martes, 13 de septiembre de 2016

Qué hay de lo mío

Vamos camino de un año sin gobierno y aquí no pasa nada. Resulta notable la falta de generosidad y de altura de miras de nuestros políticos. ¿Un gobierno de concentración nacional? ¿Para qué? Es mucho mejor ladrar.

Antón, Antón Pirulero
Cada cual, cada cual que atienda a su juego.

Da igual que el país comience a acusar los efectos de la parálisis institucional o que la coyuntura internacional siga siendo extremadamente delicada. Solo han transcurrido dos meses y medio del Brexit, ese hermoso cisne negro con el que nadie contaba. Aún no hemos podido calibrar los efectos que esto puede tener en la continuidad del proyecto europeo. No sabemos qué puede desencadenar.

Y en semejante tesitura, por no hablar de un Trump a los mandos de la nave Enterprise, ni siquiera podemos elaborar los presupuestos…

Es igual. A botellazo limpio. Como bien dice Loquillo… ¿para qué dialogar si podemos resolverlo a hostias?

El nuevo escenario político, que modifica las reglas del bipartidismo que venía alternándose desde la recuperación de la democracia, ha dejado a todos los actores en posición de fuera de juego.
Izquierdas, derechas… odios sarracenos desde la noche de los tiempos. Imposibilidad de alcanzar un acuerdo de mínimos. Guerras civiles frías. Las dos Españas más los pescadores a río revuelto.

Ya lo dijo un iluminado de postín mientras los aliados arrasaban su amado Berlín: “Podemos hundirnos, pero nos llevaremos un mundo con nosotros”.

Miserables.

No hay comentarios: