sábado, 17 de junio de 2017

La era de la posverdad

El diccionario Oxford define la "posverdad" como algo que denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos a la hora de conformar la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales.

Vivimos en la era de la posverdad. La gente ha dejado de utilizar los periódicos como fuente principal para informarse y su lugar lo ocupan las redes sociales.

Es el caldo de cultivo ideal para que circulen toda clase de mentiras e informaciones no verificadas. De ahí las maniobras que condujeron al Brexit (Europa literalmente "saqueaba" el Reino Unido) o las barbaridades acientíficas del presidente Trump.

La clave está en la emoción. Somos más proclives a compartir historias que apelen al contenido emocional que relatos bien fundamentados y basados en fuentes alternativas. Es lo que hace que la gente corra a enviar a sus contactos toda clase de historias tremebundas sobre virus informáticos, problemas para  la salud horrorosos que generan elementos de la vida cotidiana o fraudes masivos que están a la vuelta de la esquina.

El arte funciona de manera parecida: se dirige al universo intuitivo, no al vigía racional.

No existe otra explicación para el fenómeno Trump que, por otro lado, tiene muchas similitudes con Hitler y su meteórica ascensión en 1933.

Basta oír cualquier discurso de Hitler ante sus fieles más entregados para comprender que la apelación a lo puramente emocional constituye un arma de primera magnitud.

¿Qué sabemos realmente de las noticias que circulan a la velocidad del rayo por Twitter o Facebook? ¿Dónde queda el concepto de "autoridad" y de "veracidad"?

Nada se comprueba. Todo vale. Me lo acaba de enviar un amigo. No sé realmente si es mi amigo o es amigo de otro amigo que conocí en la red. Nunca me he tomado un café con él, pero ya es como de la familia.

Crear un estado de ansiedad o pánico en la población resulta extremadamente simple con semejantes herramientas.






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