lunes, 13 de marzo de 2017

Hospitales

Tengo a un amigo muy querido ingresado en el Ramón y Cajal, así que he pasado el fin de semana acampando allí, intentando hacer más llevaderas las largas horas de cama y catéter. Los años de crisis se dejan sentir en la sanidad pública española que, a pesar de todo, sigue siendo fabulosa.

El gran activo es la gente. Médicos, enfermeros, personal no sanitario. Personas que se desviven para hacer más soportable el dolor de vivir.

Solo hay dos clases de personas: los que se miran atentamente el ombligo, piensan en sus viajes y sus tremendísimas estupideces y los que cuidan de otros. Hay gente que pelea toda la vida... gente de trabajo, solidaria, de mirada limpia. Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, cooperantes, hombres y mujeres que luchan a brazo partido para restablecer el equilibrio de este mundo desquiciado, donde unos pocos lo tienen todo y la mayoría ha de conformarse con lo que le toque en suerte.

Estos años de nuevos ricos han llenado de pájaros la cabeza de más de uno. El aterrizaje forzoso ha obligado a abrir los ojos otra vez.

En los servicios sanitarios universales de nuestro país, ahora transferidos a las comunidades autónomas, trabajan personas que no salen en los periódicos. Gente que se enfrenta al dolor y a la muerte como hacen los mineros o los pescadores en aguas bravas. Héroes del mar y la tierra.

Gente de ley, dioses que tienden la mano. Verdaderos seres humanos.



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