jueves, 15 de octubre de 2009

La vida en cuatro envases


He aquí una foto que me envían mis amigos Leyva y Taby desde La Habana. Está dedicada a todos los que estamos jugando el segundo tiempo. De aquí no nos llevaremos nada, si acaso, la mirada de aquellos que nos han acompañado en este viaje. Si hay suerte, el recuerdo de quienes nos enseñaron el arte antiguo de amar. Así que a vivir con intensidad que son dos días.

Aunque siempre podemos incluir en el guión una última broma al estilo de las que pergeñaba Buñuel.

Cuenta el maño en "Mi último suspiro" que siempre le gustaba escenificar el momento del paso al más allá como si se tratara de una de sus películas. Así, imaginaba que estaba a punto de morir y al pie de la cama estaban acompañándole los amigos de toda la vida. Muy cerca ya del inevitable final, entra en la habitación un cura ataviado a la antigua usanza y, ante el estupor de sus amigos -ya que Buñuel era un ateo más que convencido- le absuelve de todos sus pecados con una sonrisa beatífica y le da la extremaunción. El aragonés mira al cura, mira luego a sus amigos con una mueca dramática digna de un cuadro de El Greco, hace un esfuerzo supremo por respirar, se da la vuelta y muere. Y los amigos se quedan jodidos para el resto del viaje. El último bromazo.

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