Escribí esta novela como homenaje a mis queridos abuelos, Szeyna y Leizer, que participan en la acción. Por eso la firmo con mi apellido materno, Gutman, y con mi nombre compuesto como gustaba de llamarme mi abuelo.
El primer tercio del siglo XX coincidió con el momento de mayor esplendor del tango. Triunfó en todas partes y Carlos Gardel fue la primera "estrella pop", el Elvis Presley de su tiempo. Sus discos y sus películas se conocieron en el mundo entero.
Paralelamente, en el lejano sur del continente americano florecieron redes de tráfico de mujeres llevadas desde Europa a Montevideo o Buenos Aires con toda clase de engaños. Esas redes llegaron a acumular un poder inconmensurable, abriendo incluso "sucursales" en muchos países.
Tango, redes de prostitución, impunidad en territorios sin ley. Se supone que todas esas mafias se disolvieron en 1930. Pero la historia no resulta tan sencilla, enormes fortunas que surgían de la noche a la mañana. Eran las redes de tráfico de drogas de la época. Todo el mundo en el ajo... ¿Quién iba a renunciar a semejante botín?
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