En "El nombre de la rosa", Umberto Eco refiere las tribulaciones de Guillermo de Baskerville (alter ego de Sherlock Holmes) y su discípulo Adso de Melk intentando resolver una serie de misteriosas muertes que se producen en una solitaria abadía benedictina.
Corría el año 1327 de la era cristiana, tiempos duros de ignorancia, pestes, hambrunas y noches oscuras del alma. Aún faltaban décadas para el Renacimiento. Roma quedaba demasiado lejos y la cultura clásica sobrevivía en los monasterios. Un mundo desdibujado, justo antes del amanecer, esa hora de dudas profundas.
Precisamente, la novela de Eco gira en torno a un libro envenenado que se creía perdido: el segundo libro de la Poética de Aristóteles. De hecho, la base es histórica. Se sabe que Aristóteles escribió sobre la comedia y la risa pero dicho trabajo no ha llegado hasta nosotros. Conocemos las opiniones del preceptor de Alejandro Magno por comentarios de terceras personas.
Los guardianes de la ortodoxia ven con malos ojos la risa, ya que uno empieza por reírse de sí mismo, sigue con los demás y quién sabe dónde puede acabar. Tal vez riéndose de las religiones. Un peligro a controlar y exterminar. ¡A la hoguera! Estamos en los comienzos del siglo XIV, hay que entender el contexto.
Ahora saltamos al siglo XXI. 2015. Los recientes acontecimientos de París nos vuelven a enfrentar a la intolerancia ciega.
La risa nos diferencia de los animales. Se trata de una facultad superior. La gente más estúpida con la que me he topado en la vida carece absolutamente de sentido del humor. Habla de cosas como "el honor", "la virtud", "el orgullo" y pisa cráneos sin contemplaciones. No entiende el perdón porque no entra en su granítica testa ni sabe pedir disculpas. Actúa sin ninguna clase de remordimientos.
Imaginemos un tipo con el riñón bien forrado al que le han extirpado el sentido del humor. Su nombre, Primitivo.
Primitivo es tan, pero tan pobre que solo tiene dinero. Mucho más del que puede gastar en vida. Toda la vida trabajando como una mula para acumular dinero y propiedades, bestializándose en grado sumo sin la más mínima consciencia de que para cruzar la Estigia todo eso le sobra. Se lo va a tener que dejar a sus vástagos. Le guste o no. Hay una cosa llamada "la legítima", Primi. ¡Ni siquiera puede desheredar del todo a los descendientes con criterio propio que no le hablan desde hace años! (risas)
Pero eso no es todo: mientras Primitivo viva, tampoco tiene en qué gastar. Es tan bestia que carece de la formación mínima como para apreciar las grandes creaciones de la humanidad. Tiene la sensibilidad de Millán Astray. ¿Acaso Primi lee a Thomas Mann, viaja a Bayreuth, paladea Florencia, se emociona con Mahler o Thelonious Monk, discute hasta altas horas sobre Schopenhauer, prueba viandas exquisitas, viste en las mejores sastrerías de Londres, es un sofisticado bon vivant en toda la extensión de la expresión? Qué va... ¡Jamás oyó hablar de todos ellos! Confundiría a Mahler con una marca de cerveza de Lidl, a Schopenhauer con un jugador del Bayern y a Mann con un queso. Piensa que Thelonious Monk juega en la NBA. Es un simple palurdo con pasta. Tierra que anda.
Un caso singular. Su existencia funciona como un faro, ya que representa todo aquello que el ser humano no debería ser jamás. Un error de la evolución. El eslabón perdido. Un hombrecillo ignorado por la antropología actual. Por insignificante. Desde un punto de vista existencial, mucho más pequeño que el Homo Floriensis. Su cortocircuitado cerebro solo es capaz de lidiar con operaciones simples: "Estás conmigo o contra mí". Puede hacer daño a quien se le ponga por delante, obligando a su grupo familiar a adoptar una postura absoluta y empobrecedora. Tiene la profundidad de un estanque. Un vuelo gallináceo, un triste diablo de Tasmania vociferante y de puñetazo en la mesa. Un babuino. Monstrum in fronte et monstrum in animo. Bípedo implume al reverendo pedo.
