarín de ébano, los amigos, las risas. Laura Espejo, Senhora de Olisipo. Dona Lina, que conocía a Carlos Gardel pero lo llamaba "Mardel", como una rua cercana a Almirante Reis, destino de mis andanzas de universitario: la larga cuaresma de los estudios.
Rostros. Personas que se convertirán en otras personas, que terminarán por olvidar, que dejarán de soñar. Sombras impresas en los muros de más de un pie que resisten todos los vientos atlánticos.
Así que pasen mil años, los escafandristas encontrarán pistas, pequeños objetos y conocerán la cuenta de los instantes, los susurros, los anhelos.
Cierro los ojos y regreso una y otra vez a Lisboa, a Saudade. Al Braço de Prata, el vértigo del primer viaje y las caminatas por calles imposibles, calzadas. A la noche en Casa da Índia, completamente ebrio de belleza y distancia de mí mismo. ¡Proa a altamar! Siempre a altamar.
Oigo el sutil eco del silencio portugués na minha alma. Inesquecível.
Hospitales
Tengo a un amigo muy querido ingresado en el Ramón y Cajal, así que he pasado el fin de semana acampando allí, intentando hacer más llevaderas las largas horas de cama y catéter. Los años de crisis se dejan sentir en la sanidad pública española que, a pesar de todo, sigue siendo fabulosa.
El gran activo es la gente. Médicos, enfermeros, personal no sanitario. Personas que se desviven para hacer más soportable el dolor de vivir.
Solo hay dos clases de personas: los que se miran atentamente el ombligo, piensan en sus viajes y sus tremendísimas estupideces y los que cuidan de otros. Hay gente que pelea toda la vida... gente de trabajo, solidaria, de mirada limpia. Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, cooperantes, hombres y mujeres que luchan a brazo partido para restablecer el equilibrio de este mundo desquiciado, donde unos pocos lo tienen todo y la mayoría ha de conformarse con lo que le toque en suerte.
Estos años de nuevos ricos han llenado de pájaros la cabeza de más de uno. El aterrizaje forzoso ha obligado a abrir los ojos otra vez.
En los servicios sanitarios universales de nuestro país, ahora transferidos a las comunidades autónomas, trabajan personas que no salen en los periódicos. Gente que se enfrenta al dolor y a la muerte como hacen los mineros o los pescadores en aguas bravas. Héroes del mar y la tierra.
Gente de ley, dioses que tienden la mano. Verdaderos seres humanos.
El gran activo es la gente. Médicos, enfermeros, personal no sanitario. Personas que se desviven para hacer más soportable el dolor de vivir.
Solo hay dos clases de personas: los que se miran atentamente el ombligo, piensan en sus viajes y sus tremendísimas estupideces y los que cuidan de otros. Hay gente que pelea toda la vida... gente de trabajo, solidaria, de mirada limpia. Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, cooperantes, hombres y mujeres que luchan a brazo partido para restablecer el equilibrio de este mundo desquiciado, donde unos pocos lo tienen todo y la mayoría ha de conformarse con lo que le toque en suerte.
Estos años de nuevos ricos han llenado de pájaros la cabeza de más de uno. El aterrizaje forzoso ha obligado a abrir los ojos otra vez.
En los servicios sanitarios universales de nuestro país, ahora transferidos a las comunidades autónomas, trabajan personas que no salen en los periódicos. Gente que se enfrenta al dolor y a la muerte como hacen los mineros o los pescadores en aguas bravas. Héroes del mar y la tierra.
Gente de ley, dioses que tienden la mano. Verdaderos seres humanos.
lunes, 6 de marzo de 2017
El apartamento
La vida debería tener la intensidad de la mirada de Shirley MacLaine cuando corre a buscar a Jack Lemmon en las últimas escenas de El apartamento. Tendría que ser así a todas horas.
Y nadie debería conformarse con menos.
Y nadie debería conformarse con menos.
miércoles, 1 de marzo de 2017
La vida vuelve
Me niego a hablar de la muerte, de los amigos que se olvidan de respirar. No se detiene el reloj de la partida. Prefiero las flores de almendro que estallan en un Madrid, rompeolas de todas las Españas, que se despereza.
Ese empeño de la vida en volver. Volver siempre.
Ese empeño de la vida en volver. Volver siempre.
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