Como comenta Rosa Regás, una persona que me cae bien desde siempre, el trabajo es algo que nos es dado para atemperar la locura y reducir el vértigo que produce el paso del tiempo. Suscribo.
Eso cuando todo va "bien". Porque la alternativa es desaparecer joven, en plena efervescencia, como tantos héroes que en el mundo han sido.
Cuesta imaginar a Aquiles, a Héctor o al mismísimo Alejandro paseando por los parques de buena mañana.
¿Gardel canoso, desdentado y doblado por el peso de la edad? Andá a cantarle a Él.
Como si el destino, el destino de héroe, pudiera elegirse libremente. Me temo que no. No obstante, si nos apetece hacer reír a Dios siempre cabe el socorrido recurso de contarle nuestros planes para el futuro. ¡Sesión continua en el Paraíso! ¡Pasen y vean!
martes, 21 de junio de 2016
viernes, 17 de junio de 2016
Todos nuestros barcos
Sí. Estoy sentado frente al río. Por aquí llegó mi abuelo en 1931 y aquí aprendí a nadar. Es un día de otoño, hojas secas, soledades, hermanos de Agronomía.
El Río de la Plata está sucio, como siempre. El Graf Spee seguirá durmiendo frente a Montevideo, la ciudad de Manuel. La ciudad a la que Manuel nunca regresó. Porque cuando uno se va, se va. Se va para siempre porque si volviera dejaría de respirar. Aunque ella te diga que para dormir hay que sincronizar los latidos de tu corazón con la respiración. ¿Qué hay que sincronizar? ¿La muerte de los amigos, tu propio destino, el tango que no cesa? La certeza de no verte más.
Mi avión no despega a causa de la niebla. La camarera detecta mi acento español y me pregunta en qué ciudad vivo. Sueña con viajar lejos. No es la única.
Buenos Aires es una estación espacial de paso a otros planetas. Todos están locos, todos hablan sin parar porque les han dicho que antes de subir al cohete que los sacará definitivamente de aquí es mejor mantener la boca abierta, así se mitiga el dolor del despegue. 11,2 km/s. Velocidad de escape.
—Estoy muy loco, Martín. No puedo parar de hablar.
No. No lo van a hacer. No van a drenar el río porque no quieren que aparezcas. Vos y todos los demás. Se ven los veleros, se intuye la costa uruguaya. En otra vida Uruguay era "el extranjero", otro país, viajar, salir de aquí.
El tango murió hace décadas y, como vos, sueña tu regreso. Vas a volver, Martín. Están todos esperándote, la mesa preparada. Los muebles, los discos de Serrat, los libros de casa. Todos vivos y extraordinariamente jóvenes.
También yo soy Buenos Aires.
El Río de la Plata está sucio, como siempre. El Graf Spee seguirá durmiendo frente a Montevideo, la ciudad de Manuel. La ciudad a la que Manuel nunca regresó. Porque cuando uno se va, se va. Se va para siempre porque si volviera dejaría de respirar. Aunque ella te diga que para dormir hay que sincronizar los latidos de tu corazón con la respiración. ¿Qué hay que sincronizar? ¿La muerte de los amigos, tu propio destino, el tango que no cesa? La certeza de no verte más.
Mi avión no despega a causa de la niebla. La camarera detecta mi acento español y me pregunta en qué ciudad vivo. Sueña con viajar lejos. No es la única.
Buenos Aires es una estación espacial de paso a otros planetas. Todos están locos, todos hablan sin parar porque les han dicho que antes de subir al cohete que los sacará definitivamente de aquí es mejor mantener la boca abierta, así se mitiga el dolor del despegue. 11,2 km/s. Velocidad de escape.
—Estoy muy loco, Martín. No puedo parar de hablar.
No. No lo van a hacer. No van a drenar el río porque no quieren que aparezcas. Vos y todos los demás. Se ven los veleros, se intuye la costa uruguaya. En otra vida Uruguay era "el extranjero", otro país, viajar, salir de aquí.
El tango murió hace décadas y, como vos, sueña tu regreso. Vas a volver, Martín. Están todos esperándote, la mesa preparada. Los muebles, los discos de Serrat, los libros de casa. Todos vivos y extraordinariamente jóvenes.
También yo soy Buenos Aires.
domingo, 12 de junio de 2016
miércoles, 8 de junio de 2016
Criterio
Uno de los problemas más difíciles de resolver en esta época de interrupciones permanentes y bombardeo constante de novedades es la generación de un criterio firme. Recuerdo una canción de Franco Battiato que decía "busco un centro de gravedad permanente".