Primitivo cuenta con un harén muy limitado, escasos familiares directos que sobrevuelan la patética escena esperando atacar en picado cuando suceda lo inevitable. Pretendidos acólitos pelotas acríticos que callan y otorgan soñando heredar. Herencias tengáis, miserables y os saquéis los ojos de la cara... Es una pena que Darwin no llegara a conocer a Primi. Lo que se habría reído en el pub.
El chiste es que el trozo de carne con dos ojos reventará lo suficientemente tarde como para que todos los que le doran la píldora y soportan su carácter de mierda también sean viejos cuando trinquen. Tampoco tendrán tiempo de hacer nada con todo ello. Cagarán fuego en un santiamén (risas). Y la historia se repetirá una y otra vez.
Pero incluso así, este payaso carente de cualquier clase de interés por sí mismo, cuya existencia en términos teológicos solo se explica porque en la viña del Señor TIENE QUE HABER DE TODO, cumple una noble función. ¡Nos hace reír a diario!
Occidente ha hecho un largo camino desde el siglo XIV hasta aquí. Hemos superado guerras de cien años, de treinta años, guerras fratricidas, guerras de exterminio. Fuimos los primeros en bombardear ciudades indefensas. Nuestros científicos pusieron todo su empeño en buscar sistemas mejores y más rápidos de eliminar seres humanos. "Procesarlos" cabría decir. Del escape invertido de los camiones al gas Zyklon B. El Himmelweg. La negación de cualquier clase de piedad. La muerte de Dios.
Como occidentales hemos de responder de todos esos crímenes, así como de los cometidos en las distintas colonizaciones que, disfrazadas de dominio económico, alcanzan nuestros días.
Sin embargo, de alguna manera, hemos creado una civilización en la que caben palabras como "tolerancia", "comprensión" o "aceptación". Enemigos irreconciliables hoy se sientan a la mesa y tratan de resolver sus diferencias mediante el diálogo. Personas de todo el mundo acuden a Europa en busca de una oportunidad.
Francia. Cuna de la libertad. Primer lugar del mundo donde se soñó un mundo distinto, a la medida del ser humano. Primero la ideas, luego la realidad. Voltaire, Rousseau, Montesquieu. La Enciclopedia. La ciencia que se abre paso después de siglos superstición y frío. Masas que se alzan y toman prisiones, palacios, reductos de elegidos. Poniendo el pecho a las balas, sacrificando a sus hijos. Una Revolución que ilumina al mundo, que alcanza América, que el propio Napoléon extiende a sangre y fuego en una Europa feudal. A pesar de la contrarrevolución, ya nunca nada volvería a ser igual. España, como siempre, algunas décadas por detrás, pero ahí está Cádiz 1812. A pesar de los pesares y los cuervos negros.
París, la ciudad que ha iluminado generaciones de creadores de todas las disciplinas. Ahora golpeada en lo más íntimo. ¿Prohibir el humor? ¿Acaso no es permanente la burla y los chistes sobre curas, sobre rabinos, sobre las diferencias culturales y sobre los anacronismos de los distintos cultos? ¿Hemos de volver a los tiempos de la censura?
¿Cómo gestionar la idea del multiculturalismo a la luz de los recientes -y no tan recientes- acontecimientos? ¿Una sociedad abierta que admite en su seno personas dispuestas a destruir lo que se ponga por delante con una crueldad ilimitada? Dispuestos a saltarse cualquier medida de proporcionalidad.
