viernes, 7 de abril de 2017

Vacaciones en el mar

Cuando estuve destacado en Surinam como cooperante viví algunas escenas ciertamente insólitas. Recuerdo el día en que bajé a desayunar de buena mañana. Había estado lloviendo furiosamente durante toda la semana, pero eso no me preocupó en exceso. En los trópicos es lo habitual. Dios riega sus jardines a menudo.

Esa mañana me sentía especialmente alegre. No sé por qué. Un misterio, igual que la tristeza. A saber de dónde vienen.

Me disponía a bajar por las escaleras del hotel cuando un empleado gigantesco me detuvo de manera expeditiva.

—Señor, por favor, no baje al lobby...

—Pero es que voy a desayunar.

—Está todo inundado... el lobby, el salón, los ascensores.

—Tengo tanta hambre que soy capaz de nadar para pescar lo que sea.

—Señor, si finalmente decide bajar, deberá hacerlo por su cuenta y riesgo.

—¿Tan peligroso puede ser...?

—Usted verá. La planta baja del hotel está infestada de cocodrilos. Hay muchas posibilidades de que el desayuno sea USTED.



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