viernes, 21 de abril de 2017

Mendoza, un grande

La segunda vez que se acercó al Quijote, Mendoza era, apuntó, “lo que en tiempos de Cervantes se llamaba bachiller, quizá un licenciado, lo que hoy se llama un joven cualificado, y lo que en todas las épocas se ha llamado un tonto”. 

Esta vez no fue el lenguaje sino el personaje lo que le atrajo de la novela. Al instante se identificó con el Caballero de la Triste Figura en cuanto ser de “idealismo desencaminado”. 

“Un héroe épico”, explicó, “se vuelve un pelmazo cuando ya ha hecho lo suyo. En cambio, un héroe trágico nunca deja de ser un héroe, porque es un héroe que se equivoca. Y en eso a don Quijote, como a mí, no nos ganaba nadie”.

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