Tendremos una casa sin puertas ni ventanas
Solo jardín,
Lavanda, romero, rosas.
Los amigos vendrán para quedarse
Amor y música en la despensa.
Todos los tangos del mundo
Para bailarlos contigo en la cocina.
Tendremos una casa sin puertas ni ventanas
Solo jardín,
Lavanda, romero, rosas.
Los amigos vendrán para quedarse
Amor y música en la despensa.
Todos los tangos del mundo
Para bailarlos contigo en la cocina.
Ella vino una tarde y me invitó a pasear por la playa. Le gustaban las playas solitarias, las fogatas, los mantos de olvido.
Caminamos uno junto al otro, en silencio. Un silencio de lustros. Tiempo y océano.
El mar traía botellas desde la otra orilla y lamía la gruesa arena lenta, mortecinamente. Cartas de amor que nunca llegaron a destino. Alguien no las escribió a tiempo. Alguien no estuvo allí para recogerlas con amor mientras aún palpitaban de anhelo.
─Siempre escribes sobre parques solitarios, juegos sin niños, tardes que mueren en silencio. Nunca hay gente en tus paisajes.
─No lo sé... Me gusta el fuego. Es otra forma de mar. Un mar cálido.
─Me vendrían bien unos ojos como los tuyos, esa sola palabra ─susurré.
─En otoño quiero dibujarte... con palabras. Azules como flores de jacaranda. Y quiero tu ropa impregnada de encina.
─Habrá otoño. E inviernos. Todas las travesías.
─Sí ─sonrió dulce, mientras contemplaba las estelas de espuma que dejaba en mi alma. Tú, mi rosa de los vientos.
Tus manos viajan lejos de mí y el mundo sigue andando. Aun de amanecida. Pero ya no es el mismo mundo. Los sueños han sido proscritos. Las guitarras, que se habían vestido de fiesta, enmudecieron. No se oyen pájaros ni risas de niños a lo lejos, solo el imperceptible compás de mi sangre.
Un inmenso páramo. Donde solía estar el corazón, un inclemente agujero por donde se cuela el viento. Un viento sordo, helado, de no estás en casa. La callada soledad de las tazas de café. Tu silla frente a la mía me mira fija, grismente y tiene una particular forma de sufrir.
Nada. Una nada preñada de todo. Dos anillos de ceniza.
“La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada” (Macbeth, Acto V, Escena V).
Ahora tengo un año más que tú cuando te olvidaste de respirar. Soy mayor que tú. Tu hermano mayor... Lentamente todos nos iremos convirtiendo en sombras. Es mejor pasar a ese otro mundo de quietud perfecta en la agónica luz de una pasión que apagarse tristemente con la edad.
Tu soldado y tu capitán. Para amarte y respetarte, en la alegría y en los días de levante, en mar en calma, en plena tempestad y en todas las noches y dones de la vida que te doy y me das a manos llenas.
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