sábado, 27 de enero de 2024

Entraremos en París

Sí. Me gusta conducir por la noche contigo dormida a mi lado. Siento la velocidad, el frescor, el viento. Tomo el volante con firmeza, como el timón de un barco en pleno Atlántico norte. Me gusta pensar que la seguridad de otros depende de mí, me hace sentir que la vida tiene un propósito.

Procuro tomar las curvas con tacto de seda. Acelero suavemente dentro de la curva para rectificarla y para que apenas sientas la diferencia. Hago que el coche se pegue al suelo. Sé cómo hacerlo, frenando con el motor, sin tocar el freno salvo para corregir el rumbo imperceptiblemente. Uso el doble embrague en los adelantamientos. No arriesgo nada. Voy sobre seguro.

De vez en cuando te contemplo dormida y percibo una leve sonrisa en tus labios. Qué estarás soñando... 

Pararé en Lerma a por pan al amanecer. Es el pan del Cid. Cruzaremos la frontera y atravesaremos las Landas a toda velocidad. Es un tramo de la carretera que no tiene peajes. Un desierto con bosques de eucaliptos que huelen a día de playa. Playa de la infancia, sin horario.

Nos desviaremos para desayunar en La Rochelle. En un bar del puerto al que sólo van pescadores. Tienen un café único. Lo traen especialmente desde Brasil. Ah... que tú no eres muy de café. Pues nada, te pedimos un colacao con algún bollito de ocasión.

Poitiers, Tours -¡mi ciudad! Saint Martin de Tours- ...y una sorpresa de caja de música... Blois... iremos a ver los castillos del Loira. Son una aparición. Un canto a la vida. Comeremos allí.

Por la tarde, Orleans y ya enfilo para París. El cuento de Cortázar ahora somos nosotros. La autopista del sur. Dauphine se enamora de Peugeot. Hasta las trancas. Toi et moi.

Entraremos en París por la Périphérique, con ese efecto hipnótico... llevaré el coche por el mismísimo centro. Boulevard Saint Michel, Notre Dame, l'Île de Saint-Louis, le Quai d'Orsai y aparcaré justo en el Campo de Marte, en un rincón que conozco. Nos quedaremos mirando la Torre Eiffel y el río.

Hay una cervecería pequeña de un antiguo oficial de la Legión Extranjera en la Avenida de la Bourdonnais. El viejo capitán de artillería llora con las canciones de Edith Piaff, Ma Liberté de Moustaki y los tangos, así que las cervezas nos saldrán gratis. Y no hablo de cualquier cerveza... tiene las mejores cervezas belgas. ¡Duvel! Trappistes Rochefort...

Estamos en París. He conducido desde Madrid. Hemos bebido seis Duvels cada uno y aún tengo ganas de hacerte el amor hasta que abran las panaderías de Le Marais: no hay pasteles como los de ese barrio, saben a Marsella, a velas desplegadas. 

Hacer el amor contigo es volver a nacer una y otra vez, como si no existiera la muerte. Entre grito y risa, junto al fuego y el agua. Un tobogán eterno en Plaza de España, una noche en los columpios.

Ahora duermes dulcemente. Hasta mañana, vida. Dors bien.

Las almenas en fuego. Los dos para los dos.



miércoles, 10 de enero de 2024

Mi viejo Fidel

La gente viene a despedirse, los perros no. Aquel mes de agosto, Manuel llegó hasta mi casa en el campo. Vino a decir adiós. Estuvimos charlando toda la tarde. Iba a encontrarse con Eduardo Falú, a quien los dos admirábamos. Fue hasta la esquina, dio la vuelta y saludó. Cuando volví a verlo su vida había tomado un rumbo distinto de la mía. Noche en blanco. Chistes del gordo Amor. Cementerios.

Soñé que estaba paseando con mi perro. Él me paseaba a mí. Juntos recorríamos soledades infinitas. Mi perro aún sueña conmigo.

Los dos solos, como solíamos hacer tantas veces. Ese frío castellano, piedra sobre piedra.

Fidel corría muchos metros por delante de mí. Mientras yo avanzaba en línea recta por campos de girasoles y cepas enanas, él subía y bajaba, subía y bajaba. Hasta el valle. Y vuelta a empezar.

Era inútil llamarlo. Venía cuando quería. O no venía. La alegría es un compuesto simple, de viento en vez de agua.

Viviendo solo en medio de la nada con mi perro. El sol de invierno en la espalda. A qué más.

Fidel. Filemón. Filete. Filetón Ciclón. La gente tienen la mala costumbre de morirse. Pero los perros puede que aparezcan al doblar cualquier esquina y corran hacia ti como si no fuera 2 de diciembre de 2009 y no hiciera este frío de camposanto que se te mete en los huesos, esa certeza de no volverte a ver.

Fui a buscarlo tantas veces, patinando en un barro infernal, a kilómetros de la aldea. Regresaba exhausto a casa y me derrumbaba en el sillón frente al fuego. Tantas veces lo di por perdido.

Pero siempre regresaba. Tres o cuatro días más tarde, con un cuerno de toro o media oveja como trofeo. Que estamos en Castilla, hombre. Volvía aunque lloviera a cántaros o la nieve cubriera el camino de los almendros. Se quedaba en la puerta de casa esperando que le abriera, moviendo la cola como si tuviera dos. Esa alegría tan perruna.

Dónde has estado... mira qué facha...

Con un aspecto horrible, habiendo intimado con todas las perras de la granja, se tiraba a dormir como un adolescente que vuelve de marcha y ya podían sonar los cañones de Navarone. Yo feliz. Estás conmigo, volviste a casa, a mis brazos otra vez.

¿Habéis visto un perro blanco?

Tuviste hijos lejos de mí. ¿Se me parece alguno...?

Fidel, mi viejo, mi querido perro, camina a mi lado.

Todas las noches.



lunes, 8 de enero de 2024

De mares y puertos

Cuando sales de la Escuela Náutica sabes muchas matemáticas, pero no te preparan para lo que te aguarda. Te confundes hasta con las banderas y haces cualquier cosa, poniendo a prueba la paciencia del capitán.

En el mar no hay paredes sino mamparos. No existen las cuerdas: se llaman estachas. Y tus compañeros son todo lo que tienes. Así que ya puedes caerles bien por muy peculiar que seas. Hasta tu vida podría depender de su buena voluntad en una noche de mar gruesa.
Frío. Calor. Tormentas. Vientos huracanados… Calma chicha. Olas solitarias que barren la desolada cubierta! Meses y más meses hasta dar la vuelta al mundo y vuelta a empezar. Hasta perder la noción de estar vivo. O muerto.
Puertos oxidados, trifulcas, mujeres… Promesas de retorno que nunca se cumplen. Palabras de amor gastadas, sin esperanza. Cuando volvamos a vernos…
Y la sensación única al separarse de tierra por primera vez. Soledades infinitas, océanos que huelen a tabaco, la resignada certeza de que tu destino no le importa a nadie. Nadie te está esperando. Un silencio de camposanto. El estruendoso silencio del mar.
El alma del marino, plena de surcos donde habitan todos los olvidos. Mendigando amor en las tascas lisboetas donde anclaron todos nuestros barcos. De mares de azulejos y botellas vacías. Mapas del tesoro que no conducen a ningún sitio.
¿Acaso sabes quién te aguarda en Manila, en Luanda, en San Petersburgo…? Tú mismo, con distintas edades. Todos los puertos son uno y el mismo.
Sí. Sin ti la casa es un barco a la deriva.
Un enorme agujero por donde se cuela el viento.