¿Cómo transmitir a las jóvenes generaciones los valores que han resistido el paso del tiempo, el amor a los libros, el cine de calidad, el pensamiento científico?
¿Cómo aprender a utilizar los recursos que ofrece Internet -virtualmente ilimitados- para "ganar tiempo" en lugar de perderlo miserablemente con fotos estúpidas, chismes, frases escritas con la ortografía de un deficiente mental, nadas varias?
Hace 30 años resultaba impensable disponer de un depósito de información tan formidable como Internet. Un depósito que no para de crecer día a día. Hoy todo el mundo publica: textos, fotos, música, lo que sea. Se ha eliminado el filtro natural que suponían las editoriales, los sellos discográficos, los críticos. Se tiran botellas al mar a medio cocer y se dan por buenas.
La formación lo es todo. La formación permanente, ya que el progreso se ha acelerado de una manera endiablada. Pero al mismo tiempo es preciso volver una y otra vez a los valores ciertos de nuestra cultura, justamente porque han sobrevivido a toda clase de circunstancias históricas y siguen diciéndonos cosas importantes.
Están ahí. Solo hay que extender la mano. Cervantes, Dostoievski, Proust, Schubert, Mahler, Schönberg, Godard, Antonioni, Erice, pero también Newton, Maxwell y Einstein, la belleza de la matemática, la elegancia del espíritu humano al explicar los misterios del universo. La necesidad de saber como parte esencial del ser.
Es preciso barajar de nuevo y cortar por lo sano. Volver a aprender qué tiene realmente importancia y qué resulta prescindible. Todo es igual a nada.
Un centro de gravedad, un criterio permanente.
¿Cómo transmitir a las jóvenes generaciones los valores que han resistido el paso del tiempo, el amor a los libros, el cine de calidad, el pensamiento científico?
¿Cómo aprender a utilizar los recursos que ofrece Internet -virtualmente ilimitados- para "ganar tiempo" en lugar de perderlo miserablemente con fotos estúpidas, chismes, frases escritas con la ortografía de un deficiente mental, nadas varias?
Hace 30 años resultaba impensable disponer de un depósito de información tan formidable como Internet. Un depósito que no para de crecer día a día. Hoy todo el mundo publica: textos, fotos, música, lo que sea. Se ha eliminado el filtro natural que suponían las editoriales, los sellos discográficos, los críticos. Se tiran botellas al mar a medio cocer y se dan por buenas.
La formación lo es todo. La formación permanente, ya que el progreso se ha acelerado de una manera endiablada. Pero al mismo tiempo es preciso volver una y otra vez a los valores ciertos de nuestra cultura, justamente porque han sobrevivido a toda clase de circunstancias históricas y siguen diciéndonos cosas importantes.
Están ahí. Solo hay que extender la mano. Cervantes, Dostoievski, Proust, Schubert, Mahler, Schönberg, Godard, Antonioni, Erice, pero también Newton, Maxwell y Einstein, la belleza de la matemática, la elegancia del espíritu humano al explicar los misterios del universo. La necesidad de saber como parte esencial del ser.
Es preciso barajar de nuevo y cortar por lo sano. Volver a aprender qué tiene realmente importancia y qué resulta prescindible. Todo es igual a nada.
Un centro de gravedad, un criterio permanente.
lunes, 6 de junio de 2016
1905
De joven, Albert Einstein pasó un año entero haraganeando ocioso. Si no se pierde el tiempo no se llega a ningún sitio, algo que los padres de los adolescentes olvidan a menudo. Estaba en Pavía. Había vuelto con su familia tras dejar los estudios en Alemania, donde no soportaba el rigor del instituto. Era a comienzo de siglo, y en Italia se iniciaba la Revolución Industrial. Su padre, que era ingeniero, instalaba las primeras centrales eléctricas en la llanura del Po. Albert leía a Kant y a ratos perdidos asistía a clases en la Universidad de Pavía: por diversión, sin matricularse ni hacer exámenes.
Es así como se llega a ser científico en serio.
Es así como se llega a ser científico en serio.
sábado, 4 de junio de 2016
El Santo Grial
En la obra de Gustav Mahler, como en muy pocos casos, la tensión destructora se expresa en un arabesco gigantesco y hermosísimo: la irrupción del "gesto poético", surgiendo del abismo más profundo y temeroso del ser humano. Para la poesía existen leyes supremas. Sin duda.
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