miércoles, 13 de enero de 2021

Relatos a contramano. Comida familiar, por Rasskin & Rasskin

Hoy arrancamos una nueva serie que tendrá periodicidad mensual. Se trata de una colaboración mano a mano entre mi Señor Padre, el pintor Abel Rasskin, y yo mismo con mi mecanismo. Es algo que me hace especialmente feliz por mil razones que no detallaré para no ejercer de porteño carne de diván.

Relatos a contramano. Hoy... Episodio ONE. Comida familiar. Va por ustedes/vosotros! Besos y abrazos.

Mamá es cantante. Está muy loca, pero quién no. Tiene 768 años y siempre intenta seducir jovencitos cantándoles boleros, tangos, lo que sea. Si no lo logra se enfada. Los pibes se ríen. Se ríen antes de salir corriendo. Usa las redes sociales para pescar incautos con fotos que no tienen nada que ver con la realidad. Eso produce shocks anafilácticos en las citas a ciegas.
El domingo pasado nos invitó a comer a casa. Tengo dos hermanas y un hermano de distintos padres. Su vida sentimental es un desastre. No hay poronga que le venga bien. Entre los hermanos hay cierta distancia, yo qué sé. Cosas de familia.

Mamá pasa bastante de nosotros, así que la reunión del domingo creó bastantes expectativas.
Todo lo que tenga que ver con hacer cosas para los demás no es lo suyo. Cocinar, tampoco. Mejor que no se acerque a la cocina. Por eso, ante el temor a una más que probable indigestión, la comida la llevamos nosotros. Huevadas... pero comestibles.
Cuando nos tuvo a tiro, mamá agarró una copa de vino —de vinos sabe un montón—, la golpeó repetidamente con una cucharita y tomó la palabra.
—Ahora que los tengo juntos y veo que se llevan bien entre ustedes, que se las arreglan, quiero confesarles algo...
Mis hermanos y yo nos miramos. ¿Qué podrá ser? ¿Algo sobre nuestros respectivos padres? ¿Alguna clave para ser feliz...?

—Claro, mamá. Estamos encantados de estar todos juntos, aquí, contigo. Te escuchamos... —dijo mi hermana mayor, un prodigio de equilibrio mental y espiritual. Nada filosa.
Se produjo un silencio algo incómodo.
—En realidad... yo nunca quise tener hijos. Solo me interesa mi carrera de cantante. Soy incapaz de hacer nada por nadie. Cada paso que he dado en mi vida ha sido en función de mí misma, de mi carrera. Puedo decirle cualquier cosa a quien sea para lograr mis objetivos, adularle de forma rastrera si es preciso. Solo me interesan los elogios, a cualquiera que me critique ni lo escucho, lo pongo automáticamente en la lista negra. Les pido perdón por haberlos traído al mundo siendo la persona que soy.

Nos miramos todos. Con cierta piedad contemplamos a aquella pobre mujer pintada como una puerta a la que el maquillaje no ayudaba en nada, antes al contrario, acentuaba el patetismo de mujer entrada en años que quiere pasar por adolescente. Comprendimos que nunca tuvo amor. Nunca lo dio. Fría como el hielo más negro y, sin embargo, la persona que nos dio la vida.
Comida familiar. Festejos.  
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