Sí. Me gusta conducir por la noche contigo dormida a mi lado. Siento la velocidad, el frescor, el viento. Tomo el volante con firmeza, como el timón de un barco en pleno Atlántico norte. Me gusta pensar que la seguridad de otros depende de mí, me hace sentir que la vida tiene un propósito.
Procuro tomar las curvas con tacto de seda. Acelero suavemente dentro de la curva para rectificarla y para que apenas sientas la diferencia. Hago que el coche se pegue al suelo. Sé cómo hacerlo, frenando con el motor, sin tocar el freno salvo para corregir el rumbo imperceptiblemente. Uso el doble embrague en los adelantamientos. No arriesgo nada. Voy sobre seguro.
De vez en cuando te contemplo dormida y percibo una leve sonrisa en tus labios. Qué estarás soñando...
Pararé en Lerma a por pan al amanecer. Es el pan del Cid. Cruzaremos la frontera y atravesaremos las Landas a toda velocidad. Es un tramo de la carretera que no tiene peajes. Un desierto con bosques de eucaliptos que huelen a día de playa. Playa de la infancia, sin horario.
Nos desviaremos para desayunar en La Rochelle. En un bar del puerto al que sólo van pescadores. Tienen un café único. Lo traen especialmente desde Brasil. Ah... que tú no eres muy de café. Pues nada, te pedimos un colacao con algún bollito de ocasión.
Poitiers, Tours -¡mi ciudad! Saint Martin de Tours- ...y una sorpresa de caja de música... Blois... iremos a ver los castillos del Loira. Son una aparición. Un canto a la vida. Comeremos allí.
Por la tarde, Orleans y ya enfilo para París. El cuento de Cortázar ahora somos nosotros. La autopista del sur. Dauphine se enamora de Peugeot. Hasta las trancas. Toi et moi.
Entraremos en París por la Périphérique, con ese efecto hipnótico... llevaré el coche por el mismísimo centro. Boulevard Saint Michel, Notre Dame, l'Île de Saint-Louis, le Quai d'Orsai y aparcaré justo en el Campo de Marte, en un rincón que conozco. Nos quedaremos mirando la Torre Eiffel y el río.
Hay una cervecería pequeña de un antiguo oficial de la Legión Extranjera en la Avenida de la Bourdonnais. El viejo capitán de artillería llora con las canciones de Edith Piaff, Ma Liberté de Moustaki y los tangos, así que las cervezas nos saldrán gratis. Y no hablo de cualquier cerveza... tiene las mejores cervezas belgas. ¡Duvel! Trappistes Rochefort...
Estamos en París. He conducido desde Madrid. Hemos bebido seis Duvels cada uno y aún tengo ganas de hacerte el amor hasta que abran las panaderías de Le Marais: no hay pasteles como los de ese barrio, saben a Marsella, a velas desplegadas.
Hacer el amor contigo es volver a nacer una y otra vez, como si no existiera la muerte. Entre grito y risa, junto al fuego y el agua. Un tobogán eterno en Plaza de España, una noche en los columpios.
Ahora duermes dulcemente. Hasta mañana, vida. Dors bien.
Las almenas en fuego. Los dos para los dos.