En ocasiones se habla del final de ETA como un fenómeno derivado de la presión policial. Las propias contradicciones internas y la conciencia de la inutilidad de su lucha también cumplirían su parte. Pero, ¿acaso no cabría considerar el salto cuántico que suponen los atentados del 11M en Madrid como una especie de sentencia de muerte de la banda? Porque si, a pesar de las barbaridades cometidas en su medio siglo de existencia, a ETA se le hubiese ocurrido empezar a volar trenes con cientos de trabajadores y estudiantes a bordo, aquí habría ardido Troya. Y ojo, que Hipercor o la voladura de la casa cuartel de Zaragoza apuntaban en esa dirección de barbarie.
La dialéctica del terror presupone que el ciudadano medio está demasiado idiotizado por su alienante trabajo (eso cuando hay) y cinco horas de televisión diarias como para conmoverse. Entonces decide subir las apuestas. Si en la mesa se aceptan fichas de hasta 100, ellos arrojan un par de cientos de millones. Para que te enteres, para que te acojones.
Se trata de un terreno muy pantanoso. ¿Acaso un muerto tiene menos valor que otro? No, en absoluto. Nunca. Cuando la aviación aliada decidió bombardear Dresde y sumirla en una tormenta de fuego que asesinó a cerca de 100.000 civiles, la Segunda Guerra Mundial estaba más que ganada. No hacía falta. Fue una especie de venganza por Londres 1941. Totalmente desproporcionada. Una bestialidad gratuita. Como lo fue la segunda bomba atómica arrojada sobre Nagasaki (la primera también lo fue, pero los mandos estadounidenses se enfrentaban al dilema de invadir Japón a sangre y fuego en tiempos de kamikazes).
Tras una historia truculenta, hemos logrado superar la pena de muerte, hablamos de reinserción, del mal como subproducto de la ignorancia. Hemos abierto fronteras interiores entre pueblos que hace cien años se lanzaban gas mostaza.
¿Qué debemos hacer? ¿Qué cabe esperar? ¿Qué valores hemos de defender de forma irrenunciable? ¿Dónde están las voces de los moderados en los países musulmanes, aquellos que quieren vivir en paz, alzarse para controlar a su propia gente? ¿Ha habido manifestaciones multitudinarias en El Cairo, en Beirut, en Rabat defendiendo la libertad de expresión y el derecho del ser humano a vivir independientemente de sus ideas? Claro que para poder defender la libertad de expresión previamente debería existir la libertad de expresión. Un problema en bucle. Durante años, ETA y su entorno sumaban un universo de aproximadamente 300.000 personas, pero la sociedad española supo aislarlos como un cáncer y sobre ellos cayó todo el peso de la ley.
Cosas como la matanza de Charlie Hebdo, los relatos de la consciente resignación de su director, que prefería morir de pie a vivir de rodillas, te hielan la sangre. Te dejan en un estado de incredulidad como si un meteorito hubiera vuelto a impactar Yucatán. Heraldos negros.
¿Qué será lo próximo?
Me encantaría oír las voces de la izquierda -la derecha ya sé lo que pretende hacer. Son sota, caballo y rey. A ver esos cráneos privilegiados, carne de beca universitaria, que acumulan doctorados y honores. Ideas bienvenidas. Porque siempre les he oído hablar de comprensión y buenismo. Ole. Me encanta el buenismo, pero parece escasamente eficaz. Hace falta hilar más fino.
Con coletas o sin ellas. Esos mismos que hablan de la multiculturalidad, de aceptar al otro tal como es. Porque si el OTRO quiere exterminarnos como civilización y al mismo tiempo carece de sentido del humor, me parece que tenemos un problema.
sábado, 10 de enero de 2015
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1 comentario:
Martin,
¿Cómo no acordarme de ti en estos días? En fin. Para colmo citas a Mahler en tu texto.
Respecto a tu referencia a ETA, tienes razón en tu valoración. Sólo quiero añadir que, en mi opinión, si no llega a sentirse derrotada en términos estrictamente policiales/militares la banda ETA no habria dejado el terrorismo, es dedir: que el final de los asesinatos o la extorsión no son el resultado de una reflexión moral. Ni en la banda ni en la gran parte de su entorno sociológico. Un abrazo.
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